Recomponer las piezas sueltas

Hay tiempo de sobra para pensar, mientras el temporal cesa. Una vez más, me encuentro en medio de corrientes inquietas, y no todas ondean de azul oscuro, abismal. Los abismos más profundos viven dentro del pecho, en el lado izquierdo, más o menos. Las caídas más dolorosas viven por ahí también.

Pero el caso es que no podemos seguir viajando hacia México, ni tampoco arribar la isla. Únicamente tenemos la referencia del resplandor lechoso del gran acantilado, y distinguimos gorjeos de algún ave cuya especie desconocemos. Hace rato que Javier dejó de citar a Hemingway, y se retiró a roncar. Yo me quedo en cubierta empapándome de brisa bajo la tela amarillo fluorescente que hemos desplegado para resguardarnos. Necesito estar un poco solo.

Recuerdo Nedham. Me pregunto si debería volver a intentar la búsqueda de la ciudad en otro sitio, pero no lo encuentro. De todos modos, está tan lejos ese primer destino del lugar y estado donde me hallo, que tampoco sabría qué hacer allí. Todo ha cambiado este tiempo. Recuerdo que aquel día que pasé por la ciudad de nombre parecido (Needham) me inventé un pequeño poema que ya ha madurado, y ahora puedo poner por escrito. Es un buen poema añejo, me parece.
Parpadean las luces de los coches
Es demasiado tarde y pronto a la vez.
No me sonríe nadie, ni yo hago méritos

Otra pieza de este rompecabezas: volver a México. Supone regresar a algunas cosas que quiero negar (un nombre de mujer, un montón de dinero, indecisión…) y he de seguir yendo contra el viento del sur.
El verano ya se acerca
con el vuelo de los murciélagos arrepentidos,
camino, voy hacia el fulgor
recogiendo mis ecos entumecidos.

Apropiarme del agua y la tierra,
ir y en el fondo no ir,
empeñarme, llorar ardiente,
remontar el enésimo muro.

Todavía quedan algunas piezas por colocar en su sitio… no sé por qué, me sorprendo por unos momentos tratando de recordar cómo sonaban las voces de los miembros de mi familia, y cómo eran los rostros de los guías que me han acompañado de sol a sol, de historia paralela en historia paralela…

Sigue lloviendo, pero ya no tan fuerte como antes. Me acuerdo de aquel texto: “y un grande y poderoso viento rompía los montes, y destrozaba las piedras delante de Dios; pero Dios no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Dios no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Dios no estaba en el fuego. Y tras ese fuego un murmullo tranquilo y delicado”.
Sé que estás ahí arriba
que escuchas mis lamentos,
que sencillamente estás;
pero sólo puedo dedicarte hoy
un denso, frío y largo
aleluya.

Continuará…