Hay días...

Dentro de poco celebraré con mis compañeras de estudios nuestra graduación; ¡madre mía cuánto tiempo ha pasado, qué ilusión! Y a funcionar, queremos hacer una orla nueva, así que... rebuscad el libro de escolaridad, mandadla cuanto antes, y también un foto actual; yo la encontré enseguida, ¡qué carita con 10 años! Y cuantas cosas recordé, se me arremolinaban recuerdos sobre recuerdos, en especial de mi madre que era la que se ocupaba de esas cosas; lloré al recordar.

Está muy viva en mi memoria aquella graduación, el discurso de la directora del colegio y aquella insignia de plata que guardo entre mis mayores tesoros; es un escudo con el nombre del colegio, unos laureles grabados y dentro de ellos las míticas palabras “Veritas liberabit vos” . Las preciosas palabras que Jesús les dirige a los judíos que habían creído en él...

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Jn 8:32

Era un colegio muy rompedor en aquellos tiempos, hoy convertido en Colegio Internacional, y la Directora actual nos invita a desayunar y a ver como está todo al día de hoy, y en la noche.... ¡A celebrarlo a lo grande! Como lo merece la ocasión. Muchas veces me he preguntado el porqué no guardo la misma relación con mis compañeros de universidad que con las compañeras de aquel bachillerato; supongo que es lógico, 7 años codo con codo, pupitre con pupitre y desde los 10 años, no se desdibujan así como así.

Pensando en todo esto me acordé de la brevedad de la vida y en las palabras de Jorge Manrique en su obra, Coplas a la muerte de su padre, “........ Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor.”

Ya lo dice La Escritura en el Salmo 39: 4 al 7:

“Hazme saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah. Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá. Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? mi esperanza está en ti.”

Sin embargo, no estamos solos, tenemos un divino compañero a nuestro lado durante todo el viaje, durante todo el recorrido.

Hace algún tiempo alguien me envió un precioso escrito que recojo para todos vosotros:

Hay días…

Hay días que nos sentimos fuertes como Josué y Caleb, listos para la guerra.

Hay días que preferimos escondernos en la cueva como Elías.

Hay días que queremos cantar y bailar como David y Miriam.

Hay días que queremos llorar como Ana.

Hay días que tenemos fe como Abraham para ganar todo, saltar murallas y derrotar a los ejércitos.

Hay días que levantamos los ojos a los montes y nos preguntamos, ¿de dónde vendrá el auxilio?

Eso no quiere decir que seamos fuertes o débiles… somos simplemente humanos y limitados, dependientes absolutos de DIOS. En él están nuestras fuerzas, valor y esperanzas… Independientemente del día que estés pasando, DIOS está contigo hoy y siempre. ¡Amén!

Realmente estas palabras llegaron a mí en el preciso momento en que lo necesitaba, porque puede llamarme el Señor en cualquier instante a su presencia; estoy preparada, un día le entregué por completo mi vida, y mientras tanto, puedo cantar...

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