Los temas propuestos por el Comité Organizador, que lleva dos años largos trabajando en el programa del Congreso, han merecido el beneplácito de quienes han sido consultados, por considerar que afrontan temas de interés general, y las personas propuestas para presentarlos han sido seleccionadas de entre el amplio espectro de hombres y mujeres, buscando no tanto su adscripción a determinada denominación evangélica, sino tomando en cuenta su capacitación para desarrollar el tema propuesto al más alto nivel.
Una buena pregunta es: ¿Y qué se pretende con este Congreso? La respuesta no es sencilla. Hay dos objetivos primarios: 1) Poner en relación al pueblo evangélico madrileño en torno a temas de primer nivel de actualidad, para que sean tratados en un foro de diálogo abierto, en el que, con toda libertad puedan ponerse al descubierto cuáles son los intereses y orientaciones de los evangélicos madrileños al respecto; y 2) trasladar a la sociedad una imagen responsable, unida, comprometida socialmente, lejana al concepto de secta que prevalece aún en muchos de los ámbitos oficiales y sociales. Pero sin olvidar un aspecto básico:
todos los temas serán tratados en un nivel de absoluto respeto a las diferentes sensibilidades evangélicas y con plena libertad, no interferida desde ninguna instancia.
¿Y qué es lo que vamos a transferir a la sociedad? Pues eso está por ver. Pero es seguro que transmitiremos lo que somos, tal vez una imagen diferente a lo que nos gustaría ser, pero sin maquillajes ni engaños. Nos pondremos nuestro “traje de domingo”, pero queremos expresarnos con valentía, con honestidad, mirando hacia dentro y hacia fuera, aprendiendo de nuestros errores, escuchando a nuestros mentores (y detrás de ellos, esperamos, descubriendo las pistas que Dios quiere darnos), llegando a las conclusiones que puedan consensuarse y a los compromisos que seamos capaces de ir asumiendo. Es decir, se trata de un Congreso abierto, libre, en el que queremos que el Espíritu sople de donde quiera y hacia donde quiera, sin complejos, sin controles más allá de la buena educación y el respeto de los unos hacia los otros, donde los congresistas tengan la oportunidad de manifestarse en los talleres que a tales efectos se han programado y lleguen por sí mismos a las conclusiones a que pueda llegarse.
Bueno será si, desde ahora, el pueblo evangélico abre foros de diálogo, de aportaciones, de sugerencias, de contraste de opiniones, de ejercitarnos en la práctica evangélica de dejar de restar y ponernos a sumar que nos enseña Jesús de Nazaret en la oración de Juan 17, que vayan preparando el diálogo y el debate en el Congreso. Porque éste es un Congreso de buena voluntad, en el que los francotiradores van a encontrar poco caldo de cultivo, ya que no hay nadie excluido, ni protagonistas de excepción. Y quienes deseen buscar protagonismo personal al socaire del Congreso, deberían buscar otros espacios. Lo que se busca es la suma de voluntades, de creyentes capaces de empujar el carro, que aporten sus ideas, su colaboración, su entusiasmo y, cuando sea preciso, su crítica constructiva. Y que el Congreso sea un paso hacia adelante en la proyección social de los evangélicos madrileños, que ayude a las iglesias a actualizar su mensaje y a evangelizar en el más completo y noble sentido de la palabra.
En este Congreso no hay más excluidos que los que deseen excluirse a sí mismos. Y esperamos que sean muy pocos. Aquí caben todos y todas: los procedentes de las iglesias históricas y los integrantes de iglesias emergentes, de cualquier matiz teológico o eclesial; los españoles de nacimiento y los españoles de nuevo cuño; los procedentes de Madrid, pero también aquellos que vengan de otras Comunidades Autónomas o de cualquier otro país. Creyentes procedentes de cualquier confesión religiosa y no creyentes, que estén interesados en ser testigos de las inquietudes y respuestas de los protestantes a los problemas de nuestro tiempo. Es un Congreso abierto.
Faltan tan sólo dos meses escasos para su celebración; la cita más importante en los 150 años de historia del Protestantismo madrileño. Y ahora es el momento de decirle a tu hermano, a tu vecino, a tu amigo
: “nos veremos en el Congreso”. Y hacer del
I Congreso Protestante de Madrid una “casa común” en la que seamos capaces de dialogar libremente sobre los temas propuestos.
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