Me encontraba garabateando un texto inspirado en la siguiente noticia:
El ex "Beatle" Paul McCartney ha prometido que no actuará en China tras ver un vídeo que muestra el sacrificio de perros y gatos para utilizar sus pieles…
…McCartney , un apasionado defensor de los animales, también cuestionó que Pekín acoja los Juegos Olímpicos de 2008: "¿Cómo puede una nación anfitriona de los Juegos Olímpicos permitir que los animales sean tratados de esta manera terrible?".
Por su parte, su esposa, Heather McCartney , reclamó: "Pueblos de otros países del mundo deberían ahora boicotear los productos chinos", añadió Heather.
Reflexionaba en cómo – aunque justificada, por cierto – la indignación de “Sir Paul” sabía a poco, al no hacer ni la más mínima mención a las violaciones de los derechos humanos en ese mismo país. ¿Será que no las conoce? ¿Considerará más reprobable la violencia contra los animales, que la violencia contra los seres humanos?
En estas reflexiones me encontraba inmerso cuando leía la noticia – publicada en esta misma revista – de las repercusiones que habían tenido unas declaraciones del Dr. Luis Palau en una visita reciente a Pekín, en las que animaba a los cristianos chinos a salir de la clandestinidad y a darse de alta en los registros del Gobierno. Unas palabras que han causado un gran revuelo y provocado reacciones enconadas en algunos medios y foros de internet.
La polémica está servida y habrá opiniones para todos los gustos, pero creo que cometeríamos un error si juzgáramos este incidente puntual al margen de un contexto muy complejo y mucho más amplio. El Gobierno chino – igual que hacía el célebre “Maestro Po” de la serie Kung-fu con el “pequeño saltamontes” Quai Chang Kane -, está invitando a la comunidad internacional a caminar de puntillas sobre el papel de seda de la diplomacia internacional, sin romperlo. Y ya se sabe que en esto, los chinos – con su proverbial paciencia y pragmatismo - son expertos.
Hace un par de números atrás, Luis Marián llamaba la atención, acertadamente, en esta misma revista (ver Nº 103 - “Cuentos chinos”), sobre el doble rasero con el que en España se estaba tratando la cuestión - recibiendo al primer ministro chino
Hu Jintao sin ningún tipo de protestas, ni manifestaciones contra la pena de muerte, o la violación de los derechos humanos -, en notable contraste al trato dispensado a otros gobernantes.
No sabemos si, de haber habido algún traicionero micrófono abierto, se hubiera escuchado algún
“¡estos chinos son intratables!” – como le sucedió al presidente Zapatero durante la reciente cumbre en Barcelona, refiriéndose a la representación israelita. Pero lo cierto es que, al menos con la boca grande, todos los líderes occidentales siguen la misma estrategia, de mantener el diálogo abierto y evitar, en la medida de lo posible, que el dragón se ofenda y se espante…
Los objetivos claros; ¿Las estrategias…?
Estrategia…, cuestión de estrategia... Y en esto, se puede diferir, por supuesto, aún cuando los objetivos finales sean los mismos. Es como si nos encontráramos frente a alguien con una granada en la mano, que amenaza con hacerla estallar y volar por los aires su casa, su familia y todo lo que está alrededor. Algunos tratarían de mantener el diálogo y la calma, hasta convencerle de que abandone la idea por sí mismo. Otros criticarían esta actitud y propondrían el enfrentamiento y el uso de la fuerza, aunque sólo se salvaran algunos supervivientes de la explosión. Mientras tanto, “los hombres de Harrelson” (S.W.A.T.), se ubicarían estratégicamente, apuntando a la cabeza del suicida con sus miras telescópicas… Distintas estrategias para un mismo fin: impedir la cruenta explosión.
El Gobierno chino tiene en sus manos una peligrosa bomba y en eso basa su estrategia diplomática. Se trata de una bomba política, una bomba económica, una bomba demográfica, una bomba militar, una bomba social, una bomba…, ¡también ESPIRITUAL!
Frente a una situación parecida, en el primer siglo, bajo el yugo romano, el apóstol Pablo abogó por que los cristianos se sometieran a las autoridades porque Dios mismo las había establecido… (Ro. 13:1 ss). (¡Un discurso que hoy levantaría ampollas a más de uno!). De esa manera explicó
en público “el ideario” del pueblo de Dios para sus relaciones con las autoridades. Y claro…, en esa época no había micrófonos indiscretos que nos permitan conocer
las matizaciones que pudiera haber hecho el apóstol en la intimidad. Aunque por lo bajo puede leerse:
“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros…” (Ro. 12:18).Desconozco por qué Luis Palau dijo lo que dijo - y si dijo “exactamente” lo que dicen que dijo -, y me incluyo entre los que observan el tema en la distancia, un poco confusos. Pero creo que, teniendo en cuenta lo delicado de la situación, haríamos mal en usar la cuestión China para defender posturas ideológicas, o dirimir viejas disputas “occidentales”, como algunos intentan.
“Un diálogo entre cristianos y ateos” – les propone Palau, y no creo que ignore el desafío que eso supone. Pero la vida, la libertad, y la salvación de millones de seres humanos está en juego, y eso – en mi modesta opinión - importa mucho más aún que todos los perros y los gatos del mundo – con perdón de Paul McCartney – y me parece que justifica el intento.
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