Dios quiera que, a pesar de las dudas que muchos tenemos, este nuevo ministerio contribuya a paliar las desigualdades de este país. No obstante, a mí no me termina de convencer la idea la creación de todo un ministerio estatal con el fin fundamental de que los otros ministerios hagan bien su trabajo, pues para los ámbitos en donde realmente se produce la desigualdad -dígase trabajo, educación, justicia… etc.- ya existían costosos ministerios específicos desde hace tiempo.
Ya en su día escribí seis artículos consecutivos (1) en los que someramente trataba de esbozar un sustrato bíblico acerca del llamado a la igualdad entre géneros. Mi intención fue la de abordar
un asunto que muchos creyentes no terminan de verlo como un asunto espiritual, como si la maldición machista (Génesis 3:16) que, entre otras cosas, se opone al ejercicio de los dones que el Espíritu da a cada mujer no tuviera que ver con la Iglesia de Cristo.
Pensando en nuestras congregaciones, siempre me ha alegrado ver a pastoras o mujeres de influencia encabezando foros bajo el título de
El papel de la mujer en la iglesia o similares. Sin embargo, me persigue la gran sospecha de que en el día a día de la intrahistoria eclesiástica actual este espíritu bíblico de igualdad continua doblando sus rodillas con demasiada frecuencia ante la tradición machista de siglos y que se opone al nuevo pacto en el que ya
“no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús” (
Gálatas 3:28).
Para que haya un cambio real y para que se cultive un carácter colectivo fuerte en este sentido
, la mentalidad de igualdad de género debe comenzar explosionando desde la base, desde los oyentes más moldeables, ya sea en la
formación o encuentros para jóvenes y adolescentes así como en la escuela bíblica infantil, lugares en los que apenas se incide en esta perspectiva bíblica de dignificación y liberación de la mujer. Si mi percepción apunta bien, cabe plantearse si estamos ante un tabú o simplemente ante una cuestión de indiferencia, algo que sería más preocupante aún, pues estamos ante un mensaje profético que, por ende, no puede quedar relegado a meros congresos o foros interdenominacionales que, dicho sea de paso, muchas veces son tan “inter” que hasta parecieran no ser de nadie.
De todos los creyentes es sabido que la verdad liberadora del evangelio no ha sido revelada para esconderla debajo de la mesa sino para exponerla sobre el almud, incluyendo en este campo lumínico a nuestros hijos e hijas. La realidad actual es que hay mujeres cristianas que lloran en silencio bajo la gran paradoja de que el poder más liberador del universo no es otro que el evangelio mismo. No sé si la niña con la que soñaba Rajoy acudía a una iglesia evangélica, pero muchos anhelamos que nuestras hijas crezcan en un entorno empapado por esa gracia de Dios a la que ninguna maldición ni tradición humana o religiosa se oponga a la obra a la que el Espíritu llama a cada cual, confiados en que nadie ni nadia, ni miembros ni miembras, nos apartarán de
“aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” (
1ª Pedro 2:9).
(1) Puede ver la serie completa sobre La mujer y Biblia al final del artículo de este link
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