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DI y alternativas apologéticas en las ciencias

El Diseño Inteligente y las alternativas apologéticas en las ciencias (4/5)

El énfasis en el creacionismo primero, y el DI ahora, ha hecho que muchos cristianos ignoren importantes vetas apologéticas(87) más sólidas en el campo científico.
TUBO DE ENSAYO AUTOR Grupo F&C 01 DE NOVIEMBRE DE 2008 23:00 h

EL GÉNESIS Y LOS MITOS DE LA CREACIÓN
En los tiempos bíblicos, el debate de los orígenes no era científico, sino religioso, y en él la Biblia toma parte. Los mitos de los orígenes eran muy importantes en aquel mundo, y de lo que trataban era del papel de los dioses en la creación. La Biblia se enfrentó a unos complejos ciclos míticos en los que aparecían integradas las ideas “científico-religiosas” de la época. El mundo plano con un techo-cúpula rodeado de un océano aparecía junto a genealogías divinas.(88) Y frente a esto había que decir algo.

El contexto del Génesis es, pues, el de los mitos de los orígenes. Frente a ellos, el Génesis es un anti-mito. ¿Cómo desmitifican los relatos bíblicos de la creación? Lo fundamental no es que haya habido creación, ni que exista Dios, sino el tipo de Creador. La separación Creador/creación es lo que niega el carácter divino al universo.

 
Los relatos de los orígenes, en especial Gén. 1-2, son textos polémicos. La primera página de la Biblia elimina la batalla en la que Marduk venció a Tiamat, el abismo primigenio, cuyo cuerpo había partido para hacer el cielo y la tierra, que siempre conservarían algo divino. En el Génesis Dios domina la materia con su palabra y no hay nadie que oponga resistencia: “Dijo Dios...Y fue así.”(89) El Génesis reduce a lámparas a los poderosos dioses lunares mesopotámicos, como Sin, de la patria de Abraham, y Ra, el poderoso Sol de Egipto. “E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para dominar en el día, y la lumbrera menor para dominar en la noche.”(90) El Génesis ignora las poderosas estrellas, que afanosamente estudiaban los astrólogos babilonios para entrever el destino humano, mencionándolas de pasada: “Hizo también las estrellas.”(91) Tampoco se libran del anti-mito los aterradores monstruos marinos, como Leviatán, simples criaturas creadas por Dios: “Y creó Dios los grandes animales acuáticos.”(92) La denuncia alcanza también a Baal y a los dioses de la fertilidad tan adorados en Fenicia e Israel. La fertilidad es aquí regalada por el Creador a todos los seres: “Sed fecundos y multiplicaos.”(93) La diferencia Creador/creación, tendría grandes consecuencias en el futuro, en especial para la ciencia. Según Charles E. Hummel, químico y líder evangélico en EE.UU.:
“[...] el Génesis 1 preparó el camino para nuestra época mediante su propio programa de desmitificación. Mediante la eliminación de todos los dioses y diosas del cosmos, el relato de la creación del Génesis ´des-divinizó´ la naturaleza. El universo no tiene regiones o seres divinos que tengan que ser temidos o aplacados. La intensa fe monoteísta de Israel desmitificó completamente el mundo natural, abriendo paso a una ciencia que puede examinar y estudiar todos los rincones del universo sin miedo ni de intrusión ni de retribución.”(94)

Pero los primeros frutos de tal visión de las cosas tuvieron que esperar hasta que esa profunda percepción se unió al conocimiento y rigor del filósofo, científico y teólogo cristiano Juan Filopón, en la Alejandría del siglo VI. Filopón se inspiró en la visión bíblica de la creación, con su tajante división entre el Creador y su creación, para proponer lo que podríamos considerar como la primera gran teoría unificada de la ciencia. Según Aristóteles los astros estaban hechos de un material casi divino (la quintaesencia), cuyos movimientos no podían explicarse por las leyes físicas terrestres. Filopón escandalizó a muchos comparando al Sol con un fuego terrestre (podríamos ahí recordar la “lámpara” de Génesis 1) y al proponer que el movimiento de los astros no se debía a su carácter más o menos “sobrenatural”, sino al impetus (algo así como la inercia) que les había sido dado en el momento de la creación, al estilo de una piedra lanzada por el movimiento del brazo. La idea de una alternativa a Aristóteles no se olvidó, fue recogida por los árabes y pasó después a Europa.

EL “NATURALISMO” BÍBLICO
Los proponentes del DI y los creacionistas afirman que la evolución es una extensión de la filosofía naturalista/atea, y así el debate evolución/creación sería un debate entre dos filosofías o religiones: una que excluye a Dios y otra abierta a Dios. Su crítica al naturalismo como filosofía atea será compartida por muchos cristianos, pero en ciencia, el naturalismo es práctica habitual a otro nivel, el naturalismo metodológico.(95) No se trata de negar a Dios, sino explicar el funcionamiento de la naturaleza que, se asume, funciona mediante leyes regulares y predecibles.

Pues bien, debo recalcar que esto no es una filosofía atea. Esta presuposición fundacional para la ciencia se debe, como decíamos antes, a su enorme éxito histórico; pero tiene raíces… ¡cristianas! No estoy bromeando. Hace siglos, antes de que esta presuposición pudiese exhibir, como hoy, una larga lista de éxitos, ¿qué poderosa razón había para atreverse a ver el universo en términos “mecanicistas”? La historia de la ciencia muestra que el cristianismo fue una de las principales fuerzas detrás del naturalismo metodológico científico. Naturalismo que vemos ya en los textos desacralizadores del Antiguo Testamento, desde el Génesis 1 a la crítica de la idolatría, y que continuó en el cristianismo. Pero la Biblia, no solamente niega los dioses, sino que afirma la existencia de un orden y una ley puesta por el Creador.

Génesis 1 repite que Dios declara “buena” la creación. Otros textos insisten en la confianza en la estabilidad del universo, que no es víctima de ningún capricho incomprensible, generando una visión lineal del tiempo, en la que no son necesarios ritos cíclicos para mantener el universo: “Ciertamente ha afirmado el mundo, y no será movido”(96). En el siglo II a.C., un autor judío escribía: “Por decisión del Señor existen sus obras desde el principio: desde que fueron hechas, él fijó sus límites. Él ordenó sus obras para siempre, y su gobierno por todas las generaciones. Ellas no sufren hambre ni se fatigan y nunca interrumpen su actividad. No se chocan unas contra otras y jamás desobedecen a su palabra.”(97) El cristianismo extendió ese legado. En el siglo IV, uno de los padres de la iglesia más influyentes, Basilio de Cesarea, veía el “Produzca la tierra hierba, plantas que den semilla y árboles frutales que den fruto, según su especie,”(98) como una ley dada por Dios, vigente desde la creación.(99) Según el destacado físico Carl F. von Weizsäcker, las consecuencias científicas fueron que:
“[...] el concepto de leyes matemáticas exactas de la naturaleza, débilmente presente en el pensamiento griego, alcanzó un poder mucho más convincente gracias al concepto cristiano de creación. Creo, pues, que constituye un don del cristianismo al pensamiento moderno. Ahora vemos que ese don se usa contra la religión, de la que procede. Y ese asesinato del propio padre con el arma heredada de él se hace cada vez más ingenuo. Kepler fue un sincero cristiano que adoraba a Dios en el orden matemático del mundo. Galileo, y aún más Newton, que era más religioso, fueron sinceros cristianos interesados en la obra de Dios. [...] será bueno ver que el árbol del que ha salido esa nueva semilla trashumante de la ciencia, es el árbol del cristianismo; fue un como radicalismo cristiano lo que hizo que la naturaleza, entendida antes como casa de los dioses, pasara a entenderse como el reino de la ley.”(100)

Para los pioneros de la ciencia moderna, Dios controla el mundo con leyes que él ha puesto sobre el universo. Esta idea fue resultado de siglos de reflexión y lucha intelectual. El paganismo imaginaba numerosos dioses manteniendo la maquinaria cósmica. Muchos filósofos atribuían los movimientos planetarios a sus almas (los planetas serían seres vivos), o a “inteligencias” externas (equiparables a los viejos dioses) que algunos cristianizaron como ángeles.(101) Y fue Filopón, nuevamente, quien criticó con agudeza la validez científica y teológica de esas ideas, preguntando: “en qué parte de las Sagradas Escrituras han leído que la Luna y el Sol, así como cada uno de los planetas son movidos por ángeles”, y añadiendo: “Como si Dios, que creó la Luna, el Sol y los demás astros, no hubiese podido dotarlos de una fuerza motriz”.(102)

Inevitablemente, Filopón tuvo que enfrentarse a ciertos cristianos, como Cosmas Indicopleustes,(103) autor de la Topografía Cristiana, quien, con abundantes referencias bíblicas, grandes afirmaciones de ortodoxia e insultos a los “falsos cristianos” que aceptaban la esfericidad terrestre, reafirmó que los ángeles transportaban los astros por encima de una tierra plana en un universo con forma de arcón. Al final, las ideas de Basilio y Filopón se impusieron entre los intelectuales cristianos medievales, como Juan Buridan,(104) y el concepto de leyes naturales dadas por Dios fue una de las influencias cruciales en el nacimiento de la ciencia moderna en los siglos XVI-XVII.

LA BIBLIA Y EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA MODERNA
 
Si bien Dios garantiza la regularidad de sus leyes, es tarea del científico estudiar las obras de Dios para descubrir esas leyes. Pero para eso es crucial creer también que el ser humano es capaz de comprender la obra de Dios. En el relato babilónico Enuma Elish, los humanos son creados por Marduk para descargar a los dioses de su trabajo.

Por el contrario, el Génesis niega que Dios necesite alimentos y que los humanos hayan sido creados para ser sus esclavos, es Dios quien cuida y alimenta al ser humano como un hijo.(105) El ser humano, “imagen y semejanza” de Dios, es libre, encargado por el Creador de disfrutar y cuidar su creación. Semejante idea radical ha ejercido una profundísima influencia en la génesis y desarrollo de los “derechos humanos”, pero también alienta la esperanza de que podamos entender las leyes naturales que Dios ha dado al universo. Eso sí, debemos ponernos los guantes y trabajar. El físico y sacerdote católico Georges E. Lemaître, pionero del Big-bang, lo exponía así:
“La revelación divina no nos ha enseñado lo que éramos capaces de descubrir por nosotros mismos, [...] el creyente tiene la ventaja de saber que el enigma tiene solución, que la escritura subyacente es al fin y al cabo la obra de un Ser inteligente, y que por tanto el problema que plantea la naturaleza puede ser resuelto y su dificultad está sin duda proporcionada a la capacidad presente y futura de la humanidad.”(106)

La desacralización que lleva a un universo unificado (“la creación”), su sometimiento a las leyes del Creador, y la capacidad humana para conocer esas leyes del universo, fueron algunas de las aportaciones cristianas que favorecieron la aparición de la ciencia moderna. Francis Bacon decía de Prov. 20:27: “Pues que nada del mundo está vedado a la inquisición y averiguación del hombre, lo deja sentado en otro lugar, cuando dice: El espíritu del hombre es como la lámpara de Dios, con la que registra la interioridad de todo lo oculto.”(107) Una tarea así se convierte en una actividad casi mística, pensar lo que Dios había pensado antes. Ese es el “radicalismo cristiano” que hizo que la “casa de los dioses, pasara a entenderse como el reino de la ley”.

Próximo capítulo: Conclusiones


Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
Esta serie se corresponde con la intervención del autor en el Fórum de Apologética 2008



Referencias
87) Parte de esta sección está tomada de una conferencia que impartí en 2007, donde algunos conceptos se expanden más, y que está disponible en: http://www.delirante.org/delirantemente/archivos/delirante.org-ciencia%20y%20fe.pdf. Otros materiales anteriores relacionados aparecen en dos artículos: Pablo de Felipe. 1998. Sobre “el debate de los orígenes”. Alétheia 14:62-64. Pablo de Felipe. 2000. Apuntes para el debate histórico de la cosmología bíblica. Alétheia 17:67-76.
88) Se pueden encontrar traducciones de los principales textos sobre los orígenes de los pueblos que rodeaban a Israel en: M.-J. Seux y otros. La creación del mundo y del hombre en los textos del Próximo Oriente Antiguo. Editorial Verbo Divino, Estella (Navarra, España), 1982.
89) Gén. 1.
90) Gén. 1:14-16.
91) Gén. 1:16.
92) Gén. 1:21.
93) Gén. 1:22, 28.
94) Charles E. Hummel. The Galileo Connection: resolving conflicts between science & the Bible. I.V.P., Downers Grove (Illinois, U.S.A.), 1986, p. 218.
95) “la ciencia no tiene una regla especial para dejar fuera intervenciones divinas, sino la regla general de no ocuparse de ningún agente o poder sobrenatural. Esto es lo que significa sostener el naturalismo metodológico, así que es bastante injusto equiparar esto con el ateísmo metodológico.” Robert T. Pennock. 1997. Supernaturalist Explanations and the Prospects for a Theistic Science or "How do you know it was the lettuce?". Disponible en: http://www.msu.edu/~pennock5/research/papers/Pennock_SupNatExpl.html.
96) 1 Cro. 16:30. Otros textos son “También afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1). “Él fundó la tierra sobre sus cimientos; no será jamás removida” (Sal. 104:5). “Ciertamente ha afirmado el mundo, y no será movido” (Sal. 96:10).
97) Sab. 16:26-28. La Biblia de Jerusalén. Disponible en: http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/index.htm.
98) Gén. 1:11.
99) “Es este mandamiento el que, todavía hoy, está puesto sobre la tierra y, en el curso de cada año, despliega toda la fuerza de su poder para producir hierbas, semillas y árboles. […] así la naturaleza, recibiendo el impulso de este mandamiento inicial, sigue sin interrupción el curso de los tiempos hasta la consumación de todas las cosas.” Hexaemeron V.10. Citado en Christopher B. Kaiser. 1993. The creationist tradition in the history of science. Perspectives on science and Christian faith 45:80-89. Disponible en: http://www.asa3.org/ASA/PSCF/1993/PSCF6-93Kaiser.html.
100) C. F. von Weizsäcker. La importancia de la ciencia. Labor, Barcelona, España, 1966, p. 112.
101) Este disparate era todavía común en tiempos de Galileo que lo relata con sorna (y me temo que no haya muerto todavía). En una carta de Galileo (a Federico Cesi, 8-VI-1624) leemos: “[...]. En cuanto a lo verdadero y a lo falso, el P. Mostro no se adhiere ni a Ptolomeo ni a Copérnico; arregla la cuestión a su manera, que es muy expeditiva: introduce ángeles que sin ninguna dificultad mueven los cuerpos celes con los movimientos propios de ellos, y con esto nos debe bastar.” Galileo Galilei. Galileo: Antología (preparado por Víctor Navarro). Ed. Península, Barcelona, 1991, p. 339.
102) S. Sambursky. El mundo físico a finales de la antigüedad. Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 162.
103) Recientemente identificado como Constantino de Antioquía por Wanda Wolska-Conus. 1989. Stéphanos d´Athènes et Stéphanos d´Alexandrie. Essai d´identification et de biographie. Revue des etudes Byzantines 47:5-89.
104) “Uno no encuentra en la Biblia que haya Inteligencias encargadas de comunicar a las esferas sus movimientos adecuados; está permitido, pues, demostrar que no es necesario suponer la existencia de esas inteligencias. Se puede decir, de hecho, que Dios, cuando creó el universo, puso en movimiento las esferas como le plugo, imprimiendo a cada una de ellas un impetus que la ha movido desde siempre. Dios no tiene, por tanto, que mover más a estas esferas, excepto ejerciendo un influjo general parecido a ese por el que da su cooperación a todos los fenómenos. Así pudo descansar el séptimo día del trabajo que había realizado, comfiando las cosas creadas a sus causas y efectos recíprocos. [...].” Citado en A. C. Crombie. Historia de la Ciencia: de San Agustín a Galileo. Tomo 2: siglos XIII-XVII. Alianza Editorial, Madrid, 1993, 6ª reimpr., p. 69.
105) A lo largo de la Biblia, se presenta a Dios como el que provee para todos los seres (p. e.: Sal. 136:25). En el Nuevo Testamento, Jesucristo vuelve a retomar esta imagen (Mt. 6:26, 31, 32; Lc. 12:24, 29, 30).
106) Citado en Mariano Artigas. 1995. Georges Lemaître: el padre del big-bang. Disponible en: www.unav.es/cryf/georgeslemaitreelpadredelbigbang.html.
107) Francis Bacon. El avance del saber, I.I.3. Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 23.



Artículos anteriores de esta serie:
 1Diseño inteligente y alternativa apologética en la ciencia 
 2La polémica del Diseño Inteligente 
 3El desafío de la genómica 
 

 


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