Todo estaba a punto y la caminata comenzada, en palabras de Lucas:
“iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta”.
Allí estaba Jesús, un preadolescente -en teoría- como cualquier otro; pero, al regreso, sucede algo imprevisto: Jesús no aparece y sus padres los buscan durante días. Me imagino que la pregunta que repetían una y otra vez era: Dónde está Jesús?... Dónde está Jesús?...
Supongo que casi todos sabemos como termina la historia; Jesús estaba con los doctores de la ley en el Templo, dándoles lecciones de teología; no en vano les contesta a José y a María:
“no sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?”... Y se vuelve con sus padres en busca de la caravana de familiares y amigos como uno más de la compañía.
Es una historia preciosa, de la cual algunos podrían sacar impresionantes lecciones, pero
lo que a mí me interesa comentar no es nada más que la pregunta que -repito- me imagino que se harían sus padres vez tras vez: Dónde está Jesús?
Vivimos tiempos donde algunos, directamente, pasan de “la fiesta de la Pascua”, viven para ellos, sus vidas, sus trabajos y sus propias fiestas.
Otros, en cambio, viven inmersos en esta fiesta y todo lo que la rodea: “las hierbas amargas”, “la harina”, “el cordero”... Y viven por y para todo ello; pero sólo hay algunas personas que se preguntan: Dónde está Jesús?...
Cada día me da más tristeza lo que tengo que ver tantas veces, un cristianismo sin Cristo, una religiosidad sin Dios, y un fariseísmo absurdo, inmerso en días, fiestas y tradiciones en las cuales Jesús no está; peo nadie parece darse cuenta salvo un par de personas que, metidas en medio de toda esa compañía, sí tienen un lugar en su corazón y una preocupación intensa porque Jesús no aparece y al resto del pueblo parece no importarle.
Pronto llegará una fiesta, la de la Navidad, y los comercios, la publicidad y los medios de comunicación ya están más que adelantándola.
Preocupa la crisis, la venta de lotería se dispara, mucha gente ya está comenzando a comprar regalos e incluso comida para congelar, intentando hacer frente a la época que nos está tocando vivir y así repartir los gastos en varios meses; pero muy pocos se preguntan: Dónde está Jesús?
Os podéis imaginar como puede observar el propio Señor Jesús esta escena?...
Cristianismo sin Cristo...
Religión sin Dios...
Navidad sin nacimiento del Redentor...
A mí me preocupa, me quiero unir a José y a María, quiero buscarle, me muero por verle!!!...
A estos padres les costó cuatro días encontrarlo, pero hoy, a ti y a mí, no nos hace falta más que un segundo, el tiempo de elevar al cielo una oración y allí está Él, ansioso, triste por ver cómo se celebran tantas cosas sin buscarle; pero cerca, deseoso de que alguien tenga la valentía de ir contra corriente, dejar al resto de la caravana seguir su viaje e ir -camino de vuelta- buscando a ese precioso Jesús que vino como un niño para redimirnos -cuando se hizo hombre- muriendo en una cruz.
Yo no sé en qué lugar te encuentras, si cerca de las hierbas amargas, tirando del corderito o metido de lleno en la fiesta; pero sí sé dónde me encuentro yo. Me gusta la fiesta, la alegría y la compañía del resto de la gente; pero mucho más que todo eso quiero la cercanía de Jesús.
Hace mucho tiempo que Él pasó a ser el primero en mi vida y... cuando comencé a gustar de la delicia que supone estar muy cerca de su corazón, todo lo demás pasó a segundo plano; porque ya no me interesa nada en donde mi Jesús no sea el centro.
Es tarde, la caravana sigue su camino de regreso y los días pasan. Es hora de que comiences a preguntarte: Dónde está Jesús?
Te prometo que el momento en que le encuentres será el más feliz de tu vida, porque no hay nada mejor en este mundo que gozar de su presencia.
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