Así comienza el escalofriante relato que en su libro “Una revelación divina del infierno” describe la escritora y conferencista internacional Mary Kathryn Baxter acerca de un particular viaje -siempre según ella- el cual emprendió en el espíritu a las profundidades más inhóspitas del infierno.
Durante treinta días la autora de este bestseller internacional -traducido a ochenta y siete idiomas diferentes- mantiene haber recibido visiones de parte de Jesucristo acerca del Seol; también llamado infierno. La lectura de sólo alguno de los pasajes de este “tratado de infiernologia” le pone a uno la carne de gallina…
Tengo que confesarlo: siempre que escucho hablar de supuestas “revelaciones divinas” exhibo sin dudarlo mis defensas. Fui instruido en la escuela que enseña que ya nos fue entregada toda la “revelación” a través de la Escritura y el Espíritu únicamente nos “ilumina” la Palabra revelada la cual es completa en si misma. Esto me ayuda a discernir entre lo que es de Dios y lo que no.
Coincidí con la hemana Baxter este pasado domingo en la Iglesia Rey Jesús de Broward, Florida, en la que participé como invitado musical. La primera vez que la vi iba sujeta del brazo de un ujier de la iglesia quien gentilmente le ayudaba a subir la pequeña escalinata de transición entre los bancos y la plataforma. Era una dama de avanzada edad, su aspecto frágil y sus cortos e inseguros pasos al caminar, en absoluto indicaban la fortaleza de espíritu de esta controvertida mujer de Dios.
Sin apenas mover sus extremidades comenzó a narrar a la audiencia la experiencia de su personal viaje al infierno; la escena era aterradora: “el infierno esta situado en el centro mismo de la tierra” “la lava o fuego volcánico está ardiendo constantemente quemando los cuerpos de los que allí viven” “las almas de los perdidos tienen forma de esqueletos los cuales están recubiertos de una especie de carne putrefacta que es consumida por el fuego y vuelve a brotar para ser devorada nuevamente” “los gusanos se alimentan de los huesos de los que allí viven” “el olor a pudrimiento es insoportable” “el sufrimiento de los muertos es constante; no hay sueño ni descanso” “las almas de los atormentados claman constantemente por arrepentimiento pero ya no hay gracia para ellos”.
La audiencia -entre la que me encontraba- estaba paralizada. Poco o nada acostumbrados a este tipo de sermones desde la plataforma de nuestras iglesias, el mensaje de la hermana Baxter acerca del infierno estaba causando una auténtica conmoción entre sus oyentes. A pesar que la expresión y el tono de la predicadora eran relajados y pausados el contenido de sus palabras dejaba lugar a todo excepto la indiferencia.
Uno de los momentos álgidos de la prédica se produjo cuando describió como una de las almas en el infierno le preguntó por qué no fue avisada de aquel terrorífico lugar mientras estuvo con vida.
Al parecer, uno de los lamentos y presuntas justificaciones que exponen los muertos en el averno, es que nadie les predicó el evangelio mientras aún estaban vivos y a tiempo de abrazarlo.
Lo que puedo decir -escuelas sobre “revelaciones” e “iluminaciones” aparte- es que la hora que Mary K. Baxter estuvo en aquel pulpito ha sido una de las de mayor impacto espiritual que he vivido en los últimos tiempos.
La presencia del Espíritu Santo sobre el templo era tan real que casi se podía acariciar en el aire ¡había una autentica unción de Dios sobre aquel lugar! No me atrevo a aseverar o juzgar si la experiencia de esta mujer fue real, presumida o inducida. Lo que si puedo asegurar, es que
pocas veces en mi vida he sido tan consciente de la realidad espiritual que nos rodea como aquella noche.
A nadie se le escapa que el mensaje del infierno no es popular ¡y no es para menos! Ahora se impone no asustar a la gente y dar un mensaje amable, casi
light del evangelio. Y si es posible, uno edulcorado y color de rosa: “si no te arrepientes (¿arrepentimiento, dije? Pido disculpas) hoy, tranquilo, no hay prisa, lo harás mañana”.
Son cada vez más numerosos los líderes que en todo el mundo están abrazando la idea que el infierno no es un lugar real sino uno metafórico o más propio de leyendas bíblicas antiguas. Pero somos muchos más aún, los que sosteniendo la realidad de su existencia, vivimos como ignorantes y ajenos a ella, y esto es lo verdaderamente preocupante.
Lo cierto es que, mientras un sector de la iglesia está enfocado en señalar la sensiblería y supuesto mal uso del atemorizamiento que de sus fieles hacen la hermana Baxter y otros; cada día varias miles de almas pasan a una eternidad sin Dios, y ¿qué estamos haciendo los críticos para evitarlo?
Sinceramente, no estoy demasiado familiarizado con la temática del infierno (en confianza, tampoco deseo estarlo) pero siento la urgencia que cada hombre y mujer, joven y anciano, sin importar su raza o nacionalidad, el color de su piel, su contexto cultural o su renta
per cápita, sean rescatados de su pecaminosa manera de vivir y de su inevitable destino infernal para entrar al maravilloso Reino de Dios. ¿Qué piensas hacer tú?
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