Poderes mediáticos en la Iglesia

En la actualidad existen algunos factores que son un tanto novedosos y que afectan directamente a la vida del creyente; entre ellos cabe destacar la influencia que ejercen la prensa, la radio y la televisión en muchos aspectos de nuestras vidas, hasta el punto de que en algunas iglesias se echa mano de la actualidad mediatizante para buscar ejemplos prácticos que sean aplicables a la vida cristiana. No tengo nada en contra de tal metodología, hasta la he aplicado en algunas ocasiones, sin embargo es preocupante el abuso de tal o cual recurso si desplaza la única Luz en el Camino y Lámpara guía en el Caminar, esto es la Biblia. Cuando la Palabra de Dios es considerada como un elemento más o menos válido para formar un criterio que tenga consistencia y además lo adornamos con personajes públicos de la lírica, del deporte o del periodismo, con el fin de que el “mensaje cobre más fuerza”, devaluamos la Biblia y nuestro objetivo se transforma en un mensaje ecléctico que nos conduce a un secularismo natural. Hay que aclarar que “el otro mensaje” es el que está impuesto- TODO VALE-, mientras no le hagas mal a nadie (sin tener en cuenta lo que Dios piense de tus actos), y esta idea tiene consecuencias negativas que cumplen entre otras, las siguientes metas:

1. Alcanzar cotas de poder dentro de mi iglesia local. Es curioso observar cómo algunos “creyentes de verano” alcanzan niveles de responsabilidad que le son ofrecidos por su título o carrera universitaria, sin tener en cuenta que durante su proceso de supuesta hibernación se dedican a viajar a América, donde es verano.( en realidad no viajan, quería decir que ejercitan el ministerio itinerante a la vez que HACEN CAJA).


2. Conseguir un status socio-evangélico alto y velar porque el engranaje religioso funcione bien económicamente, no sea que haya que buscar un trabajo secular a media jornada y el trabajo del Obrero no sea reconocido como auténtico.


3. Ser políticamente correcto y solo aplicar el Mensaje del Evangelio a los incrédulos, no sea que los miembros de la iglesia se enfaden y dejen de asistir. Quizás sea este tercer punto una refundición de los anteriores, al combinar los poderes político y económico. Cuando hacemos una profunda reflexión del propósito de nuestras vidas y dejamos a un lado el mensaje salvífico de Cristo, puesto que ya hemos sido regenerados, relegando la predicación a los que no son salvos, tenemos una visión miope y perdemos bendiciones diarias para crecer en el proceso continuo de la santificación.

Sucede a menudo que cuando alguien tiene la osadía de comentar estos peligros que acechan a las iglesias, o es apartado por la indiferencia de algunos fariseos, o bien es tildado de crítica y murmuración. Sin embargo éstas y otras cosas suceden puntualmente y echar freno a tiempo significa que cada uno de los miembros de la iglesia tiene que ejercer SU RESPONSABILIDAD. Por fortuna no tenemos sacerdotes que piramidalmente sean superiores a los demás, en los que tenemos que dejar todos nuestros dones, para que él los ejerza por nosotros. ¿Verdad que sería un absurdo abismal?. Ceder nuestro Ministerio en la Iglesia viene a ser como decir que el Pastor es el que tiene que hacer que todo funcione a las mil maravillas, ya que para eso le pagan, y que para eso eligió ese trabajo. En una Iglesia Viva todos los miembros tienen su función y velar conjuntamente para que los poderes mediáticos no penetren en ella es responsabilidad de todos. Eso no quiere decir que nos cerremos en una burbuja y nos radicalicemos al modo “Taliban”, que parece estar muy de moda, sino que examinando todo, retengamos lo bueno. Espero que aquellos que se vean reflejados en el artículo cambien su actitud para edificación de la Iglesia de Dios. Si por el contrario, hemos logrado enfadarlos, o no han entendido nada, o han entendido demasiado bien que la Obra del Señor no se hace vendiendo palomas y cambiando monedas a la entrada del Templo.