Consecuencias de la 3ª Regla, que es “preocuparse de corregir al hijo, pero no esforzarse por cubrir sus necesidades emocionales”. Hemos visto las tres grandes áreas –física, espiritual y emocional- en las que toda persona necesita ser atendida. Y pudimos observar que una de las más descuidadas es la emocional. Terminemos dando respuesta a una pegunta: ¿Cuáles son las consecuencias de “desnutrir” el alma de un niño?
Un déficit en
aceptación, afirmación y amor traerá consecuencias en los hijos. A continuación enumero algunos síntomas de desnutrición del alma:
- Autoestima bajísima. El niño crecerá con la idea fija de “no soy merecedor de nada” “No merezco el amor de nadie”. Un niño no tiene la capacidad para razonar lo siguiente: “Mis padres tienes un problema emocional que les impide amarme” El niño sólo puede razonar así: “Mis padres no me aman; eso es porque no merezco ser amado” “Si mis padres, que son los que más deben amarme no lo hacen, ¿cómo puedo pretender que me amen los demás?”. Crecerán con ese déficit y vivirán con un cartel escrito en sus frentes. Un cártel imperceptible para los ojos físicos, pero totalmente evidente en el ámbito psicoemocional. Un cartel que dice “NO ME AMO” La sociedad que les rodea, y que tiene tendencia a la crueldad, razonará diciendo: “Si no te amas tú, ¿por qué tengo que amarte yo?” Y esos niños vivirán rechazados.
- Perfeccionismo. Cuando una persona no es afirmada en medio de los errores, crecerá con la idea de que se le ama en base a sus méritos; en consecuencia buscará hacerlo todo perfecto y eso supondrá una tortura para él. Pero ese mismo espíritu perfeccionista le llevará a ser extremadamente crítico con los demás. Los niños que han crecido con el “síndrome del perfeccionismo” desarrollan una extraordinaria capacidad para ser críticos con su entorno. Son capaces de ignorar todo acierto de sus semejantes y evidenciar mordaz y cruelmente el más mínimo error en cualquiera de ellos. A esta actitud he dado en llamarla “el síndrome del buitre”, pues éste ave es capaz de sobrevolar un precioso prado en la más exuberante primavera sin experimentar ninguna emoción, pero luego detiene su vuelo en seco y se lanza en picado a por diez gramos de carroña que pudiera haber bajo los pétalos de una flor. Son críticos con los demás e incapaces de apreciarles, porque ellos mismos sufren la frustración de no haber sido afirmados.
- Ultrasensible a las críticas y opiniones de los demás. Una crítica hacia lo que han hecho puede hundirles. No se sienten aceptados, no se sienten afirmados, no se sienten amados y su alma está en ruinas.
- Miedo a relacionarse con los demás y un miedo atroz a enfrentar retos y aceptar desafíos de la vida.
Problemas de tipo sexual. Su autoestima bajísima les lleva a encontrar el placer en lo oculto y en la soledad. Pornografía y masturbación son salidas aparentes, pero luego se convierten en callejones sin salida.- Identidad sexual alterada. Cuando falta el abrazo del padre, es fácil que busquen ese abrazo en otro hombre. La ausencia del cariño de la madre, puede llevar a una hija a buscarlo en otra mujer.
- Depresiones. Hay varios tipos de depresión: La orgánica ó bioquímica, que se combate mediante medicamentos. Depresión por una pérdida fuerte; puede ser la muerte de un ser querido o un divorcio; se combate con el tiempo y el amor de los que quedan. Depresión por agotamiento; se combate con descanso. Y la que son susceptibles de sufrir los niños con desnutrición del alma: Depresión originada por la ira que se ha ido acumulando hacia una persona. Sólo se combate con el perdón hacia esa persona.
La Biblia nos exhorta con claridad:
“Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” 1ª Timoteo 5:8
Concluiré intentando dar respuesta a la pregunta crucial: ¿Cómo puedo evitar que mi hijo tenga un alma desnutrida? Conozco una fórmula. Se trata de una medicina extraordinariamente efectiva y que consta de tres ingredientes:
- Tiempo. Tal vez no podemos dedicarles muchas horas, pero podemos hacer que sea un tiempo lleno de contenido. A veces quince minutos valen tanto como una vida.
- Comunicación. No se trata de estar juntos, sino de estar unidos. Hablarnos y respondernos. Utilizar, no sólo el lenguaje verbal, sino mirarnos a los ojos y descubrirnos reflejados en las pupilas de nuestros hijos. Eso supondrá, en ocasiones, apagar el televisor, hacer a un lado el periódico y concentrar la atención en la familia.
- Comunión. Aquí me refiero a la intimidad familiar. Compartir más que palabras; compartir momentos especiales, aficiones… conversaciones y silencios.
La familia requiere su espacio, su tiempo, su forma de comunicación que ha de defender. Esta privacidad le permite vivir con confianza, motivarse mutuamente, restañar heridas y sentirse grupo con su propia identidad. Dedicando
tiempo a nuestros hijos estaremos facilitando la
comunicación, que, practicada con asiduidad fomentará la
comunión entre ellos y nosotros.
Es posible que hablar de estas verdades nos provoque el incómodo sentimiento de haber hecho las cosas mal. Yo soy plenamente consciente de haber cometido muchos errores al ejercer el oficio de padre,
pero lo importante es admitir la equivocación y enmendar aquello en lo que hemos errado. Nunca es tarde para rectificar. Agustín de Hipona lo dijo así: “Errar es humano, perseverar en los errores es diabólico.
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