Este texto no parte desde la
globalifobia ni se dirige a promoverla. Tampoco asume la
globalifilia como estrategia de comunicación. Intenta apenas ubicarse en una perspectiva determinada por algunos de los metarrelatos bíblicos que se remiten a épocas muy antiguas de la historia humana, para, a partir de ellas, dialogar con la situación presente. Cada enunciado del título de esta presentación exige ser tratado con suficiente profundidad dadas sus implicaciones prácticas, ideológicas y políticas. Así, la interacción entre globalización y migración, y globalización y género, reclama análisis que si duda se esbozarán en las siguientes ponencias. Aquí, partiremos de la necesaria búsqueda de relaciones entre estos temas y la perspectiva del Antiguo Testamento.
Globalización, Biblia y teología: universalizar la gracia y lo humano
Para tal fin, asumiremos un punto de vista cercano a las propuestas del conocido sociólogo de la cultura Néstor García Canclini en su libro
La globalización imaginada, donde define la globalización de la siguiente manera: "La globalización puede ser vista como un conjunto de estrategias para realizar la hegemonía de macroempresas industriales, corporaciones financieras,
majors del cine, la música y la informática, para apropiarse de los recursos naturales y culturales, del trabajo, el ocio y el dinero de los países pobres, subordinándolos a la explotación concentrada con que esos actores reordenaron el mundo en la segunda mitad del siglo XX”.(1)
Como se ve, en esta definición no aparece ni rastro de satanización o confrontación
a priori con este fenómeno cuya problemática ocupa a tanta gente a principios de siglo y de milenio. Más bien se aprecia un verdadero respeto por la complejidad del asunto y una sana intención de abordarlo y desmitificarlo. Porque vaya que ha alcanzado la estatura de un
mito genial o de
enemigo favorito hacia el cual lanzar los dardos ciegamente o plantear acríticamente múltiples formas de idolatría. En la vertiente económico-política existen centros de estudio dedicados a desmontar minuciosamente todos sus aspectos negativos. Los logros de muchos autores/as son fundamentales para apreciar sus elementos nocivos.(2) No obstante, García Canclini sugiere que es posible hablar en plural de este fenómeno y, desde otras formas de entender y vivir la globalización, replantear sus posibilidades. Por ello, agrega:
La globalización es también el horizonte imaginado por sujetos colectivos e individuales, o sea por gobiernos y empresas de los países dependientes, por realizadores de cine y televisión, artistas e intelectuales, a fin de reinsertar sus productos en mercados más amplios. Las políticas globalizadoras logran consenso, en parte, porque excitan la imaginación de millones de personas al prometer que los dos más dos que hasta ahora sumaban cuatro pueden extenderse hasta cinco o seis. Muchos relatos de lo que les ha sucedido a quienes supieron adaptar sus bienes, sus mensajes y sus operaciones financieras para reubicarse en un territorio expandido indican que el realismo de lo local, de quienes se conforman con sumar cifras nacionales, se habría vuelto una visión miope .(3)
Bajo el membrete globalización se cobijan, entonces, muchas realidades contradictorias, complementarias, simultáneas... Por ello García Canclini la caracteriza como un “objeto cultural no identificado” y extrae un par de conclusiones sumamente útiles a la hora discutir sobre ella:
a) La globalización no es un paradigma científico, ni económico, en el sentido de que no cuenta con un objeto de estudio claramente delimitado ni ofrece un conjunto coherente y consistente de saberes, consensados intersubjetivamente por especialistas y contrastables con referentes empíricos (Passeron, 1991);
b) tampoco puede considerarse a la globalización un paradigma político ni cultural, en tanto no constituye el único modo posible de desarrollo. La globalización, más que un orden social o un único proceso, es resultado de múltiples movimientos, en parte contradictorios, con resultados abiertos, que implican diversas conexiones “local-global y local-local” (Mato, 1996). Los conocimientos disponibles sobre globalización constituyen un conjunto de
narrativas, obtenidas mediante aproximaciones parciales, en muchos puntos divergentes.(4)
El contacto de este tipo de análisis con la perspectiva bíblico-teológica, aparentemente no tan explícito, se aclara si partimos de uno de los postulados básicos del judeocristianismo (y de otras muchas religiones): la necesaria universalidad de la acción divina en la historia. Además, García Canclini apunta a la viejísima oposición entre lo local y lo universal, tan intensa ya en muchos textos veterotestamentarios cuando se contrapone el etnocentrismo con la visión universal de Yahvé. Se podría resumir el contenido del AT afirmando que
es testimonio histórico-simbólico del proceso conflictivo mediante el cual el Dios de Israel, partiendo de lo local, intenta universalizar su acción, gracia y presencia en todos los pueblos de la tierra. Como bien podemos recordar, este proceso se llevó a cabo siempre en oposición con las fuerzas etnocéntricas israelitas que no entendieron la clase
globalización de la gracia y de lo humano que quería realizar su Dios. Un ejemplo muy intenso de esta oposición y su resolución aparece en el libro de Jonás. El Dios bíblico emerge en la historia en medio de una situación de esclavitud forzada en un país extraño para enjuiciar las realidades de opresión presentes en ese ambiente.
Por otra parte, el manejo de estos elementos como nuevos paradigmas de interpretación bíblica debe cuidar que no se convierta solamente en una moda más sino que responda a un interés de diálogo profundo con los textos bíblicos en vías de su actualización dinámica. Asimismo, no hay que olvidar el intenso recuerdo (toda una
confesión de fe) acerca de los orígenes más remotos que se promueve en una época determinada del texto bíblico, en la tradición historiográfica
deuteronomista, la cual destaca las raíces arameas y errantes (Dt 26.5: “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron...”), así como las leyes preocupadas por la condición de los extranjeros en medio del pueblo de Israel ya establecido en Canaán: “El recuerdo de la identidad de extranjero y su experiencia marca los límites en el ejercicio del poder y permite la relación igualitaria”.(5)
México es un país en donde confluyen críticamente en la actualidad los tres enunciados que dan título a este trabajo. Primero, porque los regímenes recientes se han convertido en campeones de la globalización, del libre mercado, de las privatizaciones y el
adelgazamiento del Estado para disminuir su presencia como rector de la economía. Segundo, porque el segundo gran factor de su economía lo constituyen los ingresos que envían los trabajadores migrantes de origen mexicano desde Estados Unidos.(6) Y tercero, porque en su frontera norte, en los últimos años, han sido asesinadas cientos de mujeres, mayoritariamente empleadas de maquiladoras, símbolos en gran medida, del fenómeno globalizador. De modo que con este trasfondo resultará imposible no buscar pistas para relacionar las realidades bíblicas con la situación presente en este país. Se evitará el concordismo, pues aunque los tres aspectos aparecen claramente delineados en los textos del AT, no es honesto incurrir en afirmaciones extemporáneas o en anacronismos en el afán de hallar similitudes inexistentes para aquellas épocas antiguas.
Próximo artículo de esta serie: “Globalización, migración y género: cruce de caminos”
(1) N. García Canclini,
La globalización imaginada.. Buenos Aires, Paidós, 1999 (Estado y sociedad, 76), p. 31.
(2) Baste con mencionar las publicaciones de Naomi Klein y las investigaciones sistemáticas del Departamento Ecuménico de Investigaciones, dirigido en Costa Rica por Pablo Richard. Entre los autores que han profundizado más en este tema hay que citar, para sólo incluir nombres latinoamericanos, a Franz Hinkelammert, Julio de Santa Ana, Jung Mo Sung, Germán Gutiérrez y Raúl Fornet-Betancourt.
(3) N. García Canclini,
op. cit., p. 32.
(4)
Ibid, p. 47.
(5) E. Tamez, “Migración y desarraigo en la Biblia”, en
Vida y Pensamiento, vol. 24, núm. 1, mayo de 2004, p.
(6) Sobre el tema de las migraciones de los
braceros mexicanos bien vale la pena revisar el suplemento
Masiosare del periódico
La Jornada., así como otros números que abordan precisamente el quehacer de las mujeres dentro y fuera del país como respuesta a estos fenómenos.
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