Los dos primeros siglos de la Edad Moderna fueron, indudablemente, periodos de conmoción y profundo cambio en el plano social y religioso. La expresión artística se convirtió, en muchos casos, en instrumento en manos de los estados para transmitir los “valores correctos” o la “verdadera religión”.
En la España de la Contrarreforma el poder se concentraba en pocas manos: la Iglesia, la nobleza, la realeza y algunos pequeños grupos de burgueses. La monarquía, como directora de la política a seguir, imponía la ortodoxia en lo material y lo espiritual, apoyada en todo momento por una iglesia dócil, domesticada por lo derechos del rey para nombra cargos eclesiásticos. El férreo control cultural al que fue sometida España desde el reinado de Felipe II, separaría a esta de las ideas que corrían por el resto del continente. Este control no impidió un florecimiento cultural ni la formación y perfeccionamiento de expresiones populares de ocio.
Alguno de los literatos más importantes de la literatura española son de este periodo como: Garcilaso, Guevara, Alfonso y Juan de Valdés, Villalón, Francisco de Rojas, Francisco Delicado, Herrera, Fray Luís de León, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Lope de Rueda, Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Tirso de Molina, etc.
Dado el gran número de autores y formas de expresión literaria, ¿podemos decir que el gobierno de los reinos de España intentó controlar la cultura y utilizarla para sus propios fines? El estudio de esta problemática sería largo y complicado. Por un lado las listas de libros prohibidos de la Inquisición, el uso de la Censura, los procesos inquisitoriales nos ayudarían a encontrar las conexiones entre ortodoxia y control estatal. Por el otro lado, el apoyo o rechazo a ciertos autores, también nos permitiría reconocer los literatos que de una manera activa apoyaban los valores de la elite.
España ha sido y es una realidad plural. A principios del siglo XVI es uno de los primeros estados que ha completado su unificación territorial. La pluralidad cultural durante toda la Edad Media, le ha convertido en una monarquía heredera de diferentes corrientes de pensamiento. Musulmanes, judíos y cristianos han convivido, aunque no siempre pacíficamente, produciéndose intercambios culturales interesantes.
España no podía empezar mejor el siglo XVI. La política de matrimonios de los Reyes Católicos, la empresa americana y la expansión aragonesa y catalana en el mediterráneo, dan a luz un periodo prodigioso en el terreno cultural. En los primeros años del siglo se crean nuevas instituciones de enseñanza, se propicia una reforma religiosa a nivel interno y la Península se abre a Europa como nunca. El cardenal Cisneros es el máximo exponente del deseo de unir grandeza política a desarrollo cultural.
La Reforma Protestante parte en dos a Europa, pero su división no es tan sólo territorial. Se encuentran reformados en todos los países, en la mayor parte de las ciudades de la Europa. Parece que las fronteras políticas no pueden detener la nueva ola religiosa. El movimiento reformado tiene carácter universal, por eso se adapta a todas las culturas y busca nuevas formas de expresión.
España, gobernada por los Augsburgo, se cierra a la reforma protestante. Carlos I, agotado en interminables guerras con los príncipes alemanes luteranos, aconseja a su hijo, Felipe II, que cierre el país a esa forma de “herejía”.
El calendario de acontecimientos durante la segunda mitad del siglo XVI es muy claro: Autos de fe contra protestantes en Valladolid y Sevilla e inicio del proceso contra el arzobispo Carranza, también se aprueba la “Ley de Sangre” en 1559; prosigue la represión anti-protestante en Castilla y en Andalucía año 1562; endurecimiento de las medida contra moriscos en los años 1565-1567; aplastamiento de las rebeliones moriscas en el año 1571; tras la muerte de Felipe II la Inquisición y la represión van perdiendo poder.
El Concilio de Trento, sueño de Carlos I de España, no sólo no termina con el cisma de occidente, sino más bien lo agrava. En la Europa Católica se produce lo que se ha dado en llamar la Contrarreforma o Reforma Católica. La Iglesia Católica se reorganiza y se confirma en sus creencias tradicionales. Las ideas conciliares se transmitieron a cada reino por medio de la creación del primer catecismo católico, la reforma del culto y la administración eclesiástica, la creación de nuevos colegios para sacerdotes, la reorganización de la Curia, la implantación de visitas obligadas de los obispos a Roma, etc.
En España la contrarreforma se aplicará contra todo lo que parezca poco ortodoxo: iluminados, erasmistas, protestantes, moriscos, cripto-judíos o blasfemos.
Los límites a la creación artística no frenaran la gran riqueza literaria de la Península, que como sede central de un gran imperio, dará al mundo algunas de las obras más bellas de la literatura universal.
Continuará.
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