La nota,
situada en México por Álex Navajas, enviado especial, cuyo apellido le viene bien porque en el país azteca decimos que alguien “amarra navajas” cuando busca pelea o azuzar y preparar a otros para que lo hagan, en poco espacio ofende y mal informa.
No es cierto que el cristianismo evangélico latinoamericano crezca a expensas del catolicismo. Crece por la decisión de quienes por voluntad se convierten a este credo. Tampoco es verdad que la expansión se deba, como dice con cuchillo filoso el señor Navajas, por los misioneros que “cayeron como una plaga sobre Hispanoamérica especialmente a partir de los años 50” del siglo XX. Desde hace casi siglo y medio, en términos generales, el protestantismo está bien asentado en las naciones de habla hispana y su avance se debe primordialmente a factores y personajes endógenos, no a plagas externas que desangran el proyecto hispano católico.
Hay que informarle al desinformado Álex Navajas que la multinacional de la fe con mayores recursos económicos (poseedora de bancos o con participación en muchos de ellos) y contactos políticos de primer nivel por todo el mundo, tiene su sede en Roma y es encabezada por el Papa en turno. Por lo tanto es un despropósito lo siguiente: “Las potentes multinacionales en que se han convertido muchas de las sectas han encontrado un excelente caldo de cultivo entre los pobres e ignorantes del Continente: a cambio de ofrecerles ‘sanaciones milagrosas’, ropa, alimentos o dinero, más de 8,000 personas se pasan a diario a algunas de las miles de sectas que operan en Hispanoamérica, según ha revelado la organización Juventud y Familia Misionera (católica, pero por supuesto, CMG)”.
El enfoque de la nota esta súper ideologizado, en consecuencia vuelve a la cantaleta esa de las “sectas”. Hace uso del término en un sentido peyorativo, que descalifica a quienes considera sectarios y les presenta como personas peligrosas para la integridad de los demás. Denigra a los pobres, les considera incapaces de elegir algo que en la cultura de la pobreza es fundamental: hacia dónde canalizar el sentido religioso de la vida. Les imagina en una versión caricaturizada, como mercenarios que se venden a quien les hace la mejor oferta. Esto es en extremo discriminatorio, muestra del racismo subyacente en las capas pretendidamente ilustradas que hacen periodismo en España, aunque no nada más allá.
Una de las fuentes usadas por Álex Navajas es un sacerdote católico español, Higinio Izquierdo, quien “atiende numerosos poblados de la selva maya”. No nos dice en qué área desarrolla su trabajo, pudiese ser en México o Guatemala, ya que la selva maya es compartida por los dos países. Independientemente de los juicios del sacerdote que recoge el enviado de “La Razón”,
llama la atención que le pase desapercibido el rol histórico jugado por el catolicismo entre los mayas. La católica fue la religión de los conquistadores españoles, que impusieron a los indígenas, a éstos les negaron su condición humana y expoliaron sus riquezas. Para Navajas el estado de sacerdote católico endogeniza al cura, deja de ser extranjero y hasta tiene autoridad para descalificar a otros extranjeros, aunque en realidad sean mexicanos mestizos o mexicanos de trasfondo maya.
Para el conocimiento del periodista de la publicación española le pasamos un dato, es precisamente en las tierras mayas donde el protestantismo tiene raíces profundas. En algunas zonas el cristianismo evangélico tiene cerca de ciento veinte años de presencia. Si hubiese honradez intelectual, y ganas de conocer las dinámicas del cambio religioso entre los pueblos mayas, Álex Navajas, y los editores de su periódico que permitieron saliera a la luz pública una nota informativa tan llena de medias verdades y mentiras completas, podrían recomponer la imagen distorsionada que tienen si leyesen un libro colectivo, coordinado por dos antropólogos de prestigio y con amplia obra publicada, Mario Humberto Ruz y Carlos Garma Navarro.
En el volumen publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México, la mejor universidad de Hispanoamérica, y titulado Protestantismo en el mundo maya contemporáneo, es criticada la llamada teoría de la conspiración. Tal teoría, que es una seudo explicación, dice que unos cuantos misioneros blancos compraron con el oro de Washington la lealtad religiosa de miles y miles de indígenas que se venden al mejor postor. Por su parte en la obra de Ruz y Garma se hace un llamado a la seriedad académica, consideran inadecuada la teoría de la conspiración “para explicar un fenómeno particularmente multivocal como es el de la conversión religiosa”. Sostienen que los mayas conversos para nada son seres pasivos, “… considerar tal cosa sería caer de nuevo en el error de visualizarlos como entes desprovistos de capacidad analítica y no como actores sociales de su propio destino”.
Al comentar uno de los ensayos que integran el volumen, Ruz lo resume así: “Nos muestra en forma clara lo equívoco que resulta la postura de ciertos científicos sociales (y ciertos periodistas, como Navajas, y sacerdotes católicos como Higinio Izquierdo, digo yo, CMG) que arguyen que a una conversión protestante le sigue inevitablemente la pérdida casi total de las tradiciones o costumbres
‘tradicionales’, siendo que en realidad ocurre una resignificación tanto de conceptos como de patrones de conducta cotidiana; en suma, una nueva identidad religiosa; una peculiar manera de ser protestante sin dejar de ser maya”.
Don Álex, como decimos en México, ¿para qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo?
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