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De Navenchauc a San Cristóbal de las Casas

Entrevista a René y Carla Sterk (IV)

Ofrecemos la cuarta parte de la entrevista con Carla y René Sterk, misioneros por casi cuatro décadas (1966-2005) en Chiapas. Como ya dije, decidí suprimir mis preguntas, con el fin de darle mayor fluidez al resultado de la conversación sostenida con ellos.
KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 13 DE JULIO DE 2007 22:00 h

Carla: Salimos de Navenchauc porque aceptamos la invitación de los líderes cristianos evangélicos tzotziles de Huixtán, Chenalhó, Chamula y otros lugares, porque la obra del Evangelio estaba creciendo y como era difícil, por el transporte, que nos fueran a visitar a Navenchauc, nos invitaron a mudarnos a San Cristóbal de Las Casas (antigua capital de Chiapas y puerta de entrada para los pueblos indios de la entidad, CMG). Al mismo tiempo entró el Partido Acción Nacional, antes todos los zinacantecos siempre votaron, cien por ciento, por el PRI. Hubo un conflicto muy fuerte, llegaron a la clínica varios lastimados y golpeados. Coincidió con la jubilación de los misioneros Van Engen, quienes dejaron libre su casa en San Cristóbal y la Misión de la Iglesia Reformada nos propuso ocuparla y trabajar en el Instituto Bíblico Tzotzil.

René: Después de esa década allá, en Navenchauc, estuvimos pensando ir a otra comunidad, pero nos invitaron a venir a San Cristóbal porque los otros misioneros se habían ido. Por lo tanto hacía falta personal en la Escuela Bíblica, en otras áreas de producción de literatura, etcétera, en Huixtán, Chenalhó y San Andrés. Entonces vinimos aquí cuando se desocupó la casa de un misionero que se jubiló, llegamos por invitación de nuestra Misión a vivir en San Cristóbal y trabajar con los cinco dialectos del idioma tzotzil.

Debo subrayar que no fue tanto la Misión, fue la Iglesia presbiteriana entre los tzotziles que nos invitó. Aceptamos aunque nuestros niños no querían por nada salir de Navenchauc, era su paraje, su casa y cuando salimos ellos pensaron que iba a ser un mal vivir en la ciudad, encerrados entre paredes y las calles.

Sin embargo, el cambio tuvo un aspecto positivo porque de allá salieron de la cultura indígena para empezar a adaptarse un poco a la cultura mestiza. Porque aquí jugaron basketball, tenían amigos mestizos. Esto fue muy importante para ellos porque cuando fueron a la escuela, en los Estados Unidos, hubiera sido un cambio brusco y grande brincar de una cultura indígena hacia la cultura norteamericana. El paso intermedio de estar aquí en San Cristóbal fue una etapa muy crucial para poder hacer esos otros pasos. Entonces vemos la mano de Dios en todo esto, que estuvimos diez años en Navenchauc, cuando estaban creciendo nuestros hijos.

Cuando tenían ya una edad de once y nueve años, respectivamente, ya estuvimos en San Cristóbal. Lo que pasó fue que no perdimos nunca la conexión con los indígenas de Navenchauc, porque ya había empezado la obra, tuvimos doce familias de creyentes.

Sin persecución fuerte en ese tiempo, amenazas y sospechas sí, pero pudimos siempre hablar abiertamente con los líderes y decir que no estábamos haciendo nada amenazante. Hasta los invitábamos para que vieran lo que hacíamos en el culto. Cuando salimos y vinimos a San Cristóbal, los mismos zinacantecos empezaron a extender el Evangelio entre sus familias. Fue entonces cuando inició el problema en Navenchauc, las persecuciones. Lo que aprendimos de eso fue que un misionero no es amenaza a su cultura, porque ellos pueden aceptar o rechazar lo que quieran. Pero cuando su propia gente empieza a compartir el Evangelio, y unos de ellos no lo hicieron muy sabiamente (lo hicieron en una forma muy agresiva), con eso empezó la persecución. Dos años después de que salimos de Navenchauc hubo la primera expulsión de creyentes. El primer creyente, el joven que antes mencioné, tenía la idea de que debía decir a sus amigos y a otros sobre la inexistencia de los santos, que eran imágenes solamente. La reacción del otro lado fue tan fuerte, tan negativa, que nos costó otros diez años reparar el daño que hizo eso.

La intención fue cambiarnos a San Cristóbal para ayudarles en el discipulado y la educación. El Instituto Lingüistico de Verano por esos años estaba saliendo, y no tenían mucho personal aquí. Entonces los líderes evangélicos indígenas solicitaron unos misioneros que pudieran trabajar con todos, y no solamente con los de Zinacantán. Nos invitaron a trabajar con todos los tzotziles. Estuvieron de acuerdo los misioneros del Instituto Lingüistico.

Carla: Porque ellos querían concluir con las traducciones del Nuevo Testamento, entonces nos apoyamos mutuamente.

René: Fue en el mismo tiempo cuando estaba creciendo mucho la persecución contra los cristianos evangélicos. Los chamulas creyentes nos pidieron que estuviéramos cerca para ayudar a los expulsados. Tuvimos dos trabajos principales: uno fue ayudar a la Iglesia sufriente, y otro enseñar a los líderes en el fortalecimiento de la Escuela Bíblica Tzotzil, producir materiales en esta lengua, ya que teníamos más o menos un buen manejo del tzotzil. Nos enfocamos en ayudar a los líderes con cursos, y en ayudar a los expulsados, que ya eran miles.

Carla: Compramos el terreno que más tarde fue Betania (segunda colonia formada por los evangélicos expulsados, CMG), fue un trabajo arduo dividirlo en lotes. Primero les ayudamos a levantar Nueva Esperanza (primera colonia de expulsados por el cacicazgo imperante en San Juan Chamula, CMG), y después Betania, para los chamulas que no querían vivir tan cerca de la ciudad. Después lo hicimos con Vida Nueva. Pensábamos que en Betanía era muy grande el terreno, y que nunca se venderían todos los lotes. Esto fue a principios de los años ochentas.

Nos sentíamos responsables para con los expulsados, porque estaban sufriendo a causa de seguir la Palabra de Dios. Muchos antropólogos dijeron en esos años que la Palabra de Dios significaba división de familias, muertes de personas, destrucción de culturas. Entonces pensamos que era nuestro trabajo ayudar a los perseguidos. Una vez hablé con una mujer expulsada, le pregunté si estaba enojada, triste o con ganas de regresar a su comunidad de origen, y su respuesta fue que no, que se sentía libre de toda la opresión de los chamanes y que estaba feliz. Sentimos la responsabilidad de pedir a otros hermanos y hermanas, primero en Chiapas, en México y en los Estados Unidos y otras partes del mundo, para que nos ayudaran a comprar terrenos a los que pudiesen llegar los expulsados.

La primera vez que llegaron más de 600 chamulas, no tuvimos comida, ni cobijas. Tuvieron que dormir sobre cartones. Comenzamos a llamar a iglesias aquí en San Cristóbal, otras partes de Chiapas, los Estados Unidos, porque era un trabajo enorme. Pero sobre todo un golpe muy fuerte para ellos, los que enfrentaban el sufrimiento. Ellos, hasta hoy día, saben bien lo que es vivir en una comunidad muy opresiva, con espíritus malos, chamanes, sacrificios de sangre. Vimos cómo sufrieron los primeros creyentes, pero cómo estaban felices. Fue una sorpresa para mí ver su felicidad en medio de la persecución. Hasta unos antropólogos dijeron “tal vez René y Carla están pagándoles mucho dinero, porque dejan sus terrenos y todo. ¿Para qué si no tienen nada? ¿Quién va a salir de su comunidad, dejar su familia, sus animales, para venir a San Cristóbal, sin hablar español, donde no tienen trabajo ni terreno? Seguro les están pagando”.

René: Todo este asunto de las expulsiones y sus causas, intenté analizarlo en mi tesis doctoral Las dinámicas de la persecución (trabajo en espera de ser traducido al castellano, ya que fue originalmente escrito en inglés, CMG). La idea de estudiar todo este fenómeno fue que, cuando estuvimos en Nevenchauc, yo me percaté de que se puede evitar, hasta cierto punto, la persecución. Si respetamos a la cultura, si somos humildes y tratamos de respetar a los líderes indígenas, tuve la idea de que podíamos evitar la persecución. Por esto me interesó mucho la experiencia que tuvimos en Nevenchauc, porque en realidad salimos de allá sin ser expulsados. Vinimos a San Cristóbal, como ya dijimos, invitados. Fue así que pensé en ayudar a los chamulas para evitar la persecución violenta, que ya había comenzado. Estudiar todo el tema, porque en realidad era triste lo que estaba pasando. Muchos de los primeros creyentes causaron la persecución por ignorancia de qué hacer, qué decir, no declarar que son evangélicos. Entonces lo que aprendí de todo el estudio sobre la persecución fue, principalmente, que la fe evangélica, la fe en Dios, no es la causa de principal de la persecución. Nosotros muchas veces, sin saber, dejamos que la política, amenazas económicas al sistema indígena, falta de respeto a la cultura, se mezclen con la fe. Me pregunté qué estaba causando la persecución, qué originaba esa violencia contra hermanos indígenas. En medio de todo esto aprendí, también, que podríamos lograr la paz en los conflictos violentos con un nuevo énfasis en el respeto a la cultura. Entonces comencé a enseñar este principio a los indígenas, porque muchas veces ellos sin saber usaron una forma, pudiera decir, evangélica norteamericana, en la que uno llega y dice cosas muy tajantes (“la Palabra de Dios es la única forma de salvación” o algo parecido). Los ancianos de cada zona rechazaron esto, diciendo “cómo nos vienen a decir que tienen algo que nosotros no tenemos”. Empezamos a buscar otras formas de compartir algo que debe ser buenas nuevas, el Evangelio, para la gente aquí.

La persecución no es buena, no es algo positivo que causa el crecimiento de la Iglesia. Muchos dijeron que si la Iglesia estaba creciendo se debía al sufrimiento de los hermanos, y otros que vieran su fortaleza también iban a creer porque comprobaban el poder de Dios en toda esa situación. En realidad no es la persecución la que causa el crecimiento de la Iglesia, sino es el crecimiento de la Iglesia el que causa la persecución. Si la persecución no era algo positivo para la Iglesia, entonces debíamos seguir buscando formas de evitar los conflictos religiosos, que eran grandes en todo el estado de Chiapas. En esto fue muy valioso para mí estudiar el fenómeno, porque pude compartir mis inquietudes con ellos, y junto con otros que trabajamos juntos, comenzamos a buscar soluciones a la persecución y a sus partes negativas. Para mí fue algo que nunca había pensado, y que Dios nos ayudó con amigos, con abogados como Pablo Salazar (quien llegó a ser gobernador de Chiapas en el sexenio 2000-2006, y miembro de la Iglesia del Nazareno CMG), en el sentido de ayudar a la Iglesia a encontrar soluciones. En estos días estamos viendo los resultados de una forma diferente de enfrentar a la persecución (la entrevista tuvo lugar en el verano del 2005, CMG)

Carla: Vimos también, y aprendimos, que desde su punto de vista, hablando con nuestros amigos no cristianos, que tenían sus razones, porque si una persona piensa que toda la comunidad debe dar sacrificios, y sólo así van a salir las cosas bien para todos, y no van a entrar las enfermedades y otras crisis naturales, entonces si hay personas que ya no quieren dar sacrificios porque dicen que están orando a un Dios que no quiere sacrificios, puede sufrir toda la comunidad. Por esto, desde su lógica, necesitan expulsarlos.

Hay persecución que es inevitable, llegamos a este punto junto con los zinacantecos. Aunque pensamos que no íbamos a repetir los errores de Chamula, pero llegó el tiempo que….

René: La Biblia dice que el Evangelio en sí mismo va a confrontar, que va a traer persecución. Entonces tenemos que ser conscientes de que la persecución es inevitable, pero viene la pregunta de cómo podemos ayudar a los creyentes a hacer lo más breve posible el tiempo de persecución, reducir la reacción negativa. Por otra parte ayudar a la comunidad no evangélica para que cambie su perspectiva y que pase lo más rápido que sea posible su etapa de reacción negativa. Esta reacción negativa va a ser inevitable, pero la forma en que los creyentes responden a ella, hacia los perseguidores, es igual de importante.

Carla: Ellos nos enseñaron que la única forma es reaccionar con perdón y amor. Aunque era muy difícil al principio aceptarlo, era la única forma de parar el ciclo violento.

René: Sin perdón y amor hay un ciclo de violencia que agudiza la persecución, que puede seguir por muchos años. El amor y el perdón son la solución.

Carla: Esta respuesta hizo crecer más a la Iglesia, porque después vinieron a los hermanos cristianos los que antes los expulsaron. Vinieron con sus enfermedades, con sus problemas, y los hermanos tuvieron que decidir si ayudarles o no, incluso a quienes habían matado a gente de su familia. Pensaron que la única forma de encontrar paz en Zinacantán, Chamula, y otros lugares, era perdonar y amar.

René Si la espiral de violencia no fue mayor se debe a la respuesta pacífica de los creyentes, este es un elemento. El otro es el valor cultural de la familia, porque los tzotziles que fueron expulsados y vinieron a San Cristóbal, no perdieron la conexión con sus familias. Cuando sus familiares no creyentes, en Chamula por ejemplo, estuvieron enfermos, ellos a media noche o más tarde fueron a visitarles y orar. Iban muchas veces bajo amenazas de muerte, pero fueron y Dios hizo milagros. Vino otra ola de expulsados de Chamula y ellos hicieron lo mismo. La evangelización adquirió una forma familiar, este fue un movimiento de la gente y no de los misioneros. Los misioneros ni podían entrar a Chamula. Muchas veces se da sólo crédito a los misioneros, en realidad sólo podemos dar crédito a Dios, porque él usa a cada persona, a cada familia, para compartir el Evangelio.


Artículos anteriores de esta serie:
 1Los Sterk: llegada y primeros años 
 2Los Sterk: llegada a Chiapas 
 3Los Sterk arriesgan la vida en Chiapas 
 

 


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