¿Sacas la basura tú o la saco yo?

Dispones de dos alternativas:

“Jesús le dijo: {…} vete, y no peques más” (Juan 8:11b).

“Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 22:11-13).

Tú decides quién saca la basura. El pecado es basura ante el Dios tres veces Santo. O bien abandonas el pecado y vives en santidad, o no podrás entrar en la presencia del Señor y Cristo te sacará fuera:

“La santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14b).

“¿No eres tú desde el principio, oh Señor, Dios mío, Santo mío? {…} Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1:12-13).

De nada sirve camuflar tu pecado. Como he dicho, solo tienes dos alternativas. La de esconder la maldad no es una de ellas. Esa tercera vía no existe. Puede que puedas engañar a todo el mundo, pero te aseguro que a Dios no. Y no quieres correr el riesgo de que te pillen:

“Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después” (1ª Timoteo 5:24).

Ese versículo no afirma que haya alguno que se escape. Lo que dice es que tarde o temprano, todos pagaremos por nuestro pecado. Sea que nos libremos de las consecuencias en esta vida o no, tendremos que rendirle cuentas al que tiene la autoridad y el poder de echarnos fuera de su presencia por toda la eternidad:

“Apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:3).

¿Sacarás tú tu basura o te tendrán que sacar a ti? Hazlo por medio del arrepentimiento y acude al Salvador Jesucristo, que te quiere cerca:

“Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).