El colmo del coleccionista

Dios advierte a todos los pecadores como lo hizo con Caín en su día:

“Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta” (Génesis 4:7).

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Pero los mortales se distraen con otros entretenimientos e ignoran sus conciencias. Mientras las cosas vayan bien, que me quiten lo bailao:

“La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate” (Lucas 12:16-19).

Los materialistas harían bien en aprender un principio más que obvio:

“Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Eclesiastés 5:15).

Al coleccionista mencionado anteriormente, “Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20).

El problema no es tanto que los coleccionistas se queden sin sus “cositas” sino que lo pierden todo, incluso algo que puede ignoren:

“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).

Si tanto su cuerpo como su espíritu no le pertenecen, es de sabios centrarse en lo que se suele pasar por alto, a saber, el alma:

“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 18:36-37).

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En esta vida no sirve de nada coleccionar cositas. El que gana no es el que muere con más juguetes. Cuídate de no coleccionar otra cosa que sin saberlo vas coleccionando día tras día:

“Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5).

Estimados materialistas coleccionistas, “así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:21). Hagamos el bien por tanto y acudamos al Salvador, porque Cristo derramó su sangre para limpiar nuestras almas y desea que nos apartemos de nuestras distracciones y acudamos a Él.