Se acabó el sermón

«El tiempo que destináis en conocer la voluntad de Dios lo desaprovecháis para cumplir la voluntad de Dios que ya conocéis», les dijo. De modo tan abrupto dio comienzo a aquel sermón. Pero lo sorprendente fue lo que siguió: «Doy por terminado mi sermón, marchaos y servid a Dios en esta hora».

Todos asombrados y algunos escandalizados fueron abandonando el lugar de culto a escasos minutos de haber dado comienzo la reunión. La mayoría volvió a su hogar, los jóvenes se reunieron en un bar, los niños fueron a un parque, los ancianos se quedaron a tomar café en el salón de la iglesia, y el predicador conflictivo dicen se fue a pescar al río.

Ni que decir tiene que la siguiente reunión fue menos frecuentada, y los asistentes se quedaron con los abrigos puestos. Temían que a los pocos minutos estarían en la calle. Esta vez el acto se convirtió en un coloquio. La pregunta fue directa «¿Cómo cumplisteis la voluntad de Dios en esa hora que os di de libertad?» La mente de todos se fue hacia la actividad de pesca del orador.

Les hizo escribir en una pizarra a cada cual lo que hicieron en esa hora. Desde lavar los platos, hablar con un vecino, pasear el perro, hacer la cena, ayudar al hijo a hacer los deberes, llevar el coche al auto-lavado, ir al cine, a patinar,… hasta aquellos que se dedicaron a predicar en la plaza, y por último el propio predicador que confesó no haber pescado nada en el río.

Todos reconocieron un rotundo fracaso. «Si nos hubieras avisado tendríamos preparado con tiempo qué hacer para servir a Dios», dijeron.

No lo veía de igual modo Vicente. «Servir a Dios no es provocar una situación artificiosa, si no tenerle en cuenta en los actos cotidianos. Si en cada actividad, además de amaros a vosotros, amáis a Dios y al prójimo, da igual lo qué hagáis, servís a Dios en todo», les dijo.

Desde el fondo de la sala se oyó decir a un joven socarrón: ¿Nos podemos ir ya? Con una carcajada final se puso fin a aquel coloquio que se extendió más de lo esperado. Salieron con la satisfacción de saber que el diario quehacer podría transformarse en un servicio continuado al Señor. La pregunta ¿cómo servir? se transformó en ¿qué es no servir?