María era una niña escocesa del siglo XIX, que soñaba con servir al Señor en Africa.
Después de muchos periplos y aventuras, María vio cumplido el sueño de su vida y no cabía en si de felicidad; pero, esta mujer, tenía un gran problema: su parecido con cualquier misionera de aquella época -al más puro estilo victoriano- era pura coincidencia.
A María le encantaba subir a los árboles, entremezclarse con los poblados de nativos, se quitaba las medias; porque eran un auténtico estorbo para cruzar los lodazales de aquella región africana y -para colmo- se cortaba los “rodetes” antiestéticos del pelo largo recogido, porque el calor la asfixiaba.
Toda esa serie de cosas eran un auténtico escándalo y un horror para los misioneros de la época, aunque a ella no le importaba ni lo más mínimo. Su meta era servir al Señor, liberando de la esclavitud del diablo y de las costumbres ancestrales que mataban muchas vidas, a los pobres nativos del Calabar. Cosas que consiguió en su inigualable e intensa vida.
- No puedo más!!!... no soporto esta presión!!!... está claro que no puedo ser yo misma!!!...
- Cómo dices???... no entiendo nada... Cómo que no puedes ser tú misma???
- Que no!!!... que no me dejan!!!... siempre están intentando calzarme en los zapatos de otros... y... lo siento... no son de mi tamaño...
- Por favor... explícate!!!
- Pues, está claro!!!... Si hablo, porque hablo; y si callo, porque callo. Si visto, porque visto; y si no visto, porque no lo hago. Si como, porque como; y si no como, porque dejo de comer. Está claro que un día de estos me van a volver loca...
- Quieres un consejo???
- Por favor!!!
- Sé tú misma, o -de verdad- te volverán loca.
Dios mío!!!... cómo me puedo sentir identificada con esa conversación!!!... pareciera que alguien estuviese describiendo mi propia vida, y -de repente- me acuerdo de María, de la preciosa María Slessor.
Es mi mayor felicidad servir a Dios con todo mi corazón, mis fuerzas y mi mente, tal como lo hago; pero, si algo no soporto, es el estar ahí al frente viendo cómo me convierto en una diana, a donde van a parar todos los dardos.
Recordáis al propio Jesús en el evangelio, cómo era criticado y lo que él contestaba???... “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía y dicen: demonio tiene. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe y dicen: he aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores”.
Me vuelvo a sentir identificada, pero esta vez, con la máxima humildad de que soy capaz, con mi Jesús.
Bueno, creo que no debo olvidarme de aquello de que... “El siervo no es más que su Señor”.
Me parecen infames las críticas, a veces tan injustas, que se hacen de las personas que van delante, recibiendo todas las flechas en su estandarte. Claro!!!... es más fácil “ver los toros desde la barrera”.
En una ocasión conocí a unos siervos del Señor, ya entrados en años. Su expresión era triste, su rostro cansado y tenían el alma demasiado fatigada. Eran la viva expresión de la amargura, amargura precedida de grandes dolores y grandes pérdidas que fueron quedando en el camino del servicio. Yo era muy joven en aquel entonces; pero aquel panorama me pareció tan horrible y dantesco, que me prometí a mi misma que nunca me pasaría algo parecido.
Es cierto que hubo momentos en mi vida, que -muchas cosas- en relación con el servicio al Maestro, me han hecho llorar lágrimas amargas; aunque siempre, siempre, acabo por volver a sonreír (podéis comprobarlo en la foto de arriba). Me encanta aquello de... ”Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”.
Sí, no quiero dejarme moldear por criterios ajenos, que nada tienen que ver con la espiritualidad.
“Si me molestan las medias”... me las quito!!!
“Si me pesan los rodetes del pelo”... me los corto!!!
Y no os podéis imaginar la de veces que -literalmente- me he subido a los árboles.... siempre me ha encantado... sobre todo si encuentro encaramada -en la rama más alta- una preciosa y estupenda manzana.
Como decía aquella persona de la conversación, tengo dos opciones: estar siempre sujeta al criterio de los demás, con lo cual nunca estarán satisfechos todos, además de volverme -literalmente- loca; o ser yo misma, obviamente puliendo todas las asperezas de mi vida que no le agradan al Señor, y ser feliz... y poder seguir sonriéndole a la vida y a las circunstancias que me rodean.
Desde aquí, reclamo mi derecho a que me dejen en paz de una vez por todas... y, pido encarecidamente...
DEJADME SER YO MISMA!!!
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