Una buena pregunta que podemos hacernos es: ¿qué hacen los miembros de nuestras iglesias a las 11 en punto de un lunes? ¿Están correctamente equipados para tratar los temas que se les plantean y para tratar con la gente que encuentran?
Cuenta la historia del contable presionado a incluir un gasto como deducible de cara a los impuestos. Cuenta la historia de aquella mujer que trabaja en casa, con varios niños, que no ha hablado con ningún adulto en todo el día.
¿Le importan estas historias a Dios? Cuando comenzamos a tener en cuenta el lugar en el que está la gente de nuestras iglesias el lunes a las 11, comenzamos a enseñar y a preparar a la gente para ese tiempo. El problema es que en ocasiones sólo les estamos preparando para donde están el domingo a las 11.
LADRILLOS SIN PAJA
Este es el título que Mark Greene le ponía a un capítulo de su libro
Supporting Christians at Work. Con ello expresaba magistralmente la presión en la que se trabaja actualmente.
De la misma forma en que los esclavos israelitas fueron forzados a trabajar más, en peores condiciones, pero tenían que seguir fabricando el mismo número de ladrillos, la gente que trabaja hoy en día tiene que soportar un mayor nivel de stress que en muchas otras épocas. Cada vez experimentamos más ansiedad, depresión y menos satisfacción y sentido de propósito. Las recientes investigaciones en el mundo laboral nos dicen que en pocos años los indicadores de satisfacción en el trabajo han descendido peligrosamente.
Hay un incremento de horas dedicadas al trabajo. Oficialmente se hacen 40 horas semanales, pero la realidad es que a muchas personas se les exigen horarios mucho más largos, y frecuentemente sin ninguna remuneración añadida. Mucha gente no hace más horas para ganar más dinero, porque sean ambiciosos o materialistas, sino porque es la única forma de conservar su puesto de trabajo, y si ellos no lo hacen, los empleadores encontrarán a alguien que lo haga.
En este contexto es imprescindible que las iglesias den soporte, cuidado y atención a la gente que está experimentando estas presiones. No sólo por lo que estas personas sufren, que ya sería motivo suficiente, sino porque ese lugar de trabajo es un lugar de ministerio y evangelismo.
CINCO VALORES DE LAS EMPRESAS
Nuestras empresas no son ideológicamente neutrales, y los valores que tienen van pasando de una forma inconsciente a los trabajadores que en ellas están. Es muy difícil resultar inmune a los valores de un lugar en el que pasas la mitad de tus horas despierto 5 días de cada 7. La mayoría de los trabajadores sufren en sus empresas de ansiedad, falta de confianza y agotamiento. Los trabajadores saben que puedes dar más de 20 años de tu vida a la compañía para ser convocado a una reunión, despedido y no tengas ni la oportunidad de despedirte de tus compañeros, y ni siquiera de limpiar tu mesa de papeles. Hay una contradicción entre los valores que la compañía de pide, compromiso a corto plazo, capacidad de cooperación y amabilidad superficial, y los valores que nosotros queremos pasar a nuestros hijos, servicio, lealtad y compromiso a largo plazo. El propósito de muchas empresas es sacarle el máximo partido al trabajador en el mínimo de tiempo, quemarlo y tirarlo, para conseguir otro.
¿Cuáles son esos valores?
Ateismo práctico. La mayoría de empresas no se sienten ligadas a otra fidelidad que no sea al beneficio. No deben responder ante nadie más que no sea su accionariado. Este ateísmo práctico puede llegar a incidir en el punto de vista de los cristianos, que echan a Dios del proceso económico. Creemos que el Dios que detenía la lluvia por tres años y medio o el que mandaba a las langostas sobre los campos, o que humillaba al emperador del imperio más poderoso de su época, puede influenciar en las fuerzas que afectan a las economías actuales? Tenemos que mantener la convicción de que la intención de Dios no es sólo afectar a lo espiritual, sino que Él es el Dios de la creación, el dueño de todo lo creado.
La gente son funciones no personas. Hoy en día nos relacionamos con más gente en un año, que las relaciones que tenían en toda su vida hace 50 años. Pero la mayoría de estos encuentros son muy superficiales. Esto es lo que ocurre en nuestros lugares de trabajo. Por un lado es difícil permanecer en un trabajo por mucho tiempo, la rotación del personal es bastante alta. En este contexto es fácil tratar y ser tratado como un item, como un elemento más necesario para la producción, en lugar de ser tratado como una persona con una vida, con sentimientos, con una dignidad.
Individualismo. A pesar de que las empresas pretenden producir entre sus empleados un espíritu de equipo, los puestos de trabajo se están volviendo más individualistas, quizás por reflejo de la sociedad entera. Esto se refleja en una separación entre el trabajador y el cuerpo de Cristo, la iglesia. Acabamos yendo a trabajar solos, sin el apoyo de nuestras congregaciones.
Materialismo y consumismo. El mayor incentivo de la mayoría de puestos de trabajo es la paga y la mayoría de las diferencias en la posición que uno ocupa están marcados por signos materiales, como el coche o el tamaño de la oficina. Hay un expectativa en la empresa de que estos signos de posición se ostenten. Para muchas empresas no sería correcto que uno de sus directivos fuera a trabajar en un “micra”. Un directivo cristiano que sienta que no necesita un Mercedes, se verá empujado a tenerlo por las propias directrices de la empresa, porque su coche refleja el éxito de la propia empresa. El peligro es que cada trabajador de esa empresa asuma esos valores como criterios de éxito.
Se equipara el trabajo con la valoración personal del trabajador. Cada vez más la gente tiende a medirse y a considerar su valor personal de acuerdo al estatus del puesto de trabajo que ocupa. Los cristianos somos tentados a establecer una conexión entre lo que hacemos y lo que somos. Nosotros tenemos un valor que no viene dado por aquello que hacemos, entrar en este terreno sería entrar en la salvación por obras. Nuestra valoración siempre debe provenir del precio por el que hemos sido valorados por Dios. Tenemos un valor en Cristo, que no depende del puesto de trabajo que ocupas, y que no cambia cuando entras en situación de desempleo o de jubilación.
La próxima semana concluiremos esta serie sobre “Una aplicación práctica de la teoría del trabajo” tratando, a modo de conclusión, cómo ve Dios el trabajo.
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