Pero, el distanciamiento y la banalidad con que se tratará el tema -eso es por lo menos lo que temo, ojalá me equivoque- aparecen ya en dos series de televisión con las que, claro, sólo se busca la mayor audiencia, rentabilidad, vamos.
«Cuéntame cómo pasó» es una de ellas y que emite la Primera de TVE, así como también
«Amar en tiempos revueltos». Ambas series pecan de bastante inverosimilitud, como si sus guionistas no hubieran vivido aquellos años. (Debo aclarar que puedo escribir sobre esas series porque soy un telespectador pasivo... ya sabéis, lo mismo que los fumadores que no fuman.)
¡QUÉ BONITO, AUNQUE SEA MENTIRA!
Precisamente, fue uno de esos hechos inverosímiles lo que me dio la idea de esta reflexión. Los que hayan vivido -sufrido- el franquismo recordarán el férreo control que ejercía sobre los medios de comunicación. Y, aunque sea desviarme del tema, no puedo dejar de citar el mismo control ejercido sobre las confesiones de fe no católicas.
Verbigracia: nuestras iglesias, las reuniones de cualquier tipo... aunque no lo viviera -aún no me había convertido-, recuerdo con gratitud a los hermanos que sufrieron todo aquello.
Volviendo al hecho, en un capítulo de «Cuéntame» se había escogido a algunos niños para que recitaran en el cumpleaños (¿?) de Franco encendidas loas a su persona durante un programa radiofónico. Carlitos, uno de ellos, no conseguía memorizar un bodrio rimado que le había dado el maestro; al hermano rojillo, viendo su apuro, no se le ocurre otra cosa que cambiárselo por un poema de
Antonio Machado sobre el fusilamiento de
García Lorca.
Quienes lo vieran, lo recordarán: Tras el primer verso,
«Se le vio, caminando entre fusiles», se puede apreciar en su voz infantil la gravedad de aquel momento; en el maestro, alarma; en los responsables de la emisora, extrañeza; en sus padres, emoción; en su hermano, regocijo. Se palpa la tensión; Carlitos prosigue con el recitado, y las expresiones ya se extreman. En el estudio, convulsionado, tratan de suspender la emisión, mientras el niño clara y dignamente recita los catorce versos. El derrumbe del maestro afecto al Régimen, contrasta con la emoción de su familia, de sus amigos... de los televidentes.
Pero, al final del capítulo me dije, mentira, pero bonito,... a no ser que alguien pudiera demostrar que el hecho fue real.
Respecto al poema, el poeta lo escribió en el mismo año del fusilamiento, en 1936, y, probablemente, a poco de conocer la noticia. Forma con otros dos una elegía, que tituló El crimen fue en Granada. A Federico García Lorca (1), y dice así:
El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-
...Que fue en Granada el crimen
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
Dejando ya la ficción televisiva, Antonio Machado escribió un puñado de poemas («Poesías de la guerra» 1936-1939) al que pertenecían los citados, y que se convirtieron en su obra póstuma (ya he hablado sobre su inmediata muerte en el exilio).
En uno de esos poemas describe la quietud, la belleza serena de la naturaleza, para contraponerlas a la devastación próxima de la guerra:
(...) en la tarde silenciosa
y en este jardín de paz,
mientras Valencia florida
se bebe al Guadalaviar
(...), pienso en la guerra. La guerra
viene como un huracán
por los páramos del alto Duero,
por las llanuras de pan llevar,
desde la fértil Extremadura
a estos jardines del limonar,
desde los grises cielos astures
a las marismas de luz y sal.
Pienso en España vendida toda
de río a río, de monte a monte, de mar a mar
«Meditación del día»,
febrero de 1937
(1) Antonio Machado. Obras completas (Volumen I). RBA-Instituto Cervantes. 2005.
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