A veces creo que esto mismo ocurre en otros ámbitos, en los cuales se nos están ´marcando goles´, y no uno sino muchos, y quizá nosotros no nos damos ni tan siquiera cuenta de lo que está ocurriendo. Luego va a ser muy difícil, casi imposible me temo, volver las cosas a su lugar.
De un tiempo a esta parte estoy leyendo en la prensa, escuchando por la radio, viendo en la televisión o captando desde todos los medios imaginables, cómo todo el mundo da por bueno que nuestro Estado español es un estado
laico, y se felicita de que nuestro gobierno, en un buen cumplimiento de su deber, lo sea también.
A ver un momento, por favor, y vayamos por partes: primero a la Constitución y luego al diccionario. Según el artículo 16 en su punto 3, que dice aquello de
´Ninguna confesión tendrá carácter estatal´, el Estado al que pertenecemos es, por tanto,
aconfesional. Y consultando el diccionario resulta que no es lo mismo, ni muchísimo menos,
aconfesionalidad que
laicismo.
Mientras que la aconfesionalidad de un estamento indica que éste no se decantará por ningún grupo o manifestación religiosa en particular, el laicismo es una doctrina en sí mismo, que defiende, según la RAE, la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa. La Constitución española, en el artículo citado, señala que
los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación (…). Y en este ´tener en cuenta´ entra lo que se recoge expresamente en el artículo 20, respecto a la libertad de expresión y el pluralismo político y social.
Pluralismo es otra de las palabras que me parece clave.
Hay una diferencia que se muestra sustancial. Mientras que lo que cabe esperar que se produzca en el Estado español, bien articulado por el gobierno de turno, amparado por una Constitución de libertades, es la creación de un marco, sea en el ámbito que sea (institucional, laboral, escolar…), que permita el ejercicio de las libertades individuales, entre ellas, también la religiosa, nos estamos encontrando que con mucha frecuencia se nos envía a casa con nuestra fe y sus manifestaciones externas.
Literalmente. Y, como decía más arriba, parece que todo el mundo se felicita por ello. Pues lamento informar que, según yo lo veo, todas estas iniciativas
laicistas son ilegales. Cómo será la cosa, que ya se leen expresiones como ´sano laicismo´, ´laicismo bien entendido´ y otras de la misma índole, que parecen medio admitir que quizá alguien se está extralimitando un poco.
Lo cierto es que se trataría de que cada cual, profese la creencia que profese, mientras atienda al respeto a los demás, tenga la libertad para ejercitar su fe en este país. Y no sólo en su casa particular o en sus centros religiosos. Eso no sería libertad, evidentemente. En un estado aconfesional y plural, caben todos y todo (otra cuestión es que este punto resulte edificante), en esa libertad basada en el respeto al otro. En un estado laico cabe todo… y todos los que no expresen su religiosidad fuera de casa.
No deja de parecerme curioso, por otra parte, que cualquier otro postulado, militante de por sí en muchas ocasiones –y no quiero mencionar nada en concreto, pueden venir a nuestra mente unos cuantos-, pueda manifestarse libremente por las calles, en las escuelas, en las series de televisión, y además gozar de un trato exquisito en cuanto a respeto y delicadeza.
Se me ocurre un ejemplo de intolerancia religiosa (del
gol que encierra esta palabra me gustaría hablar en otra ocasión). Han visitado recientemente España los
Jonas Brothers, este grupo musical formado por tres hermanos, hijos de una familia evangélica. Han sido motivo de chanza en casi todos los medios por su determinación a seguir los postulados bíblicos; y, sorprendentemente, incluso en aquellos que en otros momentos muestran simpatía o defienden abiertamente temas que, a todas luces, son, como mínimo, cuestionables (el de quitar la vida a seres humanos de tamaño minúsculo, por ejemplo).
Nos estamos encontrando con que las únicas manifestaciones religiosas admitidas son aquellas que pasan como folclore, o son lejanas a nuestra cultura occidental (por ejemplo leyendas africanas, hindúes, aztecas, esquimales…): éstas sí tienen cabida.
Vuelvo a los goles y al diccionario. Comencemos, en cuanto tengamos oportunidad, esta labor pedagógica que, aunque quizá de ámbito reducido, irá dando qué pensar: en España, hoy, como estado aconfesional, tenemos todo el derecho a ejercer con libertad la expresión de nuestra creencia religiosa, siempre que respetemos a las otras personas. El laicismo es una doctrina que limita la libertad de los otros ciudadanos que no lo suscriben como doctrina, ya que reduce sus espacios de acción, pretendiendo, además, imponerse en todos los ámbitos, haciendo un proselitismo tramposo –y lamento decirlo así- cuando se quiere marcar el gol de que es lo mismo
aconfesionalidad que
laicismo.
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