Este fenómeno se pudo advertir ya en el Congreso de Lausana en 1974. Lo que algunos concebían como un monólogo occidental para distribuir estrategias misioneras inventadas en California o Texas, pasó a ser más bien un diálogo global, en el cual se pudo escuchar las voces del sur que pedían con sentido de urgencia regresar a formas bíblicas de realizar la misión cristiana. Unas frases del
Pacto de Lausana registran esta toma de conciencia: “El papel dominante de las misiones occidentales está desapareciendo rápidamente. Dios está levantando de las iglesias jóvenes grandes y nuevos recursos para la evangelización mundial, y está demostrando así que la responsabilidad de evangelizar pertenece a todo el cuerpo de Cristo.” (
párrafo 8). “Debe haber un libre intercambio de misioneros de todos los continentes a todos los continentes en un espíritu de servicio humilde.” (
párrafo 9).
Los organizadores de Lausana III 2010 han querido continuar con ese espíritu y por ello al convocar la reunión preparatoria en Budapest (Junio 18-22) invitaron a participantes de varias generaciones y de todos los continentes. El programa incluía encuentros regionales para “tomar el pulso” al sentir de las iglesias y agencias misioneras de todo el mundo. Fue así como nos encontramos un grupo de latinoamericanos reflexionando sobre nuestra percepción del panorama misionero mundial.
Estaban entre ellos
Carlos Scott, Presidente de la red de misiones evangélicas iberoamericanas COMIBAM;
Juan Pablo Bongarrá, pastor de
La Puerta Abierta en Buenos Aires, una iglesia que envía y sostiene varios misioneros;
Valdir Steuernagel del Brasil, educador teológico luterano que coopera con la organización Visión Mundial;
Norberto Saracco, pentecostal y director de FIET un centro de formación teológica;
Francisco Cerrón, Rector del Seminario Bíblico Alianza en Lima; y
David Ruiz, guatemalteco, miembro de la Comisión de Misiones de la Alianza Evangélica Mundial.
Durante un jugoso intercambio salieron a la luz las preocupaciones sobre el futuro de la misión cristiana. Se destacó el hecho de que en 1989 nos regocijábamos en la caída del muro de Berlín pero hoy hay siete nuevos muros que dividen el mundo, en lugares tan distantes como la frontera sur de Estados Unidos, Israel, China, o Ceuta en Africa, y que expresan el pánico de los ricos ante la invasión de los pobres. Otro tema fue el de las diásporas, comunidades numerosas que encuentran vínculos de solidaridad en el exilio como los chinos en Europa o Norteamérica, los filipinos en Estados Unidos y los países árabes, los latinoamericanos en Inglaterra, Australia o el Canadá Se mencionó el potencial de los migrantes pobres que en el caso de América Latina remiten a sus países más dinero que el que éstos reciben de la ayuda internacional. Todos estos son factores a tomar en cuenta cuando se considera la misión cristiana global. En medio de todos ellos y a pesar de ellos en algunos casos, la fuerza misionera del sur sigue avanzando. No sólo los misioneros enviados como tales sino los migrantes cuya presencia humilde y problemática puede revitalizar a las iglesias en Europa, el Japón y aun los países árabes.
Uno de los factores que se destacó como decisivo fue el de la condición espiritual de Iberoamérica. Hubo coindencias respecto a ciertas mega-iglesias que funcionan como máquinas sociales, manejadas con principios de administración empresarial, con el uso de algunos símbolos cristianos pero con total independencia del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios. Todavía en nuestras sociedades hay hambre de Dios pero, utilizando las palabras de Jesús, hay quienes dan piedras en lugar de pan y crecen numéricamente. Se señaló la necesidad de una formación misionera actualizada pero arraigada en un Cristocentrismo bíblico que no se deja deslumbrar por el éxito fácil de la teología de la prosperidad y la gracia barata. El discernimiento espiritual demanda que salgamos de la superficialidad en la evangelización y el discipulado
Para mi fue notable que la gente joven coincidía en el análisis y nos desafiaba a ir más allá.
Alexandre Fonseca del Brasil sociólogo y pastor en Sao Paulo insistía en la necesidad de usar mejor la riqueza de medios tecnológicos a nuestro alcance, mientras
Mickey Sánchez que trabaja con gente sin casa en Nueva York pedía una pastoral para los practicantes de la misión integral, y
Loida Sanabria de los GBU de Bolivia clamaba por un regreso a la centralidad de la Biblia en el proceso de discipulado de los movimientos juveniles.
El movimiento de Lausana no es una maquinaria eclesiástica poderosa que envía misioneros y financia proyectos. Es más bien una plataforma en la que activistas misioneros evangélicos muy diversos buscan coincidencias, arman redes de cooperación, imaginan proyectos creativos y se apoyan mutuamente en aquello que ya están haciendo.
Como nos la recordado el pastor Norberto Saracco en un comentario posterior a Budapest, al contemplar el camino hacia Lausana 2010, los latinoamericanos creemos que la dirigencia de este movimiento tiene que ser confrontada de manera continua y en espíritu fraterno para evitar la tentación del monólogo estadounidense o británico. Eso sí, esta confrontación ha de venir no de una postura académica, sino de un activismo que no cesa pero que se somete continuamente a la reflexión y la corrección a la luz de la Palabra de Dios. Es de esperar también que el espíritu de Lausana contribuya a la realización de la misión en la Península Ibérica y desde ella al resto del mundo.
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