EL SANTUARIO CELESTIAL
Según los adventistas, la obra expiatoria de Cristo no alcanzó en la cruz su plenitud y perfección, pues quedó pendiente el quitar los pecados del santuario celestial:
‘La sangre de Cristo, si bien tenía que liberar de la condenación de la ley al pecador arrepentido, no tenía como misión, en cambio, la de cancelar el pecado, pues éste había de permanecer como testimonio en el santuario hasta la expiación final’. (Elena White)
‘El cielo es el contratipo del templo terrestre, con su lugar santo y santísimo. Hasta 1844 Cristo ha estado intercediendo en el “lugar santo” por los pecadores arrepentidos. No obstante, sus pecados permanecían imborrables en el libro del testimonio’. (Elena White)
‘En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, Cristo entró en el 2º y último aspecto de su ministerio expiatorio: Un juicio investigador que forma parte de la eliminación definitiva del pecado’. (27 Creencias... pág.360)
Para los adventistas, igual que el sumo sacerdote tenía que acceder una vez al año al lugar santísimo para perfeccionar los sacrificios rituales, Cristo comenzó en 1844 su obra para
perfeccionar su expiación por el pecado.
Eso se opone frontalmente a las enseñanzas de la carta a los Hebreos, donde encontramos afirmaciones categóricas sobre el valor y efecto del sacrificio de Cristo:
‘lo hizo una vez para siempre’ (7:27),
‘entró una vez para siempre en el lugar santísimo’ (9:12);
‘ofrecido una sola vez para llevar el pecado de muchos, y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado’ (9:28)...
Pero como los adventistas se empeñan en atribuirle a Cristo un ministerio de expiación desde 1844 en ese misterioso santuario celestial, veamos su descripción acerca de ese ministerio:
EL JUICIO INVESTIGADOR
En su declaración doctrinal, los adventistas dicen que ‘
‘El juicio investigador pone de manifiesto frente a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo y por lo tanto se los considerará dignos, en él, de participar de la primera resurrección. También aclara quiénes están morando en Cristo entre los que viven, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y por lo tanto estarán listos en él para ser trasladados a su reino eterno’ (27 Creencias... pág.360).
Afirmar, como hacen los adventistas, que Cristo tiene que discernir los que son salvos, es negar su omnisciencia preexistente; o sea, negar implícitamente su plena Divinidad. Y mantener que el pecado ha estado (y sigue estando) presente en las esferas celestiales, es negar la contundente y taxativa declaración profética de Juan el Bautista:
‘este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’ (Jn 1:29), y restar validez a la declaración de Dios mismo:
‘Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados’ (Is 43:25)
Aparte de las visiones del Sr. Edison y la Sra. White, los adventistas no son capaces de aportar ninguna base bíblica que sustente sus doctrinas sobre la expiación en curso. Lo más que se atreven a hacer es una errática peregrinación por la carta a los Hebreos, torciendo un lenguaje claramente simbólico para darle un valor literal, que permita justificar sus doctrinas visionarias.
Para terminar con sus “alucinaciones” interpretativas, los adventistas completan su enseñanza sobre la expiación y el juicio investigador con otro detalle no menos rocambolesco y herético:
LA DESCARGA FINAL DE LOS PECADOS SOBRE SATANÁS
Interpretando en Lv 16:8 a ‘
Azazel’ como Satanás, los adventistas deducen y enseñan que en el juicio final Dios cargará sobre Satanás todos los pecados de los redimidos: ‘
La plena responsabilidad por el pecado será colocada ahora sobre Satanás’ (27 Creencias... pág.367).
Otra vez nos encontramos con una enseñanza que degrada a la Persona y Obra de Jesucristo, del que la Biblia enseña claramente que
‘se hizo maldición (pecado) por todos nosotros’ (Gá 3:13), porque
‘Dios cargó en Él el pecado de todos nosotros’ (Is 53:6)
CONCLUSIÓN: `SI ALGUNO ENSEÑA UN EVANGELIO DIFERENTE...’
Da lo mismo el título que se asignen a sí mismos los adventistas, la similitud en muchas de sus prácticas, o su todavía inexplicable pertenencia a la FEREDE que tan machaconamente alegan para reclamar su legitimidad evangélica.
Por encima de todo ello, destacan unas enseñanzas que menoscaban la Obra de Cristo, en abierta negación de la Verdad revelada. Quizá por esa contradicción se ven obligados a equiparar la autoridad de la Sra. White con la propia Biblia:
‘Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autorizada fuente de verdad, y proveen consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia’ (27 Creencias... pág.250)
Desde un profundo respeto y reconocimiento hacia su ejemplar obra social, la esencia de sus enseñanzas doctrinales deben llevarnos a considerar a los adventistas como hombres y mujeres necesitados de entender el limpio mensaje del Evangelio, aquel que declara a Cristo como el autor y
consumador de la fe, quien habiendo muerto y resucitado está sentado a la diestra del Padre, esperando (sin nada más que hacer) hasta el sometimiento de sus enemigos, porque con su ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
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