El trapo de la discordia

Por supuesto se barajaron varias opciones entre las que figuraba la bandera republicana, y tras horas de discusión Carrillo dijo algo así como que no valía la pena “pelearse por un trapo”, después de haber logrado tantas cosas positivas... Una vez hecha esta isagoge, quisiera trasladarme al debate abierto en torno a la Gyneología cristiana en algunas iglesias. Son muchas las que han tratado el tema como hay que tratarlo y pocas, muy pocas, las que han optado por dejarlo para los últimos tiempos en los que vivimos, esperando quizás, la venida del Señor. No obstante existen algunos elementos sobre los que quisiera disertar con el fin de intentar diferenciar conceptos, sin disgregar sus contenidos. Ante este objetivo hay los que no quieren dogmatizar (y no debemos desconfiar de sus intenciones) y los que están muy perdidos en un tema complejo y escabroso. Cuando hablamos de Gyneología cristiana lo primero en lo que pensamos es en el velo. Combinar tradición, razón y costumbres no resulta fácil ni aceptable ante el posicionamiento pasado que algunas denominaciones que tradicionalmente eran consideradas perfectas, tenían en estos temas. Muchas veces, abusamos de la ausencia de la jerarquía eclesiástica, para convertirnos y autoproclamarnos dirigentes y referentes de lo que es la doctrina Bíblica y de lo que supone obedecer a Dios y hacer su voluntad. Por ese motivo, el del tradicionalismo del pasado, estamos en la disyuntiva de caer en el fundamentalismo y en opciones radicales, apoyados en sentencias absolutas, u optar por un liberalismo que exceden en permisibilidad. Los cambios sociales en España nos han hecho reflexionar en sentido positivo, dentro de nuestras congregaciones y por el contrario hemos olvidado que la reflexión no debe superar al amor. La crisis global que nos oprime en muchos aspectos hace que nos olvidemos de lo fundamental, de lo que la iglesia de Éfeso había perdido, el primer amor. Creo que no sólo hemos perdido este elemento fundamental sino que hemos olvidado el amor fraternal y descuidamos el no ofender a los demás. En este rincón de la Hispania que es “Galiza” todavía seguimos debatiendo temas ya superados en otros puntos de la geografía española, pero no lo dígo para vergüenza nuestra, sino como llamada a la reflexión de hacer bien las cosas, ¿Cómo?, por amor.