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América Latina: debemos crecer en todo (2)

En esta segunda parte, ahondamos en la necesidad de crecimiento numérico, ético, orgánico, corporativo y misional.

ENROLADO POR LA GRACIA AUTOR 1053/Joel_Sierra 27 DE OCTUBRE DE 2024 15:00 h
Imagen de Daniel Tseng en Unsplash.

Como expusimos la pasada semana, la exhortación del texto bíblico en Efesios 4:14-15 es que debemos crecer en todo, es decir, que el crecimiento no tiene sólo un significado, sino varios, y todos deben atenderse con responsabilidad. Percibimos la necesidad de crecer sanamente en los aspectos numérico, ético, orgánico, corporativo y misional.



 



Crecimiento numérico



No se debe catalogar al crecimiento numérico como algo positivo por sí mismo. El Señor Jesús criticó a los fariseos por sus intentos proselitistas carentes de calidad ética: Recorren tierra y mar para ganar un adepto, y cuando lo han logrado, hacen de él una persona dos veces más merecedora del infierno que ustedes mismos (Mateo 23:15). No se trata de la simple suma y multiplicación de más personas en la iglesia, y menos si el tipo de actitudes y conductas que se están multiplicando no son de acuerdo a la identidad y la ética del reino de Dios.



Como lo ha indicado el teólogo menonita Juan Driver, es engañoso el énfasis en el crecimiento numérico como indicador de éxito:



Debemos recordar que en este mundo caído la Verdad es, muchas veces, crucificada, lo que debe alertarnos contra una evaluación fácil de la misión evangelizadora de la iglesia, simplemente en términos de números como indicadores de éxito.[1]  



El número más importante en la misión cristiana es “1”. El Señor Jesús relató una parábola en la que un pastor dejó noventa y nueve ovejas para ir a buscar a una perdida. En el reino de Dios, el valor de una persona es incalculable, y nuestra misión no puede pasar por alto ni sacrificar el número “1” para pensar utilitariamente en el “alcance de multitudes”. Las multitudes sólo tienen valor pastoral cuando el número “1” tiene prioridad sobre las otras cifras.  



Además, en última instancia el crecimiento numérico no es algo que deba angustiar a los obreros de la viña, porque es algo que realiza Dios: y cada día, el Señor añadía a la iglesia los que iban siendo salvos (Hechos 2:47). De modo que el aspecto numérico del crecimiento debe ser obra de la gracia de Dios y no de nuestras estrategias de mercado.   



En la dinámica del grupo, el número tiene implicaciones pastorales y comunitarias importantes. El relato de la pesca milagrosa en Juan 21 revela un detalle intrigante. En el versículo 11 dice que en la red de Simón Pedro había 153 pescados. Evidentemente estamos frente a un guiño literario. Cuando los pescadores tienen una buena pesca, sacan un número mucho mayor de peces, pero al mencionar la cifra 153, tenemos una sugerencia sobre el tamaño de una comunidad cristiana que todavía cabe en una red sin romperse. Es un número suficiente y pleno para una iglesia local. Diez iglesias de 153 cada una, pueden tener mejor sentido de comunidad, y pueden cultivar la relación pastoral de manera más profunda que una iglesia de 1530 personas. En las iglesias de miles de miembros entran en juego asuntos de poder, influencia y dinero, que opacan la visión y la tarea pastoral. 



 



Crecimiento ético



Es el crecimiento en la gracia y en el conocimiento del Señor JesuCristo (2 Pe 3:18). Es el crecimiento para ser mejores personas, para mostrar en el carácter más amabilidad y bondad. Cuando el énfasis del discipulado recae sólo en el aprendizaje de doctrinas y no en la formación del carácter, es posible que ocurra la contradicción de gente que cree las confesiones de fe del cristianismo pero que es muy mala en su conducta. En su capítulo sobre discipulado, dice Juan Driver:



Existe la tendencia de asignar primacía a los aspectos doctrinales de la vida cristiana, por encima de las dimensiones éticas de seguir a Cristo.[2]



Una cosa es importante hacer, sin descuidar la otra. Sin embargo, el fin de la doctrina siempre debe ser nuestro crecimiento en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús. Por cuestiones doctrinales, muchos evangélicos descartan toda bondad en líderes y figuras católicas, sin percatarse en la importancia de crecer en la gracia y en el fruto del Espíritu, y de buscar primero la viga en nuestro ojo antes de la paja en el ojo ajeno.    



En el fondo es un asunto de identidad. Si somos del pueblo de Dios, eso se nota por el fruto, que es amor puesto en práctica en la conducta de acuerdo al señorío de Cristo. El Doctor Ronald Sider, teólogo menonita norteamericano, señala en uno de sus libros que en los Estados Unidos no hay diferencia de conducta entre cristianos y no cristianos en cuatro temas éticos: Divorcio, relaciones prematrimoniales, violencia doméstica y consumo de pornografía.[3] Señala además que los índices de actitudes racistas tampoco distinguen las puertas de las iglesias. Se ha diluido la identidad evangélica prácticamente hasta llegar a desaparecer.



Entre la población evangélica de América Latina no es muy diferente ese diagnóstico. La psicóloga Brenda Consuelo Ruiz, del Departamento de Estudios de Género de la Universidad Politécnica de Nicaragua, publicó un artículo en la revista ecuménica de Formación Ministerial acerca de violencia doméstica contra las mujeres, y arribó a la misma conclusión: En ese país no hay diferencia significativa entre evangélicos y no evangélicos en la incidencia de casos de violencia doméstica.[4]



Para los evangélicos es urgente dar prioridad al crecimiento ético por encima del crecimiento numérico en nuestras estrategias de acción pastoral y misionera. No debemos seguir en la búsqueda de añadir adeptos que no viven la transformación de su carácter en el nivel ético.



 



Crecimiento orgánico



El teólogo puertorriqueño Orlando Costas hablaba de la dimensión orgánica del desarrollo de la iglesia, y la definía como “la participación de todo el cuerpo en la misión, como evidencia y objetivo del crecimiento en la fe”.[5] Según esta definición, la medida de crecimiento en una iglesia local no es la cantidad de miembros en sí misma, sino el grado de participación de toda la membresía en la misión de la iglesia.



Es decir, el crecimiento orgánico es la participación de más personas en la vida y ministerio de la iglesia. Si tuviéramos que cuantificarlo, se podría presentar como el porcentaje de miembros que están trabajando eficazmente dentro del ministerio y el trabajo misional de la iglesia.



No es precisamente la cantidad de personas que tienen un cargo oficial en la iglesia, sino el grado de compromiso de más miembros de la iglesia en el cumplimiento de la misión. Tampoco es trabajo exclusivamente dentro de los programas establecidos por la iglesia, sino la efectividad con que—de manera intencional—más miembros de la iglesia viven su presencia en el mundo, infiltrando a la sociedad con el sabor y la luz del evangelio.



 



Crecimiento corporativo



Y por Cristo, el cuerpo entero se ajusta y se liga bien mediante la unión entre sí de todas sus partes; y cuando cada parte funciona bien, todo va creciendo y desarrollándose en amor (Efesios 4:16, DHH). Se trata de crecer corporativamente, como grupo y no exclusivamente en el plano individual. Como dice el proverbio popular, la fuerza de una cadena es igual a la fuerza del más débil de sus eslabones. En un libro de Bonhoeffer de mucha influencia sobre la vida de la iglesia local, el teólogo alemán lo expresaba así:



En la comunidad cristiana todo depende de que cada uno llegue a ser un eslabón insustituible de la misma cadena: sólo cuando hasta el eslabón más pequeño está bien soldado, la cadena es irrompible.[6]



            Esto implica que hay una responsabilidad corporativa de “soldar” al eslabón más pequeño. La realidad espiritual del cuerpo de Cristo involucra el compromiso de unos con otros para caminar juntos, y el abandono de actitudes individualistas de competencia farisaica. Es una forma de vivir la espiritualidad que no se detiene en el desarrollo del carácter cristiano de los individuos, sino que atiende a la dimensión congregacional como un asunto prioritario para crecer como cuerpo.



En Efesios 4, el capítulo sobre el crecimiento coordinado del cuerpo de Cristo, todos los verbos que se refieren al crecimiento están en plural. Si crecemos, crecemos todos, en plural. No hay crecimiento individualista. El enfoque de piedad individualista que ha caracterizado históricamente una manera muy difundida de ser evangélicos nos ha despojado de la riqueza corporativa de la fe cristiana. Es necesario moderar ese enfoque para poder vivir la realidad corporativa de la fe cristiana. Crezcamos en todo en Aquel que es la cabeza, es Cristo, a un varón perfecto, la medida de la estatura de Cristo.



 



Crecimiento misional



Esta dimensión del crecimiento consiste en un cambio de visión y de orientación para la iglesia. En vez de enfocarse en el número de asistentes y de miembros de la congregación como si eso fuera la meta de la misión de la iglesia, se debe atender diligentemente a contribuir a la transformación comunitaria. En vez de pensar que la misión de Dios es sacar a su iglesia de este mundo, se debe dar seriedad a Juan 3:16, Porque de tal manera amó Dios al mundo… Hay que ver a la iglesia no como el fin de la misión de Dios, sino como el medio que Dios usa para realizar su misión en el mundo.



Crecimiento misional es el crecimiento de la paz de la ciudad, según el mandato de la carta a los exiliados en Jeremías 29: Trabajen en favor de la ciudad a donde los desterré, y pídanme a mí por ella, porque del bienestar de ella depende el bienestar de ustedes (Jer 29:7, DHH). Implica la orientación hacia afuera, más allá de las puertas de la iglesia. En palabras del teólogo colombiano Harold Segura:



Esa espiritualidad no puede reducirse al marco de las exigencias activistas de la iglesia convertida en institución; tampoco a un cúmulo de experiencias espirituales extraordinarias; mucho menos al cultivo de una vida interior desconectada del mundo exterior y de la misión de Dios; tampoco a la satisfacción egoísta de las necesidades psicológicas o a la búsqueda de la autorrealización humana.[7]



            Así pues, es necesario renunciar a una espiritualidad idolátrica que produce indiferencia ante las situaciones del entorno en donde se ubica la iglesia. Muchos de los cánticos contemporáneos contienen esa espiritualidad de indiferencia: Tan consumidos por tu amor que hemos perdido el sentido de nuestro alrededor…[8] La repetición de una sola frase hasta el cansancio hace que nuestra vida de adoración invite a la somnolencia, al sopor que cierra los ojos ante las necesidades de los vecinos del barrio.



            También es necesario renunciar a una escatología escapista que genera una actitud de indiferencia ante los males del planeta y de la sociedad. La predicación y enseñanza del futurismo especulativo que ha inundado los estantes de muchas librerías cristianas es una vergüenza que traiciona lo mejor de la trayectoria evangélica en América Latina. Los evangélicos debemos ser los primeros defensores de la integridad de la creación en todos los niveles: personal, familiar, social, nacional y global. Debemos ser también promotores de la paz del Señor de paz que nos da paz en todo tiempo y en todas formas (2 Ts 3:16). Es decir, que la paz no tiene sólo una forma, sino muchas.  



Crecimiento misional es el crecimiento de la congregación local como contracultura de paz en un contexto de violencia y desigualdad. Necesitamos más recursos para ayudar a las congregaciones a mirarse a sí mismas como sal y luz de su barrio, como comunidades sencillas y humildes que vencen al acusador con la sangre derramada del Cordero y con el mensaje que ellos proclamaron (Ap 12:11). Necesitamos orientación sobre prevención y detección de violencia, y sobre el papel de la comunidad de fe en la restitución de víctimas.



            La manera de medir este crecimiento es asomarse a los indicadores de desarrollo humano de la zona donde está ubicada la iglesia y evaluar el grado de participación de la iglesia en uno o más de esos indicadores. 



 



La tarea



Otra tarea que pido a los alumnos de mi curso es que visiten una iglesia evangélica y escriban una crónica de su visita hurgando en el discurso total de la iglesia (boletines, lecturas, oraciones, cánticos, sermón, testimonios) lo que esa iglesia cree acerca del mundo y de su papel en el mundo. Mi corazón queda en vilo esperando y orando que esa tarea no produzca una fatalidad en la vida de esos jóvenes. ¿Qué será lo que encontrarán esos estudiantes de la universidad secular cuando vengan a observar nuestras iglesias?



Quisiera que encontraran a una comunidad, una red llena de personas que asumen su valor incalculable, de corazón bueno y amable, con sentido de rectitud y justicia en cada aspecto de su vida, comprometidas con el quehacer y la vivencia de su iglesia en la comunidad, viendo los unos por los otros, compartiendo gozos y llantos, fortaleza y debilidad, trabajando para la paz del barrio y adorando fervientemente al Dios que es defensor de viudas, huérfanos e inmigrantes, que ayuda al que está en problemas, que protege los ecosistemas profundos y misteriosos que ha creado, que da pan al hambriento, justicia al oprimido, y libertad al cautivo, que ha venido a buscarnos en JesuCristo, ha habitado entre nosotros, ha exaltado a los humildes y ha humillado al arrogante, que ha reconciliado a los pueblos con su bendita sangre, y que nos acompaña, fortalece y dirige por su Espíritu Santo.



 



Notas



[1] Juan Driver, Contracorriente: ensayos sobre la eclesiología radical, 1ª ed. Guatemala: Ed. Semilla; 1988, pág. 106



[2] Ibídem. Pág. 104



[3] Ronald Sider, The Scandal of the Evangelical Conscience, Why Are Christians Living Just Like the Rest of the World? [El escándalo de la conciencia evangélica: ¿por qué los cristianos viven igual que el resto de la gente?] Grand Rapids, MI: Baker Books; 2005. Sider concluye que el escándalo de la conciencia evangélica es que no existe tal conciencia.



[4] Brenda Consuelo Ruiz, Domestic violence and the church in Nicaragua: hearing the silenced voice, en Ministerial Formation No. 104, Enero 2005 file:///C:/Users/T440/Downloads/mf104.pdf



[5] Orlando Costas, Crecimiento integral y Palabra de Dios en Iglesia y Misión (1982, vol.2; no.1)



[6] Dietrich Bonhoeffer, Vida en Comunidad, 9ª Ed. Salamanca: Ed. Sígueme; 2003. Pág. 86



[7] Harold Segura, Ser iglesia para los demás: hacia una espiritualidad comprometida 2ª ed. Bs. Aires: Kairós; 2010. Pág. 40



[8] Canto En tu luz vemos la luz, del grupo “En espíritu y verdad”.


 

 


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