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El hangar de Dios: esperanza

El adviento es el tiempo en el cual pedimos a Dios que nos dé su mantenimiento. Que nos revise en cuatro áreas para corregir, para reparar, para calibrar, para redirigirnos hacia su voluntad y su camino.

ENROLADO POR LA GRACIA AUTOR 1053/Joel_Sierra 30 DE NOVIEMBRE DE 2025 10:00 h
Foto de [link]Waldemar Brandt[/link] en Unsplash

“Que no caiga la fe, que no caiga la esperanza. Aunque el tiempo se presente muy difícil, y se aumente entre nosotros la aflicción, que no caiga la esperanza, hermana mía, ni se apague la luz del reino de Dios”. (Grupo Caleb, Venezuela)



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Y lo que dice la Escritura se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que, uniendo nuestra constancia al consuelo que proporcionan las Escrituras, mantengamos la esperanza. …

Que el Dios de la esperanza, llene de alegría y paz la fe que ustedes tienen, para que desborden de esperanza sostenidos por la fuerza del Espíritu.
(Romanos 15:4, 13 La Palabra)



 



Mantengamos la esperanza



En el adviento entramos como iglesia al hangar de Dios. Los aviones entran a los hangares para recibir su mantenimiento. Se les revisan miles de detalles para que puedan seguir volando con seguridad. Un avión no es lo mismo que un autobús. Si el aparato se descompone a diez mil pies de altura puede haber graves consecuencias. Del mismo modo hay que darle mantenimiento a la iglesia, para que pueda seguir cumpliendo la misión de Dios en el mundo de Dios. 



El adviento es el tiempo en el cual pedimos a Dios que nos dé su mantenimiento. Que nos revise en cuatro áreas para corregir, para reparar, para calibrar, para redirigirnos hacia su voluntad y su camino. Estas cuatro áreas son: la esperanza, el amor, el gozo y la paz. ¿Cómo andamos en estas cuatro áreas rectoras de nuestra misión? ¿Qué cosas hay que ajustar en nuestros programas como iglesia? ¿Qué cosas en nuestro modo de operar deben corregirse para servir mejor a la esperanza, al amor, al gozo y a la paz? 



Pedimos a Dios que renueve nuestra esperanza. Que como individuos y como comunidad vivamos desbordando de esperanza. Que todo lo que hagamos esté marcado por este sello. Los cristianos no somos fatalistas. No creemos que los destinos ya están cerrados y que ya no hay esperanza de transformación. Si el Espíritu está vivo y activo entre nosotros, su fuerza nos sostiene y renueva nuestra esperanza.



En el adviento comenzamos de nuevo a contar la historia de Cristo. Su nacimiento fue profetizado desde siglos antes. Los hijos de Israel esperaban la llegada del Mesías. Toda esperanza bienaventurada, que se fundamenta en el evangelio, es al mismo tiempo un rechazo a las condiciones presentes de injusticia y maldad, y una afirmación del futuro que Dios quiere traer a su mundo por medio de su pueblo.



Lo que esperamos no consiste en el cumplimiento de deseos carnales, caprichos o inmadureces fuera de la buena voluntad de Dios. Más bien nuestra esperanza está fundada en lo bueno que Dios quiere hacer para demostrar su amor por el mundo, comenzando por los más desamparados.  



Señor, Dios de la esperanza, que tu Palabra y tu Espíritu nos fortalezcan y nos sostengan para mantener la esperanza, para que lo que esperamos no sean meros caprichos nuestros, sino verdadero evangelio que transforma la muerte en vida. Amén.



 



Del tronco de Isaí



Un retoño brotará del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. (Isaías 11:1 RVA 2015)



La historia de Cristo comienza muchos siglos antes de su nacimiento. Desde el inicio de la historia de la humanidad, Dios prometió derrotar para siempre al enemigo que en el jardín apareció como serpiente (Gn 3:15). Moisés anunció que vendría un profeta como criterio de juicio para ver quién está y quién no está en el pueblo de Dios (Hch 3:23). Y los profetas predicaron su venida.



Dios mismo visitaría a su pueblo. Vendría el Mesías y todo cambiaría: El lobo y el cordero podrían convivir en paz, el carnívoro amigo del herbívoro, el león comiendo paja como el buey. Alrededor del Mesías se establecería una comunidad nueva, sin el temor de que uno se coma al otro. Es una comunidad diferente: humilde, pacífica y mansa, sin violencia y sin la arrogancia de los superiores.



El profeta Isaías era un poeta. Su mensaje profético está lleno de símbolos y metáforas poéticas. Cometemos un error si queremos que esa imagen del lobo y el cordero se cumpla de manera literal. Es lenguaje poético que se refiere a la comunidad de mansedumbre de quienes siguen al Mesías.



La esperanza bíblica incluye un rechazo a las condiciones actuales de impureza e injusticia. El retoño que surgirá vendrá de las raíces, y no de las ramas del árbol de la monarquía davídica. Es una reprobación de todos los reyes de la dinastía de David. Han sido reyes malos; han andado lejos del camino del Señor. Han traicionado la ley de Dios. Han sido reyes corruptos, que han abusado de su autoridad, y han hecho precisamente todo lo que un rey no debía hacer. Por eso es necesario regresar a la raíz del árbol. La esperanza comienza con el rechazo de la maldad actual.



La esperanza consiste primero en una negación del tiempo presente que está envuelto en maldad. Esto que existe no es la última escena de la historia. Todavía no hemos llegado al fin. Rechazamos pensar que así acaba esta novela. Un pueblo que ha abandonado su misión, que ha perdido el rumbo, que está gobernado por reyes fallidos y corruptos, no es lo que Dios quiere; no es la voluntad de Dios. La esperanza luego procede a anunciar: Todo va a cambiar. Todo va a volver a comenzar. No de una rama del árbol, sino de la raíz. Por eso la referencia a la casa de donde salió el rey David: la casa de su padre Isaí. Es una invitación a volver a empezar. Volvemos a entrar a la casa de Isaí en Belén a preguntarle como Samuel: “¿Es que no tienes otro hijo?” Y la respuesta es: “Sí”. Un retoño brotará. En Dios todavía hay esperanza.    



Señor, Dios de la esperanza, danos la capacidad de rechazar las condiciones actuales de injusticia e impiedad, para anunciar el futuro de paz y bendición que hay en tu Hijo Jesús por la fuerza de tu Espíritu Santo. Amén.



 



Un cordón rojo



Ella respondió: —Como han dicho, así sea. Luego los despidió, y se fueron. Y ella ató el cordón rojo a la ventana. (Josué 2:21 RVA 2015)



El episodio de los dos espías en Jericó (Josué 2:17-21) es una historia de futuro y de esperanza. Aquella ciudad formaba parte de una civilización de idolatría, de injusticia e inmoralidad. Los espías representaban algo nuevo que estaba a punto de venir. Fueron enviados por Josué para recabar información: ¿Cómo está el estado de ánimo de los pobladores y de su gobierno? ¿Cuáles son sus fortalezas y sus puntos débiles? ¿Tiene alianzas con otros pueblos que pudieran venir en su auxilio? En tiempos de guerra, cualquier información es valiosísima.



Rahab, la mujer que escondió en su casa a los dos espías, creyó en el futuro que vendría con este pueblo invasor, y salvó su vida y la de su familia poniendo un cordón rojo colgado de su casa, a la vista de todos, para señalar que ella rechazaba su presente y aceptaba su futuro.



Un gran cambio estaba a punto de ocurrir. En ese momento estaba a punto de comenzar otra realidad, porque el SEÑOR está involucrado en este cambio. La sociedad cananea era una sociedad de injusticia e inmoralidad. Pero ahora Dios iba a establecer en esa tierra a un pueblo que viviría en paz, justicia y rectitud. Con su brazo fuerte los sacó de Egipto y los guio por el desierto. Todos sabían cómo habían derrotado ya a los reyes amorreos del otro lado del Jordán.



Por eso el cordón rojo que Rahab colgó en su ventana representaba una afirmación de fe y de esperanza. Ella está orientada hacia el futuro que está a punto de venir de parte de Dios. Esos dos espías enviados por Josué provenían del futuro, y llegaron a anunciarle a Rahab que el mundo estaba a punto de cambiar. Ahora vendrían la justicia y la paz garantizadas por la ley de Dios.



Rahab se convirtió a la esperanza en ese mejor futuro. Quiso participar en esa nueva vida de paz y justicia. Y ella llegó a formar parte del linaje de Booz, David y también del Señor Jesús. A pesar del tipo de vida que había llevado, fue restaurada y entró en la familia y genealogía del Señor Jesús.



 



Espías del futuro



Nosotros ahora tenemos también la posibilidad de ser espías que provenimos del futuro. Como aquellos dos espías que entraron en Jericó, nosotros podemos también anunciar que viene una nueva realidad, no de esta tierra, sino de más allá del sol: Es el reino de Dios. Proviene de parte de Dios y trae esperanza.



Nuestro mensaje al proclamar el reino de Dios consiste en decirle a todos: “Las cosas no tienen por qué quedarse así”. Este estado de cosas, donde abunda la corrupción y el engaño, esta situación en la que el pueblo está sometido a injusticias por causa del corazón humano pecaminoso, no es la última escena de la historia. Este pueblo tiene esperanza.



Hay esperanza porque el Señor Jesús ya vino, y nació. Se cumplió lo que dijeron los profetas. Ya vino este retoño del tocón de Isaí. Él ya expulsó a los cambistas del atrio del templo en donde podíamos entrar a orar los gentiles. El templo tenía una sección a donde los gentiles podían entrar a hacer oración, pero ese patio se había convertido en un mercado, con gente gritando y haciendo negocios, lleno de bullicio, movimiento y distracciones que hacían imposible la oración. Si una persona no-judía quería acercarse al Dios vivo y santo de Israel, debía hacerlo en medio de todo ese ruido.



Pero el Señor Jesús, al ver esa situación, hizo un látigo con cuerdas y volteó las mesas de los cambistas para echarlos fuera a todos. Tomó posesión de su casa y sacó a los mercaderes del templo para que los gentiles como nosotros pudiéramos entrar a arrodillarnos para buscar en oración al Dios verdadero. La purificación del templo está ligada estrechamente con la misión de Israel de bendecir a todas las naciones. Gracias a Cristo podemos tener acceso para acercarnos al Dios verdadero.



Porque atacó a ambiciosos mercaderes y denunció maldad e hipocresía, porque exaltó a los niños, las mujeres, y denunció a los que de orgullo ardían… Por eso es que hoy tenemos esperanza.



El futuro de Dios ya ha venido a nuestro presente y nos invita a proclamar la esperanza. Gracias a este pasado de redención, podemos rechazar nuestro presente de maldad y afirmar el futuro de paz y justicia del reino de Dios. Como espías del futuro, hoy anunciamos la esperanza.     



Rogamos al Dios de la esperanza, que su futuro de paz nos inspire para vivir hoy en su camino de justicia por la fuerza de su Espíritu.



 



Reparar al mundo



…tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota;



¡se renuevan cada día por tu gran fidelidad!



Tú eres mi herencia, Señor, por eso confío en ti. (Lamentaciones 3:22-24 La Palabra)



Por lo que hizo el Señor Jesús entre nosotros en el pasado, ahora podemos enfrentar nuestro presente con esperanza de un mejor porvenir. Rechazamos las condiciones de maldad e injusticia de este tiempo presente para abrir los brazos al futuro de Dios.



En ese futuro ya no más hombres y mujeres como Elimelec y Nohemí, que en El Salvador y Honduras tienen que dejar su tierra para someterse a toda clase de peligros y humillaciones al pasar las fronteras y atravesar el territorio mexicano, donde no les va nada bien. En ese futuro no hay más millones de personas que tienen que abandonar su tierra y vivir desarraigados. Por el evangelio hay esperanza para el migrante.



Hay esperanza para la chica que está envuelta como víctima de una red de trata de personas que involucra a varios países del mundo, que engaña a jovencitas y las somete a maltratos y vejaciones de su dignidad. Por el evangelio, a aquel que no tiene los medios más básicos para sobrevivir, alguien le ofrece un pedazo de pan. Darle pan al hambriento es una declaración de esperanza en el futuro de Dios.



Estos actos de esperanza, salvación y vida los realiza un pueblo que cree que el futuro ya viene y que ya ha venido en Cristo. En este presente no se hace la voluntad de Dios, pues Dios tiene mejores intenciones para nuestros barrios, ciudades y naciones. Dios tiene buena voluntad de bendición para su mundo, y eso nos llena de esperanza.



Hoy nosotros también, como Rahab de Jericó, queremos colgar un cordón rojo de nuestra ventana para afirmar nuestra convicción: viene algo bueno. Se acerca un mejor futuro, porque el pueblo que cree en Cristo se pone al servicio de Aquel que está reparando al mundo. Ponemos nuestras manos, nuestra imaginación, recursos, juventud y vida al servicio de la buena voluntad de Dios de bendecir a su mundo.



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Hoy nos llama el Señor a ser siervos y siervas de la esperanza, a entrar en la reparación de un mundo descompuesto. Nos invita el Señor a tomar sus herramientas de paz, de servicio y de amor. Si respondemos a su invitación, concretizamos la esperanza y nos convertimos en un equipo de esperanza; porque creemos que este presente estado de cosas no es la escena final de la historia. El mundo va a cambiar, y queremos ser parte de ese cambio. Nos enrolamos en las filas de Cristo para ponernos a reparar un mundo descompuesto, con el poder del evangelio.



Dios de la esperanza, queremos colaborar contigo en la reparación del mundo, no con espada, ni con ejército, sino con la fuerza del Espíritu, que nos llena de esperanza. Amén.



 



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