La celda

Fueron recibidos por el padre prior de la orden y éste les comunicó que sólo disponía de una celda libre. Él no tenía preferencia alguna porque la ocupase uno u otro, y para resolver el problema dispuso que se quedara en el monasterio quien superase una prueba.
—De igual modo que entrarán en el cielo los que hayan cumplido los dos principales mandamientos de la Ley de Dios —dijo el prior—, ocupará la celda del monasterio el que dé fe de haberlos cumplido en el período de los tres meses siguientes.

Se alejaron del monasterio proponiéndose obedecer los dos mandamientos que dicen: “Amarás a Dios por encima de todas las cosas”, y el segundo “amarás al prójimo como a ti mismo”. Pasados los tres meses se presentaron los novicios ante el prior.
—Me esforcé en cumplir el primer mandamiento —confesó el primero—, amando a Dios por encima de todas las cosas a través de la alabanza, de los cánticos, de los ritos eclesiales, cumpliendo todos los preceptos religiosos. Con todo, descuidé el segundo mandamiento por considerarlo de rango menor.

El segundo novicio confesó desanimado que no tenía evidencias de haber amado a Dios aunque favorecer al prójimo no le fue difícil, visitando enfermos y presos. El padre prior decidió meditar su respuesta, puesto que la condición propuesta no la cumplía ninguno de los dos. Consultó a la comunidad y aquella misma noche dejó el asunto zanjado. Al día siguiente comparecieron de nuevo ante el prior y éste dijo al primero:
— ¿Cómo has podido amar a Dios no amando a tu prójimo?

Entonces dirigiéndose al segundo le dijo:
—Tú sin saberlo, atendiendo a tu prójimo ya amabas a Dios. Has cumplido los dos mandamientos. Entra en el monasterio.

Enojado el primero por la resolución del padre prior, le replicó del siguiente modo: “Si cumpliendo el segundo mandamiento se satisface el primero, ¿qué necesidad tenía Dios de enunciarlos por separado?”

No queriendo enzarzarse en una discusión sin fin, el padre prior le quiso calmar diciendo que la situación de su compañero fuera del monasterio sería muy precaria, porque las personas a las que sirvió están en el hospital o en la cárcel y no le podrán ayudar. Sin embargo él, habiendo amado a Dios por encima de todo, en cualquier momento recibiría su auxilio. A pesar de estas explicaciones se retiró con gesto disconforme. No mostrando deferencia hacia el ganador, quedó más patente que estaba lejos de amar al prójimo, y el padre prior se ratificó en su decisión.