No hace demasiado tiempo, me encontraba en los Estados Unidos finalizando mi producción musical «Autobiografía». Estaba contento, porque después de casi un año sembrado de obstáculos, habíamos logrado concluir la grabación con éxito. El proyecto se había detenido en varios momentos durante el proceso debido a diferentes obstáculos que parecían impedirnos avanzar.
Cuando me levanté esa mañana me sentía feliz. En poco más de una hora me encontraría en el estudio del reconocido Mike Fuller acometiendo la etapa final de la producción: la masterización del CD. ¡Por fin! después de tantos apuros y desvelos, en solo unas horas, tendría en mis manos el master de mi primera grabación. ¡No lo podía creer!
Ese mediodía, en compañía del productor musical del álbum, salí del estudio con el master original. La producción estaba lista para entrar en fábrica y reproducirse para su posterior distribución.
Ya teníamos la cita con el fabricante de discos cuando algo inesperado sucedió: junto al productor del álbum sufrí un robo de varios miles de dólares en mi auto.
La cabeza comenzó a darme vueltas. Nuestra familia había hecho un esfuerzo extraordinario para que yo pudiera realizar esta grabación el último año. Y el dinero que nos robaron a la salida del estudio era el destinado al abono de los últimos detalles de la producción y al pago inicial de la manufactura de los discos. De repente, todos nuestros sueños parecieron desplomarse en un instante.
Los sentimientos eran confusos: desorientación, confusión, impotencia… le preguntaba a Dios -casi a voz en grito- por qué me había sucedido aquella tragedia.
Esa tarde cayó un diluvio de agua sobre el sur de La Florida; la visión para conducir era difícil y decidí ir al encuentro de un lugar donde estacionar el auto.
Detuve el vehículo, busqué mi teléfono en el bolsillo interior de mi chaqueta, e hice una llamada a mi esposa en España. Cuando le conté acerca del robo ella no podía creerlo.
Mientras conversaba con Ángela, las lágrimas comenzaron a anegar mis ojos; poco después, mi voz parecía ahogarse en un mar de llanto. Necesitaba descargarme con alguien cercano, y aunque mi esposa se encontraba a más de siete mil millas de distancia mía, en ese momento, era la persona más próxima que tenía.
Unos meses después, salieron al fin las primeras copias del CD de la factoría de discos. ¿Imagina mi alegría? Casualmente, esa semana me encontré tarareando una canción de René González titulada “Solo tu gracia”. Dice así: “he pasado por el valle de la muerte y al gritar tu nombre vuelvo a renacer… solo tu gracia me ha sostenido…”
Si he de ser sincero, aún no entiendo bien el propósito de Dios con lo acontecido. Pero algo he aprendido, SU GRACIA es la que me ha sostenido a lo largo de este proceso.
No importa, si en medio del huracán la tormenta aparente tragarse su vida. SU GRACIA le sostendrá en medio de la prueba y le fortalecerá para salir vencedor.
No nos toca comprender los «cómos» o «porqués» sino los «paraqués».
Estos últimos días, al igual que el Señor hablara al apóstol Pablo, casi dos mil años atrás; el Espíritu habló a mi corazón: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
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