Entre esos intercambios estuvieron los de tipo religioso desde finales del siglo XIX. No fue mera casualidad que de Tabasco hayan salido apoyos para desarrollar el protestantismo en Chiapas. Entre otras cuestiones porque, como lo refiere un historiador evangélico, el contexto social y eclesial que encontró el presbiterianismo en Tabasco durante el último cuarto del siglo XX fue favorable para la disidencia religiosa: “El estado de Tabasco es el menos fanatizado por la Iglesia católica romana, quizá sea porque los curas son poco afectos a sufrir penalidades y el clima del lugar no es muy propicio para dejar las comodidades de la ciudad; únicamente visitan las poblaciones anualmente cuando celebran las fiestas del santo patrón” (Vázquez, 1985:249).
La anterior evaluación coincide con los datos que para la zona subraya el investigador Jean Pierre Bastian (1989): la Iglesia católica desde siempre tuvo una escasa presencia en las regiones costera de Veracruz, Tabasco y Campeche. A diferencia de otros estados del país, los obispados fueron instituidos tardíamente en Jalapa (1863) y en San Juan Bautista, hoy Villahermosa (1880). Además de la escasa presencia de clérigos señalada, hubo otro factor favorable para la inserción del protestantismo en Tabasco. En contraste con otros sacerdotes católicos de la nación que se opusieron férreamente al juarismo, los que prestaban servicios en la entidad “tenían fama de ser liberales, como el padre Manuel Gil y Sáenz, historiador de Tabasco, Leonardo Castellano, primer obispo, y los sacerdotes de la ciudad de Orizaba, por ejemplo” (Bastian, 1989:111) A los factores señalados hay que sumar la existencia de otras prácticas religiosas que habían alcanzado cierta influencia en la población, como el espiritismo.
En sincronía con el nombramiento del primer obispo de San Juan Bautista, llegaron a territorio tabasqueño colportores entre 1880 y 1881. Se toparon con un escenario hospitalario a sus tareas y en esfuerzos combinados con personajes ligados a la Iglesia Nacional Presbiteriana, como Procopio C. Díaz(*), dieron pasos para establecer núcleos evangélicos. Las primeras células se desarrollaron en Comalcalco, Paraíso, La Chontalpa y San Juan Bautista, el centro de las reuniones eran las casas de los simpatizantes y conversos. Entre 1883 y 1884 arribaron a la zona misioneros nacionales presbiterianos con el fin de consolidar la obra que estaba fructificando con relativa celeridad.
Junto a los templos se fueron abriendo escuelas primarias, que facilitaron el posicionamiento de los núcleos evangélicos y les ganaron buenas opiniones de la población. Como en otras partes del país, preferentemente en el centro y en el norte, las escuelas auspiciadas por el protestantismo impulsaron una pedagogía liberal. Este proyecto educativo tenía como objetivo la creación de “hombres nuevos” (Ruiz Guerra, 1992), es decir, la exteriorización social de una regeneración de índole espiritual. En este sentido la propuesta sociopolítica del protestantismo descansaba en un entendimiento teológico del ser humano y su entorno. Se trataba de construir, a partir de una nueva experiencia religiosa, un conjunto de ciudadano(a)s responsables, educados en los principios democráticos y comprometidos con los valores del trabajo y la honradez.
La aceptación de la nueva propuesta en la entidad lo muestra el hecho de que “para 1910 el presbiterianismo contaba en Tabasco con unos 2,000 miembros militantes, pero influía, según la estimación de un misionero, sobre unos 15,000 habitantes (de entre unos 180,000 del estado), esencialmente en la Chontalpa” (Bastian, 1989:117). En 1930 el porcentaje de la población protestante/evangélica (1.53) duplicaba el nivel alcanzado nacionalmente (.78) en ese mismo año. Un indicador del grado de
descatolización acontecido en Tabasco nos lo da el saber que ya en 1930 la población declarada católica era menos del 90 por ciento, cifra a la que sólo se llegó en el conjunto de la nación mexicana hasta 1990. Tabasco iba a tener un desempeño muy importante en el desarrollo del protestantismo en su vecino Chiapas, particularmente mediante las acciones del tabasqueño José Coffin.
(*) Nació en Tixtla, Guerrero, el 8 de julio de 1830. Su padre fue un católico de ciertos rasgos anticlericales. En su juventud aprendió el oficio de impresor, su buena gramática y ortografía le fueron de utilidad desde entonces. En 1854 al proclamarse el Plan de Ayutla, que desconocía la dictadura de Antonio López de Santana, Procopio se adhirió a los rebeldes y operó en su favor en la Costa Chica. Tuvo parte destacada en el sitio de Chilapa y alcanzó el grado de Teniente de infantería, que le otorgó el general Juan Álvarez. Al término del régimen santanista, Procopio Camilo estableció una imprenta en Acapulco, que usó para apoyar la gesta liberal encabezada por Benito Juárez. Ingresó al Ejército Republicano que combatió la intervención francesa, como consecuencia fue ascendido a Comandante de batallón el 13 de octubre de 1869. retirado a la vida privada en Acapulco fue editor de tres periódicos anti clericales: El Costeño, La Esperanza del Sur y El Malcriado. Su conversión al cristianismo evangélico aconteció en 1874, cuando llegaron a sus manos folletería evangélica y un Nuevo Testamento. Comenzó a leer el material y conjuntamente entró en contacto con protestantes que le plantearon iniciar reuniones en Acapulco. De manera natural Procopio fue el líder de la obra evangélica en el lugar. Junto con otros creyentes sufrió ataques por su adscripción religiosa minoritaria, recibiendo catorce machetazos que resultaron en la pérdida de los dedos segundo y tercero de la mano derecha. Fue elegido diputado al Congreso del estado en el mismo año de 1874. Fungió como pastor en Chilpancingo e hizo obra de evangelismo en otras partes del país, entre ellas Tabasco, donde un templo presbiteriano lleva su nombre. Murió el 23 de noviembre de 1895 (Vázquez, 1985).
Si quieres comentar o