El reloj no duerme

Tú puedes dormir todo lo que quieras, que las agujas del reloj seguirán su imparable curso mientras sueñas o das vueltas cuan lagartija bajo las sábanas. Pero el tiempo pasa. Y pasa rápido. De hecho, en el último libro de la Palabra de Dios, vemos una descripción de lo que dirán los que llegan al final del tiempo. Todavía no hemos llegado a ese punto, pero no se trata de si va a llegar o no, llegará, y más vale que no nos pille desprevenidos:

“Escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:16b-17).

Llegados a ese punto, no hay remedio, pero no será por falta de advertencias. Mira si ha pasado tiempo que el profeta Isaías ya lo veía venir y empezó a sonar la alarma que millones han ignorado hasta la fecha:

“El Espíritu de Dios el Señor está sobre mí, porque me ungió el Señor; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad del Señor, y el día de venganza del Dios nuestro” (Isaías 61:1-2).

Con las palabras “el año de la buena voluntad del Señor, y el día de venganza del Dios nuestro”, Isaías nos avisa de dos secciones temporales muy bien definidas. Un periodo de tiempo en el que disfrutamos de la paciencia de Dios y nos da tiempo para arrepentirnos y volvernos a Él a través de Cristo quien nos ofrece la salvación, y un segundo periodo tras el cual, en vez de paciencia y misericordia, la santidad de Dios actuará con justicia y retribución contra el pecado.

En estos momentos, nos encontramos en el primer periodo disfrutando del año de la buena voluntad del Señor. Esa buena voluntad la tenemos porque Cristo vino a ofrecernos el perdón de los pecados y la liberación del pecado y sus consecuencias. Cuando anunció Su misión, no leyó el texto completo de Isaías sino que se paró antes de “y el día de venganza del Dios nuestro“.

“Y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó” (Lucas 4:16b-20).

Pero que sepas que el hecho de que Dios tenga una mecha muy larga, no significa que sea interminable. Y el problema es que no sabes cuando se va a acabar la mecha. Tras la muerte, viene el juicio (Hebreos 9:27). Cierto es que el primer periodo descrito por Isaías es largo, muy largo, pero la secuencia no se acaba con la primera sección. Eventualmente llegará la segunda parte.

Lo triste es que, incluso tras otro escrito como el presente, volverás a la cama otro día a seguir soñando o dando vueltas cuan lagartija bajo las sábanas. Pero ese reloj no se para aunque le quites las pilas y el “tic tac” que oyes son tus pasos hacía el Juicio.

En vez de dormir y arriesgar otro minuto que tu alma se pierda para siempre, haz las paces con Dios ahora mismo y acude al Salvador en arrepentimiento y fe. A fin de cuentas, el único motivo por el cual puedes dormir es porque piensas que ese día no llegará. Si no, créeme, estarías intentando esconderte del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira habrá llegado; ¿y podrás sostenerte en pie?