Estos datos no se refieren a América, donde casi todo se baraja en macrocifras. La sombría estadística que acabo de mencionar refleja la realidad de España.
No puedo evitar que dos interrogantes del tamaño de la popular Torre Espacio se abran camino en medio de mi perplejidad: ¿Cuál es la causa? Y sobre todo y lo más importante ¿Cuál es el remedio?
No voy a ser tan ingenuo ni tan presuntuoso como para pretender haber dado con la raíz de esta mala hierba, puesto que, con toda seguridad, no hay sólo una. No hay una razón única, común a todos los divorcios; ni siquiera hay una sola clave para uno de ellos.
Tras una ruptura matrimonial ella podrá decir:
“La causa de nuestro divorcio fue su infidelidad” Pero analizados los detalles llegaremos a la conclusión de que la infidelidad fue el detonante ó la consecuencia final de una serie de actitudes y posiciones que, aunque menos clamorosas, fueron minando la estructura del matrimonio hasta provocar la ruina.
No, no pretendo haber dado con la clave, pero ruego que se me permita pensar en alto.
Los diarios anuncian:
“Uno de cada tres divorcios se producen en septiembre. La intensa convivencia que las parejas llevan a cabo durante la época estival se sitúa como la principal causa de la mayor parte de las separaciones que se producen tras las vacaciones…” (Mismas fuentes)
Nuevamente una interrogante de tamaño colosal invade mi mente: “La convivencia es la causa de la separación. Pero ¿no era la convivencia el objetivo de la unión? ¿No nos hemos casado para convivir?”
Nos casamos para convivir pero por convivir nos separamos.
Déjenme aventurar una opinión: Sospecho que el verano nos pilla desentrenados en esto de convivir con nuestra pareja y luego, en quince días, nos damos un atracón. Eso satura el aparato digestivo del matrimonio que, acostumbrado a la inanición, se ve desbordado e incapaz de digerir tal exceso.
Del mismo modo que un ayuno prolongado debe romperse mediante pequeñas cantidades de alimento, así también una abstinencia de comunicación debería solventarse a través de dosis equilibradas. Pero, indudablemente, lo mejor sería no haber sometido nuestro matrimonio a un ayuno de convivencia y comunicación.
Tal vez algún lector se pregunte: ¿Por qué abordar este tema después de las vacaciones? ¿Esto no es como cerrar el establo después de que el caballo ya se escapó?
Creo que no. Pienso que es sabio abordar ahora este tema. Es tiempo de acostumbrar al aparato digestivo del matrimonio para que esté habituado en la próxima temporada estival.
- Tolerar
- Oir
- Perdonar
- Expresar
TOPE es la palabra del acróstico, porque el objetivo es poner “Tope, límite y final…” a un virus que infecta matrimonios y a una enfermedad Terminal que los aniquila.
La próxima semana abordaremos la “T” de este acróstico, pero mientras tanto. ¿Qué les parece si buscamos a nuestra pareja y juntos alimentamos la comunicación?
Tomemos ahora dosis adecuadas, no lo dejemos todo para las vacaciones… y recuerda: El diálogo genera paz interna y mejora la relación con los demás; pero el buen diálogo es aquel que agota el tema sin agotar a sus interlocutores...
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