Los milagros pequeños

El viaje en ferry me ha mareado un poco, y todo aquello que se mueve demasiado rápido me agita profundamente.

Vuelvo a rascarme la duna que alguno de esos diminutos vampiros del Caribe ha levantado en el pálido desierto de mi brazo. Para mí son unos centímetros de piel que no percibo hasta que algo altera su ecosistema. Para unos insectos es toda una superficie por descubrir. Y arriesgan mucho al intentarlo.

Cuba es un lugar donde los animales están hechos a escala. Aquí, y sólo aquí, viven el anfibio, el murciélago, y el ave más pequeños que se conocen. Y no sólo eso, sino que además gran parte de la naturaleza, tanto de la fauna como de la flora del país, está en constante peligro de extinción. Son pequeños milagros.

Estas muestras pequeñas, al menos para mí, son lo que Dostoyevski llama en Los hermanos Karamazov el “milagro de la contención”, o mejor aún, “la elección de Dios de frenar su propio poder”, como leí en el escrito de un filósofo hace algún tiempo.

Más impresionante que un gran prodigio es la capacidad del silencio y de aportar pequeños detalles en la naturaleza.

Más abrumador que una zarza ardiendo es el pequeño chasquido en un corazón arrodillado en el rincón de un alma en busca de Dios.

Un poco más adelante, a propósito de la redención, el mismo filósofo pregunta: ¿Por qué Dios prefiere esta manera lenta y misteriosa de hacer justicia en vez de usar una venganza rápida?

Hace un buen atardecer, perturbador, mágico, e inequívoca y asombrosamente naranja para pensar en estas cosas.

Más agua de coco y más miradas de desconcierto ante los datos que doy de una familia García. Hay cientos de familias con ese apellido aquí.

Sólo una respuesta tengo para todas mis preguntas: ir más allá de la paciencia, de la simple coherencia. O lo que es lo mismo: remar contra el viento. O lo que es igual: caminar hacia la luz.

Una última metáfora: aferrarse a los milagros pequeños. Pocas cosas hacen falta en el fondo para ser feliz, para hallar un sentido a todo.

Aquí parece que lo han aprendido más deprisa que en otros lugares del mundo.