Para Lutero fue más importante traducir la Biblia a la lengua del pueblo que la redacción de su vasta obra escrita.
Bajo el sello de Librería Papiro 52, en México, está circulando la segunda edición de mi libro Brevísima historia del extenso viaje de la Biblia hacia el idioma español. Con motivo de que septiembre es el Mes Internacional de la Biblia, ofrezco aquí la segunda parte del capítulo cuyo título es el mismo que encabeza la presente colaboración.
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El invento de la imprenta de tipo movibles, obra de Johannes Gutenberg, revolucionó la forma en que se transmitían las ideas e incentivó el crecimiento en el número de personas lectoras, o que se enteraban del contenido de una obra mediante la lectura pública en voz alta. Corresponde a Lutero ser el primero que usó de manera intensiva la imprenta para dar a conocer sus ideas, y que las mismas pudieron esparcirse por todo el territorio europeo.
Entre la década de 1450, cuando inicia la producción de Gutenberg, y 1500 “habían salido de las prensas europeas unos veintisiete mil títulos, tres de cada cuatro en latín. El medio era el mensaje en el sentido de que los impresores demandaban originales comerciables; hasta el mismo Lutero aprendió a escribir por encargo […] No fue el Renacimiento sino la imprenta lo que cambió el mundo”.[1]
El monje agustino vio en la imprenta un medio invaluable para extender sus traducciones y escritos. La tenía por “un regalo divino, el más grande, el último don de Dios”.[2] El instrumento tecnológico es considerado un aliado por Lutero, y lo usa eficazmente en la producción promedio de un libro cada 15 días. Incluso antes que iniciara en mayo de 1521 la traducción del Nuevo Testamento, entre octubre de 1517 (cuando redacta las 95 tesis contra las indulgencias) y 1520 (cuando pública tres de sus principales escritos: Discurso a la nobleza de la nación alemana, La libertad del cristiano, y La cautividad babilónica de la Iglesia[3]); se venden más de 300 mil ejemplares de treinta obras de Lutero.[4]
Para sopesar la dimensión de Lutero como escritor y el lugar que tuvo en el mercado editorial de la época es necesario tener en cuenta que más de la tercera parte de los libros comercializados en Alemania entre 1518 y 1525 fueron escritos por él. Su opúsculo Sobre las indulgencias y la gracia (1518), en el que defendió las 95 tesis de las críticas de sus adversarios, tuvo 22 reimpresiones en dos años. Fue tal la demanda del Discurso a la nobleza de la nación alemana (1520) que los ejemplares se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó 18 ediciones en cinco años. Su Manual de oraciones, de 1522, tuvo por lo menos 25 reimpresiones en 1545.[5]
En 1519 un amigo de Agripa von Nettesheim, filósofo alemán, le escribió desde Basilea para hacer de su conocimiento que, tras haber buscado por toda la ciudad impresos de Lutero, los mismos “no estaban disponibles en ningún lado, porque todos habían sido vendidos”. Spalatino informaba que en la Feria del Libro de Frankfurt de 1520 “nada era comprado con más frecuencia y leído con mayor apetito” que las obras de Lutero.[6]
El reformador alemán fue un escritor compulsivo, imbuido por la idea de prestar un servicio a favor de la verdad mediante su pluma. La edición crítica en alemán y latín de lo que produjo está conformada por 68 volúmenes de sus escritos publicados, 17 de cartas, 12 de documentos relacionados con traducción de la Biblia y 6 volúmenes de las Charlas de sobremesa. La edición estadounidense de las obras de Lutero consta de 56 libros.[7]
Para Lutero fue más importante traducir la Biblia a la lengua del pueblo que la redacción de su vasta obra escrita. Consideró tarea imprescindible poner los escritos bíblicos en manos de la gente para que por ella misma descubriera sus enseñanzas y dejara de ser presa de engaños y manipulaciones doctrinales. Al traducir la Biblia, hacerla asequible a más y más personas, Lutero provocó que la solitaria labor se transformara en apropiación colectiva cuyos alcances le granjearon simpatías y apoyos para enfrentar al sistema católico romano.
Tras comparecer en la Dieta Imperial de Worms (abril de 1521), en el viaje de regreso a Wittenberg, Lutero fue secuestrado por enviados de Federico el Sabio, quien calculó que su protegido difícilmente sobreviviría una vez que se venciera el plazo del salvoconducto dado por Carlos V. En el momento no se supo sobre la autoría del secuestro, y se divulgaron toda clase de rumores. Lutero fue llevado al castillo de Wartburgo, en el que permaneció del 4 de mayo de 1521 al 6 de marzo de 1522.[8] Buena parte del tiempo en cautiverio lo aprovecharía para traducir el Nuevo Testamento del griego al sajón/alemán, tarea que completó tras once semanas de intenso trabajo.[9]
El conocimiento bíblico de Lutero se alimentó de la edición del Nuevo Testamento en griego que publicó Erasmo de Róterdam en 1516.[10] Usó del erudito neerlandés la segunda reimpresión del material neotestamentario, de 1519.[11] En marzo de 1522 abandonó la reclusión en el Castillo de Wartburgo y viajó a Wittenberg, donde con la ayuda de Felipe Melanchthon revisó lo traducido. Ya en pleno proceso de revisión, escribió a su amigo Spalatino en busca de ayuda para que le sugiriera correcciones:
No solamente el evangelio de Juan, sino todo el Nuevo Testamento, lo traduje en mi Patmos; ahora Felipe y yo hemos empezado a limarlo. Y será, si Dios quiere, una obra digna. También necesitaremos de tu colaboración en el empleo ajustado de algunos vocablos; está, pues, apercibido; pero no nos suministres palabras castrenses o cortesanas, sino sencillas, pues la sencillez quiere brillar en este libro. Para principiar, mira si puedes comunicarnos, de la corte o de donde sea, los nombres, los colores y ojalá los aspectos de las piedras preciosas del Apocalipsis.[12]
Sus afanes y deseo por ver completada la obra y, sobre todo, que pudiese circular ampliamente fueron recompensados “después de ser impreso durante cinco meses en el taller de Melchior Lotter el Joven, en Wittenberg, Das Neue Testament Deutzsch se publicó en la editorial de Lucas Cranach y Chistian Döring para ser comercializado en la Feria de Fankfurt y la Feria de Otoño de Leipzig (29 de septiembre a 6 de octubre de 1522) en tamaño folio y con un tiraje sin precedente en el mundo editorial de aquel tiempo: 3 mil ejemplares”.[13]
La primera edición fue conocida por el nombre del mes en que salió publicada, septiembre. Su costo equivalía al salario de dos meses de un maestro de escuela o el precio de un ternero, comenta Füssel. Circuló sin que se identificara al traductor, impresor o fecha de publicación (datos que se conocerían después) porque al “hereje” Lutero le estaba prohibida cualquier publicación.[14] A la edición septembrina le siguió la de diciembre, que incorporaba centenares de correcciones en vocablos y sintaxis. El auge en la demanda de la obra hizo que, al año siguiente, impresores de Augsburgo, Basilea, Grimma y Leipzig produjeran en conjunto doce reimpresiones del Nuevo Testamento traducido por Lutero, sin que necesariamente él hubiese autorizado el trabajo. Por otra parte, en 1523-1524 “aparecieron 14 ediciones autorizadas y 66 reimpresiones”.[15]
Mientras estaba bajo impresión la primera edición del Nuevo Testamento, Martín Lutero inició la traducción del Antiguo Testamento, sirviéndose para la tarea del texto en hebreo y el de la Vulgata. Doce años de arduo trabajo concluyeron en 1534, cuando se publicó toda la Biblia traducida por él.
Lutero, además de poner a disposición de la comunidad lectora el Nuevo Testamento, primero, y, a partir de 1534, toda la Biblia en un lenguaje asequible y cotidiano, también estaba desechando la traducción literal para tomar partido por la “traducción según el sentido del texto [o] ad sensum”.[16] Las mejores traducciones no son las que se hacen palabra por palabra, sino idea por idea.
Las premisas que Lutero expuso en la carta sobre su traducción como necesarias para realizar un buen trabajo conforman “uno de los documentos más importantes para la historia occidental de la teoría de la traducción”, y al defender que, “para traducir, no basta saber bien ambas lenguas implicadas en el proceso, hay que conocer el tema o asunto que trata el texto”, estaba sentando escuela en las características deseables en un buen traductor.[17]
Sin duda al cumplir él mismo con el perfil que describió, es que su traducción de la Biblia pudo ser comprendida por un público amplio. La lengua de origen y la de destino tienen que conjuntarse para producir un texto fiel a la primera y pertinente a la segunda. En palabras de Lutero: “No hay que solicitar a estas letras latinas cómo hay que hablar en alemán, que es lo que hacen esos borricos [que lo criticaban]: a quienes hay que interrogar es a la madre en la casa, a los niños en las calles, al hombre corriente en el mercado, y deducir su forma de hablar fijándose en su boca. Después de haber hecho esto es cuando se puede traducir: será la única manera de que comprendan y de que se den cuenta de que se está hablando con ellos en alemán”.[18]
Después de la impresa por Gutenberg y hasta 1500 fueron publicadas “94 ediciones completas de la Vulgata Latina, 22 directamente dependientes de la Biblia de Gutenberg; y hasta la grandiosa traducción de Lutero salieron al mercado 18 ediciones diferentes en alemán (14 en alto alemán y 4 en bajo alemán). […] Ningún otro país europeo produjo tantas Biblias en lengua vernácula durante la era de los incunables como Alemania”.[19] Un libro incunable, procede del latín incunabulae, en la cuna, es todo el que haya sido impreso a partir de la década de 1450 y hasta 1500.
En la gesta dada por Lutero para que la Biblia fuese leída por el pueblo alemán en su propio idioma, uno de los resultados fue democratizar el conocimiento mediante la lectura de quienes sabían hacerlo, estimular a hombres y mujeres analfabetas para que dejaran esa condición, fortalecer los centros escolares a través de instruir a la infancia para que aprendiera a leer.
En 1522 se publicó el Nuevo Testamento traducido del griego al sajón/alemán por Lutero. Doce años después, en 1534, el teólogo vio el resultado de su tarea traductora al ser publicada la Biblia. De acuerdo con Gilmont, “la Biblia alemana de Lutero conoció más de 400 [ediciones], totales o parciales antes de su fallecimiento en 1546”.[20] Al ser cuestionado Bertolt Brecht sobre cuál consideraba el libro alemán de mayor importancia, sin vacilar contestó que la Biblia de Lutero.[21]
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La trascendencia cultural e histórica de la traducción de Lutero le da un cariz particular a la nación germana. Le sirve para fortalecer su identidad, para anteponer su idioma al dominante latín priorizado por la Iglesia católica. La Biblia de Lutero representa la democratización del conocimiento religioso, que desde este terreno se extiende a otros ámbitos, como el político. De ahí que se haga necesario aquilatar la afirmación de Johann Wolfgang von Goethe: “Los alemanes sólo se convirtieron en un pueblo con Lutero”. Las traducciones bíblicas de Lutero sirvieron de acicate para que otros lo emularan y emprendieran la misma tarea en distintos idiomas europeos, entre ellos el español.
Notas
[1] Patrick Collinson, La Reforma, La Reforma, Editorial Debate, Barcelona, 2004, p. 56.
[2] Teófanes Egido (editor), Lutero, obras, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977, p. 11.
[3] La triada fue publicada en México con el título Escritos reformistas de 1520, Humberto Martínez (selección prólogo y notas), Secretaría de Educación Pública-Dirección General de Publicaciones y Bibliotecas, México, 1988.
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[4] Teófanes Egido, op. cit., p. 15.
[5] Ídem.
[6] Jane O. Newman, “The Word Made Print: Luther´s 1522 New Testament in an Age of Mechanical Reproduction”, Representations, número 11, verano de 1985, University of California Press, p. 104. Jorge Spalatino (1484-1545), humanista germano, estudio en las universidades de Erfurt y Wittenberg. En 1508 fue ordenado sacerdote y al año siguiente es nombrado tutor de los hijos del príncipe elector Federico el Sabio, de quien fue bibliotecario y secretario. En 1511 coincide con Lutero en la Universidad de Wittenberg y comienza a estudiar la Biblia con él. Spalatino aconsejó a Federico el Sabio para que protegiera a Lutero cuando surgió el diferendo con autoridades de la Iglesia católica romana. Acompañó a Federico en 1518 a la Dieta de Augsburgo y en 1521 a la Dieta de Worms. En 1525 contrajo matrimonio. A la muerte de Federico (5 de mayo 1525), Spalatino desarrolló una función clave con el sucesor (Juan de Sajonia) para fortalecer el movimiento de Reforma. Datos tomados de F. L. Cross y E. A. Livingstone (editores), The Oxford Dictionary of the Christian Church, tercera edición, Oxford University Press, Oxford-New York, 1997, p. 1527.
[7] Timothy F. Lull, “Luther’s writings”, en Donald K. McKim (editor), The Cambridge Companion to Martin Luther, Cambridge University Press, Cambridge, 2003, p. 39.
[8] Eric W. Gritsch, “Luther as Bible translator”, Donald K. McKim (editor), The Cambridge Companion to Martin Luther, Cambridge University Press, Cambridge, 2003, p. 63.
[9] Andrew Pettegree, Brand Luther, p. 185.
[10] Randall Zachman, “Learning to Read Scripture for Ourselves. The Guidence of Erasmus, Luther and Calvin”, en Jennifer Powell McNutt y David Lauber (editores), The People’s Book. The Reformation and the Bible, Illinois, InterVarsity Press, Downers Grove, 2017, p. 59.
[11] Stephan Füssel, El libro de los libros. La Biblia de Lutero de 1534: una introducción histórico-cultural, Editorial Tashen, Colonia, 2003, p. 37.
[12] Herón Pérez Martínez, “Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir”, Relaciones Estudios de Historia y Sociedad, número 38, primavera 2014, El Colegio de Michoacán, p. 155.
[13] Andrew Pettegree, Brand Luther. 1517, Printing, and the Making of the Reformation, Penguin Books, New York, 2016, p. 186; Stephan Füssel, El libro de los libros. La Biblia de Lutero de 1534, pp. 39-40; Jane O. Newman, op. cit., p. 106.
[14] Eric W. Gritsch, op. cit., p. 63.
[15] Stephan Füssel, El libro de los libros. La Biblia de Lutero de 1534, p. 40.
[16] Herón Pérez Martínez, op. cit., p. 153.
[17] Ibid., pp. 153 y 159.
[18] Martín Lutero, “Misiva sobre el arte de traducir”, en Teófanes Egido (editor), Lutero, obras, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977, p. 311.
[19] Stephan Füssel, El libro de los libros. La Biblia de Lutero de 1534, pp. 15 y 26.
[20] Jean-François Gilmont, “Reformas protestantes y lectura”, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, Madrid, 1998, p. 334.
[21] Stephan Füssel, El libro de los libros. La Biblia de Lutero de 1534, p. 7.
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