Todas estas cosas son necesarias para el crecimiento y cada cual puede llevar su parte de razón, pero en mi humilde opinión
en España nos estamos poniendo un poco nerviosos en medio de este desierto espiritual que nos ha tocado vivir actualmente y buscamos desesperadamente fórmulas para sumar o multiplicar el número de miembros en la congregación sin tener en cuenta otros aspectos que Dios nos ha mostrado a través de su Palabra y de la historia del cristianismo.
Me gustaría contribuir modestamente a este tema del crecimiento en la iglesia mediante una serie de reflexiones personales que paso a comentar a continuación:
Hay un crecimiento natural en la iglesia que hay que buscar mediante los recursos normales que Dios ha puesto a nuestra disposición: la oración, el estudio bíblico, la adoración, la evangelización, el discipulado, la comunión fraternal y demás disciplinas espirituales. Estos recursos deben llevarse en conjunto a la práctica de forma equilibrada y perseverante (
Hch 2:46-47).
Es peligroso enfatizar uno de ellos a expensas de los demás. Por ejemplo, si solo se ora o evangeliza para crecer y se descuida el estudio bíblico podría surgir entre la congregación el analfabetismo espiritual que conduce a la ignorancia y al fanatismo; y si sucede a la inversa, podría aparecer el frío cristianismo carente de amor y sensibilidad que produce mucha palabrería pero pocos frutos. Asimismo es imprescindible perseverar siempre aunque pasen los años. La practica asidua de estas disciplinas fortalece la fe y hace que experimentemos el tipo de avivamiento normal (existe otro avivamiento extraordinario que luego mencionaré) al que hemos sido llamados (
2 Pe 1:3-9), lo cual no significa la perfección ni que no existan problemas, ya que la iglesia primitiva estaba avivada pero tenía imperfecciones y surgían problemas de vez en cuando.
La norma de Dios es que una iglesia viva en el poder del Espíritu realizando pacientemente la obra de edificación y evangelización. Pero a veces la iglesia, ante la rutina que conlleva parte de la vida, deja de perseverar, cede en la disciplina espiritual, pierde el primer amor y cae bajo la influencia del mundo. Cuando esto sucede entonces no existe más camino que el arrepentimiento delante del Señor y el deseo de volver al primer amor. Dios escucha la oración genuina del creyente que desea hacer frutos dignos de arrepentimiento, y le renueva con poder para continuar en la dinámica del avivamiento (
Ap 2:4-5). Sin esta dinámica la iglesia carece del poder necesario para crecer internamente e influenciar a la sociedad que le rodea.
El crecimiento en la iglesia significa no solo cantidad sino calidad. Podemos obsesionarnos por la cantidad pero descuidar la calidad. Pueden existir iglesias muy numerosas con muchos de sus miembros inconversos o sin vida del espíritu e iglesias pequeñas pero con la mayoría de sus miembros consagrados a Dios. Es normal y saludable que la iglesia crezca en cantidad, pero no siempre se puede asociar crecimiento numérico a éxito. El éxito de una iglesia, según Dios, no se basa solo en los números sino también en la fidelidad y en el amor mostrados hacia el Señor y su obra durante largos años (
Ap 3:7-11).
Hay congregaciones que trabajan fielmente tanto en la edificación del cuerpo como en la evangelización, pero que no experimentan un crecimiento notable. ¿Cuál es entonces el misterio? La Biblia y la historia de la iglesia demuestran que no siempre es posible conseguir ricas cosechas de almas y que muchas veces tocan vivir tiempos difíciles donde habrá escasez. Todo esfuerzo en pro de la extensión del evangelio ejerce una gran influencia en la historia de la salvación de los pueblos y de las gentes, pero el tiempo de recogida del fruto lo establece el Dios de la historia, quien se vale de ésta y de los diferentes cambios religiosos, políticos, económicos y sociales para asentar su reino en la tierra. Jesús mismo les aseguró a sus discípulos que gracias a la labor de otros que sembraron y trabajaron sin ver una gran cosecha, ellos recogerían los frutos sin tanto esfuerzo (
Jn 4:38-39).
Los factores sociológicos y políticos tienen su importancia en el avance del evangelio y en el mayor o menor grado de crecimiento de la iglesia. Podemos pensar que Dios trabaja independientemente de toda barrera religiosa, política, económica, cultural, etc, y que ante su omnipotencia estas cosas no deben tomarse en consideración. Sin embargo, la Biblia y la historia no nos dicen eso, más bien nos hablan de un Dios que se sirve de los diferentes fenómenos sociales para cumplir sus propósitos: la elección de un nuevo gobernante trae aparejado el levantamiento nacional y espiritual de Israel (
Esd 1:4); la invasión de un pueblo enemigo despierta un celo de avivamiento en los israelitas (
Hab 1:5-11); la construcción de calzadas y la vigilancia de las tropas romanas frente a los delincuentes hace más rápido y seguro el avance del evangelio por todo el imperio romano en la época del N.T.
La tradición religiosa de cada cultura también influye en el crecimiento del evangelio: Pedro predicó a los judíos y se convirtieron a miles, después Pablo hizo lo mismo con los paganos pero los resultados fueron menores, y a veces muy pocos convertidos (
Hch 17:32-34). En el año 1859 se produjo un gran avivamiento en Irlanda del Norte, en la cual convivían católicos y protestantes presbiterianos, sin embargo el citado avivamiento solo afectó a los protestantes quienes recibieron el fuego del espíritu porque basaban su fe en un cristianismo bíblico, mientras que entre los católicos nada sucedió.
El fenómeno de la inmigración en nuestro país está llenando las iglesias de personas de latinoamericana y posibilitando que muchos musulmanes escuchen el evangelio. Todo esto nos debe hacer pensar en la obra en España y tener paciencia ante los cambios sociológicos negativos o positivos que se avecinan. Nuestra labor es seguir trabajando dentro y fuera de la iglesia, sin afanarse por las cifras ni deprimirse por los pocos convertidos. Dios está al control de todo y esto debe bastarnos para estar tranquilos (
Hch 1:6-8).
Por último, conviene mencionar ese avivamiento extraordinario que en nuestro país muchos anhelan ver para que se acabe la sequía espiritual y la iglesia crezca.
Si estudiamos los avivamientos bíblicos y posteriores del cristianismo, encontraremos que antes la iglesia fue limpiada y preparada (el avivamiento primariamente tiene que ver con la iglesia antes que con los perdidos, ya que estos no tienen necesidad de avivarse, sino de convertirse).
Habacuc ora que Dios avive su obra en medio de los tiempos, pero antes se humilla ante la palabra de Dios y pide en oración misericordia y perdón por los pecados del pueblo. (
Hab 3:2). El Señor puede, en su soberanía, traer un avivamiento para purificar primero a su iglesia mediante un derramamiento poderoso de su Espíritu y después extender el fuego a los no creyentes.
Pero antes debemos hacer un diagnostico serio de la condición espiritual de nuestras iglesias y responder a preguntas como: ¿La predicación y la enseñanza es Cristocéntrica con un especial énfasis en tomar la cruz? ¿Hay más interés en las experiencias sobrenaturales que en la obediencia a la Palabra de Dios? ¿Ponemos el suficiente celo y compromiso en el evangelismo y las misiones? ¿Ha entrado el mundo en la iglesia, o la iglesia en el mundo? ¿Se toleran situaciones pecaminosas y se descuida la buena disciplina? ¿Existen divisiones entre miembros, falta de perdón y de amor? ¿Existe una actitud materialista, hedonista e individualista entre los miembros faltando la generosidad, la capacidad de abnegación y la entrega a los hermanos? ¿Los lideres son solo lideres para realizarse únicamente en su ministerio y ejercer excesivo control sobre la grey o siguen el modelo de discipulado de Jesús que consistía en dedicar tiempo para preparar discípulos, dándoles ejemplo, amor, enseñanza, disciplina y delegándoles responsabilidades?
Si las respuestas globales son negativas entonces necesitamos urgentemente orar por un avivamiento en las iglesias.
Los hombres no pueden fabricar un avivamiento, sin embargo Dios busca ciertas actitudes en sus líderes y en su pueblo antes de bendecirlos. Arreglemos las velas de nuestro barco humillándonos y orando con perseverancia; prediquemos la santidad y enseñemos en las congregaciones los avivamientos del pasado para que si sopla un día con gran intensidad el viento de Dios nos halle bien dispuestos (
2 Cr 7:14), (
Mt 3:3).
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