Pregunta.-Desde el año 1999 trabaja en la ciudad de Huara´z, en Perú, con la asociación ´Arco Iris´, y financiación de la Alianza Evangélica Española y la asociación evangélica Nueva Vida.
Respuesta.- Trabajamos con menores que están en riesgo y con familias campesinas que viven en extrema pobreza, desarrollando diversos programas. El primero fue una casa hogar para niños abandonados y huérfanos y que han sufrido maltrato. La inauguramos en el año 2000 y ya tenemos 25 niños. También tenemos un comedor infantil para 55 niños desnutridos y que provienen de familias con problemas. Les damos de comer una vez al día y les ofrecemos apoyo escolar. También apoyamos a las madres en un taller de artesanía textil para que puedan lograr recursos.
P.-¿Cómo se financian todos estos proyectos?
R.- Con ayuda pública, del Ayuntamiento de Santander y del Gobierno de Cantabria, y con aportaciones de las iglesias evangélicas de España, incluidas las cántabras.
P.-¿Cuál es la ayuda pública?
R.- El Ayuntamiento de Santander nos ha financiado dos proyectos, el último en este año 2006 y será un aula de informática para adolescentes trabajadores. Aportó 15.0000 euros para comprar 22 ordenadores y los pupitres; en 2004, el Ayuntamiento financió con 4.500 euros un proyecto con las comunidades quechuas para hacer una herrería, de manera que los campesinos realizan sus propias herramientas y las arreglan cuando se estropean. El Gobierno de Cantabria, por su parte, financió con 9.000 euros en el años 2003 la traída de agua potable para unas comunidades campesinas. Conseguimos llevar el agua desde fuentes subterráneas, a quince kilómetros, hasta los propios domicilios de los campesinos.
P.-¿Por que dejó su trabajo en medicina interna en Valdecilla y se fue de misionera a Perú?
R.- También trabajo de médico en Perú, en atención primaria a las comunidades. ¿Por qué me fui a a Perú? Es una historia larga, en mi corazón siempre estaba ir a ayudar allá a la gente. Por eso estudié Medicina. Cuando tuve la experiencia de conocer a Cristo como mi salvador, me guió hasta allá. Fui a un congreso de estudiantes en Lima, pagado por la Universidad de Cantabria. De esa experiencia y contacto con Perú surgió la decisión de irme allí a trabajar.
P.-¿Se fue sola?
R.- Me fui como soltera y, aunque había conocido a mi esposo aquí, nos casamos en el año 2002. Nos conocimos en Santander, cuando él realizada el doctorado en computación en la Universidad de Cantabria. Tenemos dos hijas. Él siempre ha estado vinculado al programa de ayuda a Perú, y más tarde se fue a vivir allí conmigo.
CONTRASTES
P.-¿Cómo es Perú?
R.- Apasionante. Donde mi esposo y yo trabajamos es una zona andina, en la sierra a 3.100 metros de altitud. Allí está el pico más alto de la cordillera andina, el Huascarán. Hablan español y quechua. Las fuentes de ingreso son básicamente dos: el comercio pequeño en la ciudad y el turismo de montaña. Pero lo triste es que las comunidades viven en una economía de subsistencia, siembran y consumen. No les alcanza para más.
P.-¿Qué es lo que más le impactó?
R.- La diferencia de vida, que es muy muy grande. Cuando estás allá te das cuenta del gran privilegio del que disfrutamos en los países desarrollados, donde no falta de nada. Tomar un helado es para ellos una gran fiesta. Para los niños españoles es un hecho habitual.
P.-¿Podrán llegar a equiparse en bienestar de vida con los españoles?, por ejemplo.
R.- Lo veo muy difícil. Los propios gobiernos de allá tienen que cambiar mucho para hacer una buena gestión de los recursos naturales. Donde nosotros vivimos, los cerros están explotados por dos mineras extranjeras, de Canadá. Pero no se nota en el bienestar de la gente.
P.-¿Los occidentales son conscientes de lo que pasa por allá?
R.- Claro que sí. Pero muchas veces metemos la cabeza debajo del ala para no ver lo que sucede a nuestro alrededor. Los medios de comunicación meten continuamente información sobre ese tema en la radio y en la televisión y vosotros en los periódicos. Pero la gente no se quiere comprometer para cambiar el mundo que tiene problemas, porque eso significa perder de nuestro propio bienestar, y muchas veces la gente no está dispuesta.
P.-¿Cómo puede conseguirse la igualdad entre ellos y nosotros?
R.- Pues perdiendo un poco de lo que tenemos para dárselo a los demás. Mientras los de a pie no presionen no se podrá hacer nada.
P.-¿Es cuestión también de cambiar la educación?
R.- Está claro. Mientras no eduquemos a nuestros hijos en la necesidad de igualdad, justicia, bajo consumo y menos materialismo no conseguiremos cambios más adelante. Y educarles también en la idea de quiénes somos y hacia dónde vamos.
P.-¿Más planes?
R.- Estamos desarrollando un proyecto de apadrinamiento a niños, aportando dinero, con el que se quieren desarrollar invernaderos para conseguir aumentar la nutrición. La tasa de desnutrición crónica en la zona en que trabajamos es de un 25 por ciento en los niños. También estamos poniendo en marcha un centro de formación ocupacional para adolescentes trabajadores. Tenemos en marcha la panadería y gracias al Ayuntamiento de Santander, como he dicho, pondremos en marcha el centro de informática para chicos trabajadores de doce años.
P.-¿Trabajadores de doce años!
R.- Sí, sí. Niños de esa edad, y de menos, ya trabajadores. Hemos hecho un censo de todos los chiquitos que trabajan. Tenemos censado niños de seis años que ya están trabajando, lustrando zapatos, limpiando, coches, vendiendo golosinas y papel higiénico.
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