En ocasiones, se ha imaginado el Edén como si tuviera una extensión global, como si hubiera ocupado toda la superficie de la Tierra. Sin embargo, la propia Escritura indica que tenía unas dimensiones limitadas.
El relato de la creación del primer capítulo de Génesis concuerda con el que se ofrece en el segundo. El primero se refiere al principio de todas las cosas, cuando Dios creó y dio forma al universo y la tierra e, inmediatamente después, en el versículo dos, se empieza a explicar a grandes rasgos cómo fue hecho todo ese mundo físico por la Palabra de Dios y en qué orden se realizó. Sin embargo, el capítulo segundo continúa con el propósito final de la creación: la formación del ser humano, que será creado a imagen y semejanza del Creador y colocado en un ambiente idóneo para él: el Edén. Si Génesis uno cuenta cómo se hizo el mundo, Génesis dos explica cómo es la humanidad que lo habitará. Dios expone en estos dos breves capítulos la relación fundamental de autoridad y responsabilidad que debe existir entre el hombre y la creación. No parece legítimo ver contradicción entre estos dos capítulos complementarios del relato de los orígenes.
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En ocasiones, se ha imaginado el Edén como si tuviera una extensión global, como si hubiera ocupado toda la superficie de la Tierra. Sin embargo, la propia Escritura indica que tenía unas dimensiones limitadas. El texto afirma que Dios plantó un huerto en Edén, “al oriente” (es decir, al este) (Gn. 2:8), lo cual permite entender que se trataba de un lugar geográfico concreto. Teniendo en cuenta que Moisés consideraba la región que va desde Canaán hasta el Sinaí como el centro de su geografía, se puede suponer que el Edén estaría situado en alguna región al oeste del actual Israel o de la península del Sinaí. Esta idea viene reforzada por la mención que se hace del río que salía de Edén y que se repartía en cuatro brazos (Gn. 2:10). De la misma manera, a propósito de la posterior expulsión de Caín, se dice que éste habitó en la tierra de Nod, “al oriente de Edén” (Gn. 4:16). Todo esto coincide y resalta la idea de que era un espacio físico bien delimitado, del que se podía salir (Gn. 3:23) y en el que abundaban diversas especies de árboles, arbustos y animales.
Algunos teólogos críticos manifestaron que, como todavía no se había encontrado evidencia arqueológica de tal lugar, su existencia debía considerarse como un mito religioso. Sin embargo, este escepticismo se vino abajo cuando los arqueólogos descubrieron numerosos indicios de que el relato bíblico del paraíso podía estar basado en hechos reales. En efecto, tales vestigios de una era dorada se encontraron al este de Turquía y en plena Edad de Piedra, ya que fueron datados en 11.000 años de antigüedad.[1] Se descubrieron restos pétreos de inmensos templos realizados por cazadores y recolectores que vivieron en un ambiente paradisíaco con abundante caza y vegetación. Esto dio pie a que ciertos investigadores, tanto geólogos como climatólogos y egiptólogos empezaran a creer que el Edén fue un lugar real y que las indicaciones que proporciona el Antiguo Testamento aportan pistas geográficas concretas para su localización. Este es el sentido del libro “Legend” del antropólogo británico David Rohl, quien sitúa el paraíso de Adán y Eva al noroeste de Irán, cerca del lago Urmía, en una colina pelada en Urfa y próximo al curso superior de los ríos Tigris y Éufrates.[2] En esa misma zona, los genetistas coinciden en situar también el origen de la agricultura, hace alrededor de once mil años.
Además, aparte de las diversas menciones bíblicas que apoyan la realidad literal de dicho huerto y que seguidamente analizaremos, se han encontrado también otros sellos significativos. En efecto, el doctor E. A. Speiser, notable asiriólogo del Museo de la Universidad de Pensilvania, encontró en 1932 un sello de piedra muy singular. En un montículo llamado Tepe Gawra, situado a unos veinte kilómetros de Nínive, halló este sello que representa a un hombre y una mujer desnudos caminando inclinados y en actitud decaída, seguidos por una serpiente erguida (ver ilustración). Actualmente este pequeño sello, de unos tres centímetros de diámetro, está depositado en el Museo de la Universidad de Filadelfia y se estima que fue construido hacia el año 3.500 a. C. Ya en su época, el Dr. Speiser señaló que la imagen del sello sugiere poderosamente la historia bíblica de la expulsión de Adán y Eva del huerto de Edén.[3]
Otro sello, conocido como “cilindro de la tentación”, que se conserva en el Museo Británico, fue encontrado entre las ruinas de la antigua Babilonia y parece referirse al jardín del Edén. En su centro hay un árbol, a la derecha un hombre, a la izquierda una mujer tomando una fruta, y detrás de la mujer, una serpiente. Fue datado por el asiriólogo George Smith (1840-1876) del Museo Británico como perteneciente al período postacadio de Mesopotamia (siglos XXIII al XII a. C.) e interpretado como una representación del pecado original de Adán y Eva. Smih escribió sobre este sello: “Sabemos bien que en estas primeras esculturas ninguna de estas figuras eran dispositivos casuales, sino que todas representaban eventos o supuestos eventos, y figuras en sus leyendas; por lo tanto, es evidente que una forma de la historia de la caída, similar a la del Génesis, era conocida en los primeros tiempos en Babilonia”. [4] Pero, como suele ocurrir con frecuencia en arqueología, los investigadores escépticos del Museo Británico se oponen a esta interpretación y sostienen que sólo se trata de una mujer adorando a un dios masculino. Sin embargo, el teólogo español Maximiliano García Cordero, quien fue catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca, refiriéndose a éste y otros cilindros, que parecen evocar a nuestros primeros padres, escribió: “Quizá el relato bíblico haya sido estructurado en función de una antigua leyenda mesopotámica, en la que la serpiente aparece como instigadora para que los primeros padres tomaran el fruto prohibido”.[5]
Es evidente que tales sellos evocan el recuerdo de un acontecimiento ancestral que se pierde en la noche de los tiempos, lo cual trae a colación el tema de la antigüedad de la Biblia. Si ya las primeras civilizaciones del mundo, como las mesopotámicas, conocían tales historias sobre la creación y el diluvio, por lo menos cuatro milenios antes de Cristo, ¿cómo seguir manteniendo la tesis de que fueron inventadas por los hebreos, en una fecha tan tardía como sólo cinco siglos a. C.?
[photo_footer]Sello de piedra encontrado en las proximidades de Nínive que representa la expulsión de Adán y Eva del Edén (Wikipedia).[/photo_footer]
[photo_footer]Sello de la tentación en el Edén, donde aparecen un hombre y una mujer alrededor de un árbol de siete ramas del que cuelgan frutos. Detrás de la mujer aparece una serpiente (Wikipedia).[/photo_footer]
Según David Rohl, hace alrededor de diez mil años ante de Cristo, los pobladores del Creciente Fértil vivían en una naturaleza exuberante, con abundante vegetación, tierras muy fértiles e inmensas manadas de herbívoros por todas partes. Rebaños de más de cien mil cabezas de gacelas y asnos salvajes recorrían la verde campiña de la alta Mesopotamia. Estas enormes manadas cruzaban frecuentemente los vados poco profundos del rio Éufrates y alimentaban a los primeros pobladores de tales regiones, que llevaban una vida auténticamente paradisíaca. Sin embargo, tal riqueza fue disminuyendo y las costumbres de estos cazadores-recolectores fueron dando paso a los asentamientos y al origen de la agricultura. Hoy se ha podido comprobar que esa zona fue precisamente la cuna de los cereales y en las excavaciones arqueológicas del monumental Göbekli Tepe (al sureste de la actual Turquía) se ha descubierto el mayor y más antiguo templo del mundo, donde, según se afirma, pudo aparecer la conciencia de lo sagrado.[6]
No obstante, otros autores que siguen más fielmente las indicaciones del texto bíblico opinan que el enclave del Edén estaría en una región montañosa en el centro-oeste de la actual Arabia Saudí. El doctor Hugh Ross escribe al respecto: “Si la mayor parte del Golfo Pérsico estaba seco en aquella época, como creen los investigadores, los cuatro ríos habrían confluido en un lugar que ahora se encuentra bajo la parte sudeste del Golfo Pérsico. Este lugar parece la ubicación más probable para el Edén”.[7] De hecho, descubrimientos arqueológicos a lo largo de la costa del Golfo Pérsico actual, fechados en más de 7.500 años de antigüedad, de casas de piedra, animales y barcos antiquísimos, descubiertos hace unos quince años en esa región, evidenciaron la existencia de una civilización durante el final de la última glaciación.[8]Debido al deshielo de esta glaciación, subió el nivel del mar y el agua se precipitó por el estrecho de Ormuz anegando las tierra del Edén y dando lugar al actual Golfo Pérsico.
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Argumentos bíblicos a favor de la realidad del Edén son su detallada ubicación geográfica ya que dos de los ríos mencionados todavía existen hoy. El Tigris (Hidekel) y el Éufrates, mencionados en Génesis indican que su autor creía que dicho lugar era literal. La Biblia lo ubica también en la antigua Asiria (Gn. 2:14) y se refiere a Adán y Eva como personas reales que, como tales, requieren de un lugar concreto y real para vivir. Además, en dicho lugar sucedieron acontecimientos importantes para la humanidad, como la creación de la primera pareja humana, así como su desobediencia y caída en pecado. La Escritura se refiere también a la restauración final de todas las cosas y a la creación de cielos nuevos y una tierra nueva, es decir a un nuevo paraíso. Pero ¿qué sentido tendría la creación de un nuevo paraíso si no hubiera existido el primero?
Notas
[1] https://elpais.com/diario/2006/06/11/domingo/1149997956_850215.html?event=regonetap&event_log=regonetap&prod=null&o=null
[2] Rohl, D. 1999, Legend: The Genesis of Civilisation, Arrow Editorial, Llandudno, Reino Unido.
[3] Geisler, N. L. 2022, El gran libro de la apologética cristiana, Monsgo, Florence, Carolina del Sur, p. 218.
[4] https://armstronginstitute.org/188-early-cylinder-seals-and-the-garden-of-eden
[5] García Cordero, M., 1977, Biblia y legado del Antiguo Oriente, BAC, Madrid, p. 39.
[6] https://ca.wikipedia.org/wiki/Göbekli_Tepe
[7] Ross, H. 2023, Navegando Génesis, Kerigma, Salem, Oregón, p. 131.
[8] Rose, J. I., 2010, “New Light on Human Prehistory in the Arabo-Persian Gulf Oasis”, Current Anthropology, 51: 849-883.
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