Hay momentos en los que Dios nos invita a disfrutar la dulzura de lo sembrado con fe.
“Cuando la noche se viste de luna, recuerda que aún en la oscuridad, Dios es luz.” Anónimo
“Toda estación tiene su propósito; no te desesperes si aún no ves la cosecha.” Elisabeth Elliot
“Dios no se apresura. Cada cosa en su tiempo, tiene su fruto y su luz.” Anónimo
Hace tan sólo unos días, aún en la noche de mi ciudad, pude disfrutar de la preciosa “Luna de fresa” estaba en fase de luna llena; era hermosa y brillaba con una fulgor más que especial.
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Todo ello me hizo reflexionar sobre muchas detalles de mi Dios, de mi vida, y de mi relación con él.
Observar la luna puede parecer un ejercicio rutinario, un pequeño ritual de curiosidad repetido millones de veces a lo largo de la historia de la humanidad; sin embargo, cada tanto, nuestro satélite se muestra de una forma tan particular que despierta análisis científicos profundos, impulsa leyendas antiguas y deja a miles de personas en todo el mundo pendientes del cielo.
La plenitud lunar de este mes debe su particularidad a una combinación de ritmos astronómicos precisos y a la herencia de relatos y nombres que atraviesan comunidades distintas.
Detrás de lo que parece una simple coincidencia estética, una luna que se muestra un poco más baja o más alta de lo habitual según el lugar del planeta en el que uno mire, existe una coreografía determinada por inclinaciones orbitales y efectos gravitacionales de enorme escala.
La posición baja de la luna llena resulta más evidente para el hemisferio norte, debido a la coincidencia con el solsticio de junio cuando el sol alcanza su máxima altura; mientras la luna llena, al encontrarse en oposición solar, permanece cerca del horizonte.
El fenómeno no sólo modifica la altura a la que percibimos a este satélite natural; sino que también le otorga, en algunos casos, un tono rojizo evidente.
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Pero la “Luna de Fresa” no se trata sólo de posiciones aparentes y cálculos orbitales. El fenómeno cobra una dimensión mucho más próxima a la cultura al recibir ese nombre que evoca a los relatos indígenas y campesinos.
El término “Luna de Fresa” nació como una forma de señalizar el inicio de la cosecha de fresas silvestres en diversas comunidades del norte de América, un momento de máxima abundancia que marcaba no solo el calendario agrícola, sino también otros ciclos biológicos y sociales.
La” Luna de fresa” nombre dicho anteriormente, se le da a la luna llena de junio, no tiene un origen espiritual directo, pero sí puede inspirarnos profundamente desde una mirada cristiana.
Es un buen momento para reflexionar sobre los ciclos, la cosecha espiritual, y la fidelidad de Dios en las estaciones de la vida.
Vayamos a la Escritura: “Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.” Santiago 5:7
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Eclesiastés 3:1
La “Luna de fresa” puede recordarnos que hay momentos en los que Dios nos invita a disfrutar la dulzura de lo sembrado con fe.
La luna llena no aparece de repente: crece cada noche, como la fe y la esperanza en el corazón del creyente; así también, hay tiempos donde vemos más claramente la mano de Dios iluminando nuestro camino.
Señor de los cielos y tierra,
Dios de los tiempos perfectos...
Esta noche, al contemplar la Luna de fresa,
mi alma se llena de asombro por tu fidelidad.
Así como esta luna brilla en su plenitud,
te pido que mi corazón también refleje tu luz
en medio de las estaciones de la vida.
Tu eres el dueño de la siembra y de la cosecha.
Has puesto dulzura en los frutos que nacen con paciencia,
y belleza en cada proceso que no siempre entiendo.
Enséñame, Señor, a esperar como el labrador,
con esperanza, con fe,
sabiendo que en tu tiempo recogeré lo sembrado con lágrimas,
y lo convertirás en gozo.
Qué cada fase de mi vida, como la luna,
me acerque más a ti,
y me recuerde que aún en las noches oscuras,
tú sigues alumbrando.
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