Me encanta el saludo que le envía a Febe, una mujer, sí señores!!!... Una mujer, se refiere a ella como diaconisa y dice que ha ayudado a muchos.
Pablo no se olvida de nadie: Trifena y Trifosa, Andrónico y Junias, María, Urbano, Rufo...
Pero lo que más me gusta de todo es el saludo que les da al matrimonio que formaban Priscila y Aquila:
“Saludad a Priscila y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús”. No dice, mi colaborador Aquila y su mujer Priscila (saludo a la orden del día), sino que los pone al mismo nivel de colaboración y no sólo eso, tanto Lucas como Pablo nombran siempre primero a Priscila.
He leído explicaciones de todo tipo acerca de esto, que si Priscila pertenecía a una familia muy renombrada, que si ella tenía más conocimiento y más dones que su marido... Me da lo mismo, pero me encanta ver como pone a los dos al mismo nivel:
“mis colaboradores en Cristo Jesús”.
No sé si estáis de acuerdo conmigo, pero me da la impresión de que la colaboración de Priscila era bastante más amplia que la de “andar entre fogones”.
Me hace mucha gracia cuando hay quien encuentra claro-oscuros en la relación de Pablo con las mujeres; ya que este capítulo dieciséis de Romanos rezuma elogios a unas cuantas de ellas y no me quiero olvidar de Evodia y Síntique (carta a los Filipenses), quienes
“combatieron juntamente conmigo en el evangelio”. Creo que eso no se refiere a cocinar platos de judías, precisamente..., ¡digo yo!... Vamos!!!... Y, que conste, que no tengo en nada en contra de los platos de judías, y sé muy bien que en el calor de una cocina no sólo se han llenado estómagos sino que se han consolado corazones rotos e incluso almas han llegado a conocer al Señor.
Me encanta el apóstol Pablo, creo que le daré un abrazo muy especial cuando llegue al cielo. En los momentos en los que tiene que mostrarse duro, lo hace, no se anda con rodeos y le dice a todo un Pedro más de cuatro cosas; pero cuando tiene que ponerse tierno, se compara a una nodriza, y cuando habla del Señor Jesucristo no puede humillarse más: ”siervo de Dios y esclavo de Jesucristo”. Os confieso que se me deshace el corazón. Y me pregunto: por qué nosotros no somos así??...
Cuando hablamos del Señor, nos cuesta demostrar nuestros sentimientos y cuando hablamos de los hermanos aquí mejor me callo... Tanto nos cuesta alabar a nuestros propios hermanos y decir cosas afectuosas de ellos?
Hace unos días alguien me contaba que un Anciano de una iglesia le había dicho que todo eso de las emociones era diabólico. Bueno..., en una ocasión alguien me dijo a mí, más bien me intentó recordar, aquello de: “sea vuestro culto racional”, que los sentimientos son como un tobogán de sube y baja y que lo importante es la mente... Qué estoicismo!!!
Pues, señores míos..., sabéis qué os digo???, que yo me muevo por la mente, pero no sabría vivir sin los sentimientos.
Me encanta “achuchar” a mis hijos, con abrazos de oso, aunque los tres abulten más que yo; disfruto cuando encuentro a algún buen amigo al que hace tiempo que no veo y darle un par de buenos besos de esos sonoros y decirle cuanto le he extrañado, me gusta ser agradecida y reconocer -llena de afecto- a todos aquellos que me ayudan en el trabajo. Es que todo eso es tan difícil? Pues menos mal que somos latinos!!!... No sé qué sería si fuéramos sajones...
Valga esta pequeña reflexión para pensar en todas aquellas personas a las que amamos, darles una llamadita, mandarles un e-mail y decirles, qué caramba!!!, cuánto los queremos, que eso no cuesta dinero, pero vale más que el oro.
Por cierto, mis fieles lectores, un saludo afectuoso.
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