Sin embargo estudiando este pasaje del evangelio (Lc13:1-5) se pueden extraer unas reflexiones muy serias de parte de Jesús. Considero que estas reflexiones también se pueden aplicar a lo sucedido en el 11S y 11M, y también son para tener muy en cuenta en nuestra cosmovisión de la vida y de las tragedias humanas.
Quisiera, sin ánimo de ser exhaustivo, entresacar cuatro lecciones de este texto de Lucas: la primera es que Jesús no da explicaciones del porque sucedieron semejantes tragedias o porque Dios no las impidió.
Al día siguiente de caer las torres gemelas, un compañero de trabajo, que sabía que yo era creyente, nada más verme, y con tono un poco airado, me preguntó porque Dios lo había permitido. Es típico de no creyentes, y también de creyentes, preguntar con cierta indignación porque sobreviene este tipo de catástrofes.
Es cierto que podemos dar algunos razonamientos para explicar ciertos sucesos, por ejemplo, que la torre de Siloé pudo haberse desplomado por un error humano en su construcción, o el hundimiento de las torres gemelas y la masacre de Madrid fueron causadas por la maldad de algunos hombres; pero esto no impide que a veces quedemos perplejos ante las terribles desgracias que ocurren y ante las que Dios parece estar ajeno. Ante estas cuestiones, sin embargo, hay que reconocer que la Biblia no nos engaña, y asume que mientras vivamos en este mundo caído continuaran existiendo tragedias humanas de todo tipo. Jesús mismo se lo advierte a sus discípulos (Mt 24:4-7).
El problema que tenemos los cristianos aquí en occidente es que vivimos recluidos no en el realismo de las Escrituras sino en la seguridad aparente que produce una sociedad tan moderna y desarrollada como la nuestra. Por tanto se puede concluir que Dios, al igual que no le ofreció explicaciones a Job por su sufrimiento, tampoco suele explicar porque permite otras desgracias. Mas bien, en vez de revelarnos el porqué, nos revela el para qué, pues nos promete que todas las cosas que acontezcan sean buenas o malas de alguna manera redundaran en nuestro beneficio personal. También nos promete consuelo y profunda empatía para consolar al que sufre (2Co 1:3-11).
La segunda lección que podemos aprender es que la muerte puede llegar al ser humano de muchas formas. A los cristianos de occidente nos cuesta asimilar que Dios nos llame a su presencia a través de un accidente, atentado, catástrofes naturales, etc. Estamos, más predispuestos a morir de viejos o por alguna enfermedad que por un hecho trágico. Recuerdo hace unos años cuando el telediario anunciaba el derrumbamiento del techo de una Iglesia Evangélica en un país de Sudamérica que no recuerdo, y en la que murieron muchos creyentes. Con mencionar esto no quiero ser catastrofista, espero que el lector sepa interpretar las cosas en su contexto ya que obviamente no se producen accidentes de este tipo todos los días, ni debemos vivir temiéndonos lo peor. Solo pretendo recordar que debemos estar preparados para que sucesos como este u otros no derriben nuestra fe.
La tercera lección que Jesús nos presenta es que para Dios no hay ningún inocente en términos absolutos. En este mundo solemos catalogar de inocentes a los pobres, los desamparados, los que sufren injusticias por parte de gobiernos corruptos, los que no tienen culpa de las guerras, los ciudadanos respetables que no hacen mal al prójimo y sufren desgracias.., y por ello, se tiene la idea de que Dios es injusto al permitir que los inocentes sufran. Es verdad que son inocentes, pero lo son en términos relativos ya que en el fondo son también pecadores que desobedecen a Dios y necesitan arrepentirse, de lo contrario irán a la perdición si han oído el evangelio y lo han rechazado (si no han tenido la oportunidad de escucharlo Dios les juzgará de acuerdo a sus conciencias).
A algunos creyentes les cuesta creer que el vecino de al lado que es tan bueno y majo (incluso más que otros llamados cristianos) se tenga que ir al infierno. Pero Jesús, para quien no existe nadie bueno, no opina igual, él dice ante las tragedias de Siloe y masacre de Pilatos:
“si no os arrepentís igualmente pereceréis”. Duras palabras del maestro, parece que él emplea otro criterio más elevado que el nuestro para medir la bondad y la inocencia del ser humano.
La cuarta y última lección es que las tragedias como las del 11-S, 11-M y otras más, nos deben llevar a una profunda reflexión sobre la existencia humana. Jesús ve más trágico la perdición eterna del hombre que la caída de unas torres o una masacre a manos de hombres perversos. El corazón del hombre está muy endurecido, y solo parece que el sufrimiento puede quebrantar ese corazón de piedra. Para evitar la perdición del ser humano, El señor se vale, a menudo, del dolor cual megáfono que le grita al hombre que se vuelva a El en genuino arrepentimiento. C.S Lewis, famoso escritor cristiano decía en uno de sus libros acerca del problema del sufrimiento que “Dios nos susurra en el placer, pero nos chilla en el dolor”.
De aquí en adelante es posible que continuemos presenciando muchas tragedias. El avance del terrorismo, los problemas ecológicos, la violencia, las epidemias, la decadencia moral ... amenazan al mundo y también probarán la fe del creyente.
Como cristianos comprometidos tenemos que seguir siendo, sin temer nada, una voz profética a esta sociedad imitando a nuestro maestro quién no predicaba precisamente un evangelio “light” de salvación sino que comenzó su ministerio diciendo
“arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 4:17). Por otra parte debemos mirar también hacia dentro de la iglesia y examinarnos por si quizá tengamos alguna cosa seria de que arrepentirnos: “tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras...” (Ap 2:4-5).
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