No me ocuparé aquí de su carrera meteórica que puede medirse con estadísticas impresionantes sobre la cantidad de ciudades del mundo donde ha predicado, la cantidad de personas que han abrazado la fe cristiana en ellas, o la cantidad de jefes de estado con quienes se entrevistó a lo largo de su carrera, incluyendo a Winston Churchill en 1954, Kim Il Sung de Corea del Norte en 1992 y por supuesto sus presidentes Kennedy, Nixon, Carter, Clinton y Bush padre e hijo. Escribo a propósito “sus presidentes” porque Graham es en muchas cosas un típico ciudadano de los Estados Unidos. ¿Y quién va a negarle su derecho a serlo? Pero es también una figura internacional y en ese sentido su carrera tuvo una evolución notable.
Durante el Congreso Internacional de Evangelización Mundial en Lausana, 1974, Graham afirmó en forma autocrítica: “es un error identificar el Evangelio con un programa político o una cultura en particular. Este ha sido un peligro para mí. Cuando voy a predicar el Evangelio voy como embajador del Reino de Dios – no de los Estados Unidos.” Quienes trabajamos en el Congreso de Lausana reconocemos que para Graham no fue fácil aprender esa lección pero que de veras en ese Congreso puso en práctica la lección que había aprendido.
Lausana fue la culminación de un proceso de toma de conciencia de los evangélicos del mundo respecto a las carencias y errores de su trabajo misionero. Graham ha dicho más de una vez que el es un evangelista y no un teólogo, pero temprano en su carrera se dio cuenta de la íntima unión que debe haber entre evangelización y teología. Por ello fundó la revista
Christianity Today en 1956, caracterizada por un énfasis en la evangelización que va de la mano con un énfasis en la teología. Al celebrarse diez años de existencia de esta revista, Graham convocó a un Congreso de Evangelización en Berlín (1966). Había detectado una inquietud en el mundo evangélico a nivel global y en el Congreso, como en la revista, celo evangelizador y rigor teológico se dieron la mano. El resultado fue un proceso de reuniones similares en todos los continentes y luego un nuevo encuentro en Lausana. Y lo que pasó durante ese proceso y en el evento de Lausana es que la teología cumplió su función crítica respecto a la práctica misionera. Se redescubrieron verdades bíblicas que habían estado olvidadas, se realizó la autocrítica de una manera imperialista de hacer misión que iba llegando a su fin, se reafirmó el celo misionero junto a la voluntad de hacer misión “ a la manera de Jesús.”
Figuras como el británico John Stott, el eucatoriano René Padilla, el canadiense Leighton Ford, el africano Gottfried Ossei Mensah fueron claves en ese proceso. El
Pacto de Lausana es el testimonio de ese momento de lucidez evangélica global, y sigue siendo un documento pertinente. Fue la visión de Graham y la organización que dirige la que facilitó ese proceso.
Son conocidas las críticas a Graham desde los sectores del protestantismo histórico, en especial del vinculado al movimiento ecuménico, sectores que no suelen ser muy entusiastas de la evangelización. Sin embargo en su carrera ha tenido el apoyo de otros sectores dentro del mismo protestantismo.
Menos conocida es la verdadera guerra que le hicieron los fundamentalistas como Bob Jones, Carl McIntire, y John R. Rice, de algunos de los cuales había sido amigo en los comienzos de su carrera. Esta guerra arreció en las décadas de 1950 y 1960. Conforme avanzó en su actividad evangelizadora Graham vio que se ampliaba la base de sus colaboradores. En algunas ciudades estadounidenses líderes católicos lo apoyaron lo mismo que los de las grandes denominaciones protestantes. Esto resultó inaceptable para la estrecha visión de los fundamentalistas. Pero quizás hubo otro factor decisivo en la oposición fundamentalista. Graham, quien provenía del sur de su país, fue tomando conciencia de la lacra del racismo y de la necesidad de luchar contra ella. Cuando llegó la hora de la lucha por los derechos civiles y apareció Martin Luther King, Graham cultivó su amistad. Sus grandes reuniones fueron siempre integradas y sin segregación. Aunque Graham había recibido muchas invitaciones para predicar en Sudáfrica, rehusó aceptarlas a menos que tanto los oyentes como los ayudantes, el coro y los consejeros fuesen racialmente integrados. La política de apartheid lo impedía. Graham sólo ministró en Sudáfrica, cuando en 1973 el gobierno accedió a romper el apartheid y permitir la integración.
Junto al Billy Graham de los partidos de golf con sus presidentes, que se prestan tanto al comentario y la caricatura, está el Graham ciudadano del mundo, visionario global y evangelista con conciencia teológica y actitudes proféticas. Sin duda, un “americano” singular.
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