Veo caminos y retos donde no los hay; bajo de mi medio de transporte para meterme en una ensoñación púrpura, en hambre y vapores de esa naturaleza que es la que realmente pelea por su supervivencia. Yo me limito a mirar el canal de Panamá, donde no hay sombreros panameños, sino un calor terrible y húmedo.
Miro la articulación de olas crujientes, miro el líquido amniótico, y me pregunto si sería capaz de emular a Richard Halliburton, que fue capaz de atravesar el canal a nado en 1928; pero no por placer o por superarse a sí mismo, sino por ahorrarse el peaje.
El Panamax, ese barco siempre rojo y siempre inquieto, lanza nubes de puro humo mientras se abre paso entre las olas. El periódico local de hoy sigue insistiendo en que los beneficios del canal pertenece a los habitantes de Panamá. Se oye el bocinazo de un barco lejano, norteamericano o chino, como contestación. Yo jugueteo con una tarjeta, esa tarjeta que de algún modo hoy me ha depositado aquí:
FELICIDADES. HA LLEGADO A SU DESTINO. PERO ESTE NO ES MÁS QUE EL PRINCIPIO. LA SIGUIENTE PARADA DE SU RECORRIDO ES LA SIGUIENTE:
Patagonia. Pozo azul. TIENE TODO EL TIEMPO DEL MUNDO ESTA VEZ. LE ESTARÉ ESPERANDO ALLÍ.
Y la llave pequeña que va ganando peso en mi bolsillo, mientras voy sabiendo más y menos cosas a la vez cada día. La articulación de Centroamérica se queja un poco, como si me comprendiese. También me comprende y se queja mi cuaderno, que ya se acaba, y su última página se hiere con la punta de mi lápiz, que atraviesa su ligereza, la mía, la de la tarjeta, que tiro al canal. Es un gesto instintivo que no comprendo del todo.
Pago la multa por tirar un papel al canal.
Por primera vez en mucho, mucho tiempo, trato de imaginar cómo es ese tal pozo azul dichoso de la Patagonia. Me acuerdo de lo que decía mi padre, antes de enfermar, eso de que si no sabía la forma de algo, que hiciera el esfuerzo de imaginarlo, antes de informarme, y que me sorprendería el resultado.
También funciona este juego con las cosas que echas de menos, esas cuya imagen no es más que un endeble trazo escrito en el viento.
Tarta de manzana. Casa. Bicicleta roja. Padre. Bolas de papel en el suelo de mi estudio. Madre. Especias en la casa de padre y madre. Tardes rojas junto a la autopista. Tardes de fútbol. Puente sobre el Mersey. Domingos por la mañana, bañados por la niebla tibia. Piano. Bancos. Libros en la pared de mi estudio. Eilena. Eilena. Eilena.
De nuevo, espabilo con un fuerte sonido: el Panamax. Las voces de la gente que me rodea se intensifican. Antes de cruzar al otro lado, dejo pasar unos minutos en silencio, con la cabeza algo inclinada hacia el suelo, los ojos cerrados y trémulos, los labios entreabiertos. Y hablo.
Me vuelvo a poner en marcha, no sin antes aprovisionarme de un nuevo cuaderno y un nuevo utensilio para escribir.
Encuentro hojas y plumas a la entrada de una casa. Encuentro hojas y plumas a la entrada. Encuentro hojas. Encuentro.
FIN DEL CUADERNO 2
TIERRAS. MÁS QUE UN LIBRO DE VIAJES
Aquí termina el segundo cuaderno con las aventuras y reflexiones de este joven inglés. Hemos viajado con él por todo México y Centroamérica, a través de esta obra que ve la vida como la mayor experiencia, y la fe en lo que no se ve, como la mayor de las aventuras.
De nuevo, gracias enormes a todos los que habéis seguido estos relatos. Espero de verdad que hayáis disfrutado y aprendido algo más, aunque sea sin mi intervención.
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http://books.lulu.com/content/1019931 Aquí podrás descargarte el primer cuaderno completo (de título Tierras: Desencuentro).
http://www.lulu.com/content/5421077 Este es el enlace al segundo cuaderno. Para las descargas, sólo hay que registrarse (sin coste alguno) en la página.
www.lahoradelosfantasmas.blogspot.com Es mi blog oficial, donde hay accesos a todos mis textos en Internet, incluidos estos artículos.
El 11 de enero sigue la aventura con el cuaderno 3: Sueño. Hasta entonces, felices fiestas, y por qué no, felices sueños.
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