Raíces con música

Tiene gracia, hace cinco o seis años, me pateé la calle Barquillo de Madrid en varias direcciones, tratando de encontrar una aguja para un vinilo que no podía utilizar. La búsqueda parecía más destinada entonces a Indiana Jones. Hoy, por un precio muy asequible, en la FNAC, te venden un reproductor de vinilo “de última generación”, y los grupos principalmente de rock están editando otra vez sus discos en este formato.

Siempre acabamos volviendo la vista atrás. Quizá el pasado es lo único que nos pertenezca, aunque aún no sepamos utilizarlo del todo. Hasta los políticos más casposos del Congreso se apuntan al carro de “olvidar el pasado”. Pero él sigue estando ahí. “El pasado vuelve a ti / como el fragmento más vivo de tu vida”, decía un poema de Dietrich Bonhoeffer. Ese fragmento del que no podemos escapar, porque no podemos controlar el tiempo ni la memoria, mal que nos pese.

Hay que recordar. Mis abuelos vivían cerca, en un edificio con el sello de Falange situado prácticamente al lado del nuestro. Recuerdo su casa, con esa terraza de ladrillos rojos, mantel de hule, crucigramas, colacao y un canario. Recuerdo que a veces mi abuela cantaba en el balcón (porque ella había cantado hasta en la radio en sus tiempos) algunas frases de Jorge Negrete, y de su favorito, Carlos Gardel (aunque cuando enfermó de verdad y desvariaba, decía que nunca le había gustado… todos se lo perdonamos de forma resignada).

Recuerdo a mi abuelo prendido a un cigarrillo oscuro, apoyado en la puerta de cristal en la que se descascarillaba una pegatina con un versículo de Romanos que alguien había puesto ahí (nunca supe quién, pero tampoco importa). Recuerdo ver allí un “tocadiscos” (porque así se llama, que lo sepa todo el mundo; y a los cassettes donde me grababan de pequeño recitando poemas de Alberti siempre se les ha llamado “placas”). A mí la nostalgia me incomoda, porque no todas estas imágenes estaban revestidas de alegría constante. Entonces, y hoy, todas las familias tienen sus problemas, y la nostalgia no hace que ese pasado cambie.

Cuando queremos avanzar, revisamos nuestras raíces. Raíz, además del título de un disco de Pedro Guerra (un disco que no me gusta nada, por cierto), es lo que utilizamos para absorber los nutrientes del suelo… bueno, si somos una planta claro. También es la parte oculta de algo, de la cual procede algo más visible; y el origen o la causa de algo. Quizá sí que podamos hacer algo con esto.

Los escoceses Belle and Sebastian hablan mucho de su infancia, pero también de la pérdida de esa infancia. Tienen en su discografía tres títulos imprescindibles: The Life Pursuit (el más reciente si descontamos las sesiones grabadas para la BBC); If you´re feelling sinister (su segundo trabajo, donde encontramos una canción llamada like Dylan in the movies, que nos pide no volver la vista atrás); y el que muchos coinciden en señalar como el mejor de su carrera: Dear Catastrophe Waitress. La canción que da título al disco dice esto:

I´m sorry if you seem to have
the weight of the world over you
I cherish your smile
There´s a word of peace on your lips
Say it, and with tenderness
I´ll cherish you I´ll cherish you
You´ll soon be leaving this town
to the clowns who worship
No one but themselves
No one but themselves
(Lo siento si parece que tengas todo el peso del mundo sobre ti. Aprecio tu sonrisa. Hay una palabra de paz en tus labios; dila, y con ternura te estimaré. Te estimaré. Pronto dejarás la ciudad a aquellos que no alaban sino a sí mismos, sino a sí mismos.)
(…)
Now that your coffee is growing cold, oh
All of the customers look so old, oh
(Ahora que tu café se enfría. Todos los vendedores parecen tan viejos.)

Esta banda hunde también sus raíces en la música folk. Aunque siempre pensamos cuando oímos esta palabra en la América profunda y en los bares de country, una visión no del todo equivocada, en realidad es ese estilo musical que conserva las raíces rítmicas y la temática de un lugar determinado (cada país tiene su propio folclore), creándose así una fuente a la que irremisiblemente todo músico de verdad acude a beber y tomar fuerzas para seguir clamando en este desierto de la cultura. Es una referencia. Una equis en un mapa, si se prefiere este símil. El folk sirve de manual para hallar lamentos primitivos, runas intraducibles, muescas en la base de una herramienta, polvo y desolación; marcas y posadas para continuar un camino invisible. Los músicos formados, o que trabajan con la música folk, están en contacto de verdad con la poesía, y con instrumentos nuevos, aunque parezca que conocemos esos instrumentos (banjo, guitarra, tambor, platillo, harmónica, violín, y muchos más)… pero también conocen a la humanidad, la comprenden mejor que nadie.

Un ejemplo: Tunng, en su canción Bullets. Pocas veces he encontrado pensamientos de adolescente en viaje a la madurez que se corresponda tanto con los que tuve en su momento (yo y cualquier otro de esa generación). Un viaje que acaba con esa madurez plena, física, mental, espiritual. Un viaje en el que hemos podido perder equipaje, amigos, formas de pasar el tiempo, libertades y trozos de fe.

Green hills and enemies
These things they make us sentimental inside
(…)
You leave the church and taste
The air in your lungs
(…)
And all is undone
You whisper prayers into the dark
Up to a god in whom you´ve never believed

(Verdes valles y enemigos / estas cosas que nos vuelven sentimentales (…) dejas la iglesia y pruebas el aire en tus pulmones (…) y todo está deshecho / susurras oraciones en la oscuridad / hacia un dios en quien nunca creíste)

Efectivamente, durante un tiempo oraba a un dios que no significaba nada para mí… hasta que años más tarde las cosas cambiaron, y me vi con Dios de verdad, de frente; puedo asegurar que es algo completamente diferente, a pesar de que el blues de Blind Willie Johnson ya me avisba. Ya llegaremos a este momento. Tenemos aquí una muestra pequeña de una canción sobre la duda, la infelicidad, la parte oscura (¿raíz?) de una humanidad que quiere encontrar la salvación y la libertad, a su manera, como un pájaro sobre un fino alambre. Micah P Hinson, Kepa Junkera, James Yorkston, Nacho Vegas, Bonnie ´Prince´ Billy, Aroah, Matt Elliott, Alfredo Niharra, Simon & Garfunkel, Dayna Kurtz, Bob Dylan, Nick Drake, Tangle Eye, Xel Pereda, Townes van Zandt, Surfjan Stevens…. Son muchos los nombres que con su música y sus letras me han recordado la humanidad en la que estoy, sin tener que amoldarme necesariamente a la forma de ser de esta humanidad.

Es más, lo que me animan estos nombres es a volver la vista hacia esa humanidad, porque cuando uno pasa un tiempo con la vista en las cosas más profundas, a menudo olvida que de lo que se trata es de nadar como un salmón (“El Salmón” es también título de un trabajo de Andrés Calamaro, uno de los músicos folk más ilustres), es decir, contra la corriente, no fuera de ella.

Como un Alan Lomax(1) aficionado, sin llegarle ni a la suela del zapato, hoy buceo por estas aguas profundas, y de cuando en cuando me tropiezo con aliados que me describen, y pusieron voz en su día, sin intuirlo, a lo que hacen aquellos que escriben cosas sobre la música que les llena de vida. Ahí tenemos a Leonard Cohen (cohen significa sacerdote en hebreo), cuyo Hallelujah inspiró a Rufus Wainwright o Jeff Buckley, que una vez me dijo:

I cannot follow you, my love,
you cannot follow me.
I am the distance you put between
all of the moments that we will be.
You know who I am,
you´ve stared at the sun,
well I am the one who loves
changing from nothing to one.
(…)
and I will leave with you one broken man
whom I will teach you to repair.

(No puedo seguirte, amor / tú no puedes seguirme a mi / Soy la distancia que pusiste en medio / todos los momentos que seremos. / Sabes quién soy, / has mirado fijamente al sol, / soy el que ama / cambiar de nada a algo. (…) y te dejaré a un hombre roto / a quien te enseñaré a reparar.)

¿Sé en verdad quién soy? ¿Lo sabré acaso alguna vez?

(continuará)

Artículo escrito por Daniel Jándula

- 9, Belle and Sebastian – Dear Catastrophe Waitress
- 10, Tunng– Bullets
- 11, Leonard Cohen – You Know who I am

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1) Alan Lomax es uno de los mayores musicólogos americanos. En sus inicios, fue por todo el cinturón bíblico con una grabadora y un bloc de notas recopilando las canciones de los esclavos. Pero no se detuvo ahí, fue a varios países europeos, entre ellos España, para recopilar fragmentos de música popular, creando una obra musical monumental para la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. A título póstumo, se le otorgó un Grammy en 2003 por su contribución a la música, y se cuenta que el FBI estuvo siguiéndolo, quién sabe por qué razón.