Esclerosis del Alma

Las definiciones primero:

Cuando leemos “corazón” en un texto traducido del hebreo, quiere decir “alma”, la parte inmaterial del ser humano. La parte invisible que habita el cuerpo.

“Excleros” es la palabra griega para indicar “dureza”. De allí sacamos términos como “esclerosis”.

Cuando nos referimos a algo duro, automáticamente pensamos en un objeto físico, algo compacto, sólido, contundente. Pero no siempre es el caso, ya que la Biblia nos diagnostica a todos con esclerosis de un concepto no material:

“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios” (Ezequiel 11:19-20).

El Cirujano divino se ofrece a llevar a cabo una intervención quirúrgica de bypass de la piedra para efectuar un trasplante impresionante que salva la vida de todos los pacientes afectados por este mal.

Y el caso es que todos los pacientes son todos los humanos. No hay ninguno que no haya sido un cabeza dura en algún momento. No seamos duros de cerviz y dejemos que Dios, que desea nuestro bien, pueda proceder para salvarnos y concedernos la vida eterna en Su compañía en vez de tener una vida eterna en el otro lugar de cuyo nombre no quiero acordarme.

Para ello, hay que seguir las ordenanzas del Señor y guardar Sus decretos:

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20).

Jesús dio este mandamiento y coincide de igual manera: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. Además, dijo que: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. O lo que es lo mismo: “Me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”. Dios en medio de Su pueblo.

Es decir, en vez de desobedecer a Dios, sigamos Sus mandamientos de corazón. Eso es el arrepentimiento. Eso es lo que permite a Dios salvar a Su pueblo para disfrutar de su presencia por siempre:

“Llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24).

Fíjate muy bien. Presta atención: Cristo ya murió por tus pecados. Lo ha hecho todo para que dispongas de la vida eterna. Es más, acabas de leer lo que desea de todo corazón: “Quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. Donde dice “ellos” escribe tu nombre. Cristo quiere que estés con Él. Ya pagó por tu pecado, y queda que confíes en Él para tu salvación y le sigas en arrepentimiento.

¿Deseas seguir teniendo un corazón duro con las consecuencias duras que eso acarrea, o prefieres permitir que Dios te cambie para disfrutar de Su beneplácito?

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