Los redimidos estamos en la Iglesia en todos los tiempos. Pero eso no significa santificar la estructura temporal, sea la que sea.
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Para descubrir, o encontrarse, con América, hicieron falta unos barcos y un poco de suerte. Ahora con un poco de suerte, manejando un ordenador en las redes, puedes descubrir América o lo que haga falta, que si te argumentan que eso ya pasó, siempre le puedes responder con el recurrente “tengo otra versión alternativa”. Se acaba de descubrir que los protestantes de la Reforma eran católicos, pero no romanos. Sin pestañear, sólo usando alguna pestaña del ordenador para subir el jubiloso descubrimiento a las redes.
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Que tal cosa es evidente desde el mismo momento del inicio de la Reforma, y que eso era sabido por todos los que la mirasen un poco, parece que no se ve. Un ejemplo: a los que juzga la Inquisición en Sevilla de la iglesia chiquita, son condenados por luteranos. Todos confiesan que ellos y ellas no son luteranos, sino de la iglesia católica, de la que no reconocen haber salido por sus ideas actuales. Más aún, incluso por eso mismo están en contra de las innovaciones instaladas por el papado. Desde luego a nadie se le ocurre denominarse católico reformado.
El problema en estas cosas no son los nombres, que varían en la Historia, y muchas veces vienen de fuera. Hugonotes, “de la Religión”, fueron llamados los reformados en Francia. “Puritanos” le pusieron a unos otros en Inglaterra. Las órdenes monásticas del papado suelen llevar el de su religión, por eso son “religiosos”: franciscanos, dominicos… El problema real, y por eso escribo esta conversación, es el argumento “bíblico”, la “mejor manera de honrar y servir hoy al Señor”, que se presenta como la base del pretendido descubrimiento.
La proposición es sencilla. Resulta que si tomamos los concilios ecuménicos (quita el de las imágenes, el segundo de Nicea de 787), tendríamos un espacio temporal hasta casi el primer milenio, donde todos son católicos. Y nosotros se supone que estaríamos ahí tan a gusto. (Si quieres acotar un poco más, pon hasta ese 787.)
Esto es una verdad falsificada. Por supuesto que todos los redimidos estamos en la Iglesia en todos los tiempos. Pero eso no significa santificar la estructura temporal, sea la que sea. El corolario de ese argumento es que en ese tiempo no haría falta Reforma protestante. (Por ahí se empieza, y terminas asumiendo que el papado hoy es una denominación evangélica más, pues ya no es como antes.)
La verdad es que los redimidos (si quieren, la iglesia invisible) no estamos fuera del espacio donde se contempla visible la “iglesia”. Valga el caso de la época llamada del Antiguo Testamento (sobre la que, que yo sepa, no aparece todavía ningún descubrimiento). Ponte en cualquier momento. ¿No hacia falta siempre Reforma? Si eso era así en un terreno donde todo estaba bajo la referencia de las leyes civiles, litúrgicas, y de limpieza ritual escritas y ordenadas por Dios mismo, ¿qué tendría que ocurrir en el tiempo cuando nada de eso permanece en su condición inicial?
La falsificación es asumir que si no tuviéramos el papado de la Inquisición (que ya no existe, dicen), contra el que se levantó la Reforma, no haría falta Reforma, sólo, arreglos puntuales. Yo he escuchado una entrevista a un sacerdote jesuita como si fuese un pastor evangélico más. Esto es gravísimo.
En Israel, en general usado el término, cuando no había forma de “salid de ella pueblo mío”, porque no podías cambiar a los sacerdotes servidores del Templo, ni irte a otro sitio, de continuo vemos la voz profética de Reforma, de los miembros de la Jerusalén de arriba frente a la terrena, con palabras del Nuevo Testamento. ¿No debe ser igual en la historia de la Iglesia después?
Se suele en esto acudir al dato de la antigüedad. ¿Cómo no vamos a estar todos de acuerdo en las cosas antiguas de la cristiandad? Por supuesto, en lo que más brilla en el argumento: los concilios. Cuidado. El pueblo judaico que pide a Barrabás también era antiguo, incluso de la “época de Jesús”. Los del Templo, también. Y tenían las Escrituras, y las defendían y decían que había que cumplirlas escrupulosamente. Todos buscaban la “santificación”.
Cuidado con eso de la antigüedad. Pregunta al papado y ya te dirá. Un suponer, si Himeneo y Fileto hubieran escrito un libro, ¿no tendríamos una documentación “apostólica”, de gente de su tiempo y que los trataron? ¿Y qué? Su palabra carcomerá como gangrena. Si de los que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos, algunos escribieren esas “palabras perversas” y luego siglos después se encontrase el documento, ¿no sería “apostólico”, de gente que estuvo con ellos? ¿Eso los hará válidos? Si los maestros de santidad y ley moral que adormilaban con sus alucinógenos espirituales a los gálatas, de los cuales un Pablo cabreado dice que ojalá se mutilen, hubieran escrito sus propuestas, ¿no tendríamos un documento extraordinario de vida cristiana escrito por gente del tiempo de los apóstoles? ¿Y qué?
Si tuviéramos un documento donde se narrase cómo gobernaba la iglesia el Diótrefes, ¿habría que seguir su ejemplo porque fuese “apostólico”? Incluso, ya puestos, si una Egeria de visita contase luego su experiencia en Antioquía, cuando un tal Pedro y su amigo Bernabé, grandes maestros, primero comían con los gentiles, pero luego que vinieron de Jerusalén otros, ya no comían. Y si la Egeria su hubiera marchado antes de la bronca pública de Pablo, ¿no tendríamos un documento extraordinario de cómo se portaban esos dos grandes hombres?
Las iglesias del Nuevo Testamento ya muestran grandes corrupciones. Y son “apostólicas” y, además, del Nuevo Testamento. Mira las que aparecen en Apocalipsis. Efectivamente ahí está nuestra Iglesia, la de los redimidos, pero la estructura que va edificándose es la de la antigua Jerusalén terrena. Y luego la cosa siguió igual, a peor.
Con la corrupción del ministerio, primacía de obispos, luego señores con su señorío, ¿qué hacemos? Con la corrupción de la comida en el partimiento del pan, el ágape convertido en ofrenda ritual por mediación del sacerdote, ¿qué hacemos? Con el poder terreno de comunidades eclesiales de ciudades frente a otras de otras ciudades, con peleas y persecuciones, ¿qué hacemos? Con las supersticiones de las reliquias de los mártires, ¿qué hacemos? Porque todo eso es muy antiguo.
Con la perversión del modelo de virginidad, ¿qué hacemos? Con la perversión del monacato, con todas sus manifestaciones, ¿qué hacemos? ¿No habrá que proclamar una palabra profética? Pero si el que defiende la divinidad de Jesús en Nicea es el que luego santifica como el modelo de santo a Antonio, ante ese desvío diabólico, ¿qué hacemos? Cuando la Iglesia se extiende por la actividad de monjes con su doctrina monacal, ¿eso vale? Porque conforme avanzan, van poniendo monasterios. Mira la historia de la llegada del cristianismo a Inglaterra… o cómo aquel monje cortó el árbol sagrado… O cómo las reliquias producían efectos milagrosos…
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Realmente, es mi opinión, de ese espacio hasta el 787, por poner esa fecha como referencia, hay que derribar 90, y quedarnos si acaso con 10. Todo ese entramado de poder carnal y supersticiones hay que derribarlo, como ocurrió con el Templo y la imposición judaica. ¿Que estamos ahí? Por supuesto, como los profetas en Israel, pero nosotros libres del cerrojo del pueblo judío, estamos para derribar esas obras diabólicas, no para santificarlas y darles continuidad.
Sólo derribando la corrupción de la Iglesia “antigua” podremos luego derribar al papado. Como “santifiques” esa época, santificas al papado que la ha hecho su base.
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