Como es natural los diferentes gremios competían entre si para realizar las representaciones más espectaculares, lo que llevó a una lenta profesionalización de los actores, que en principio se dedicaban de forma voluntaria a ellas. Los autos, las danzas, bailes y otros tipos de entretenimientos se fueron complicando, lo que exigía más tiempo y dedicación.
La Iglesia (católica) no tardó mucho en reglamentar y potenciar esta forma popular de representación religiosa, ya que vio en ella un medio para adoctrinar a las masas. De esta forma, las sencillas historias bíblicas o las edificantes vidas de santos, formaban a la gente sencilla. No olvidemos que los oficios religiosos se hacían en latín, y que la formación religiosa del pueblo no pasaba de la memorización de algunas sencillas oraciones, el Credo y poco más.
Naturalmente “la” Iglesia condenaba el teatro secular y contribuyó a su persecución. En el año 1600 Felipe III puso fin a la prohibición de montar espectáculos teatrales, promulgada por Felipe II en el año 1582.
Aunque el estado concediese permiso para formar compañías, estas estaban sujetas a varias condiciones de carácter religioso. La temporada teatral la regía el calendario religioso. Comenzaba con la Pascua de Resurrección y terminaba el martes de Carnaval. Después de esto las compañías se preparaban para las representaciones de la fiesta del Hábeas.
Los cómicos y actores tenían fama de gente irreverente e inmoral, por lo que en la legislación del 1587, que regulaba la participación de las mujeres en las compañías teatrales, se exigía que estuvieran casadas o fueran menores hijas de padres dedicados al teatro.
Por otra parte, todos los tipos de compañías, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga y farándula, llevaban diferentes autos religiosos, que de una manera directa adoctrinaban a la gente sencilla.
Aunque “la” Iglesia no logró prohibir las representaciones teatrales en las corralas, presionó para que hombres y mujeres estuvieran separados y prohibió a los sacerdotes asistir a ellas.
Los textos eran censurados. Primero existía la propia censura realizada por el autor de comedias (*), después venía la censura eclesiástica y la obra podía llegar a ser prohibida e inscrita en los Índices de libros prohibidos. Aunque el rigor se ponía más en los contenidos doctrinales que en los morales.
Desde antiguo las expresiones culturales han sido utilizadas por y para el poder. El Siglo de Oro no fue una excepción. Si bien, la intención de entretener presidía el espectáculo del teatro, el estado y “la” Iglesia intentaron regularlo y reglamentarlo.
El teatro en forma de auto sacramental era una manera sencilla de adoctrinar a la gente humilde. “La” Iglesia de la Contrarreforma se veía en la necesidad de preparar a sus fieles contra la “herejía”, por eso se hacía tan importante el control y el uso de la cultura en general.
El teatro más secular, aunque trataba temas profanos, tocaba colateralmente temas de moral y religiosos, dado el fuerte factor devoto de la sociedad de la época.
(*) El autor de comedias era el director de la compañía. También se le denominaba maestro de hacer comedias. Muchas veces él mismo no las escribía, tan sólo las dirigía y producía.
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