Somos al mismo tiempo abejas y moscas, moscabejas que reconocemos lo hermoso y también señalamos lo doloroso.
Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10:16)
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Miguel de Unamuno le puso nombre a una actitud prudente y respetuosa para lidiar con los conflictos. Él llamó alterutralidad a la facultad de afirmar dos posiciones aparentemente contrarias –tal vez más bien contrastantes— siempre y cuando éstas no lleguen a degradarse para convertirse en confrontación violenta. Así, en su vida asumió la postura incómoda (tal vez imposible hasta para el yogui más acabado) de encontrar lo común entre ambos lados del cristianismo occidental: el católico y el protestante. En política terminó sus días desgarrado por su intento de alterutralidad en medio de los dos bandos de la guerra civil, que cándidamente él denominaba “incivil”.
Él mismo reconoció que es extremadamente difícil practicar la alterutralidad como estilo de vida, especialmente en contextos de polarización, en circunstancias de confrontación, cuando los contrincantes se señalan y descalifican mutuamente. Posiblemente sea la actitud del amor maternal que apoya a sus dos hijas cuando éstas tienen diferencias entre sí. La madre les hace ver que ambas tienen más en común y se parecen mucho más de lo que quisieran admitir.
La alterutralidad unamuniana es toda una propuesta ética; es un estilo de vida. Es dejar de ver la realidad como estrictamente dividida entre lo blanco y lo negro; es renunciar a los apasionamientos extremistas en cualquier asunto, y encontrar los destellos de verdad que pueden brillar desde la idea aparentemente contraria.
Por cierto, Unamuno no inventó la alterutralidad. Sólo le puso nombre. En el cristianismo ya la hemos conocido cuando confesamos que el Señor Jesús es al mismo tiempo totalmente divino y humano, y usamos esa misma fórmula para abordar nuestra lectura de las Sagradas Escrituras.
Entre las instrucciones del Señor Jesús a sus misioneros en Mateo 10, hay una con sabor alterutral. Dice que debemos de tener la sencillez de la paloma y la astucia de la serpiente. No dice que tengamos que ser sólo como palomas, o sólo como serpientes, sino que debemos integrar ambas cualidades en nuestra tarea misionera. Ser como palomas es ver la realidad con suficiente ingenuidad y sencillez infantil, con el corazón abierto a creer en el prójimo. Ser como serpientes es no olvidar que todo ser humano está infectado por el pecado, y sospechar lo suficiente de toda motivación humana.
En la naturaleza, palomas y serpientes no se caracterizan por ser muy amigas entre sí. Mas bien, se trata de una especie cazadora y la otra, presa. Sin embargo, en la observación del Señor Jesús, ambas tienen algo que enseñarnos, y alterutralmente debemos ser al mismo tiempo palomas y serpientes.
Recientemente se celebró en Seúl el cuarto congreso del movimiento de Lausana. Cincuenta años después del primer congreso, que ayudó a definir la identidad evangélica durante el último cuarto del siglo XX, se convocó al mundo evangélico para recibir la hospitalidad cristiana de los coreanos. Más de cinco mil participantes provenientes de casi todos los países del mundo nos reunimos durante una semana para analizar nuestra tarea como embajadores de Cristo en el mundo. Desde el mundo de habla hispana veníamos preguntándonos qué tanto queda de los aportes que hicieron al Pacto de Lausana los maestros de la misión integral, del liderazgo de servicio y del estilo de vida sencillo.
Fue tremendo el despliegue de tecnología en la producción del evento para hacerlo espectacular, y en la operatividad de la organización para hacerla eficiente. A pesar de su carácter multitudinario, el congreso nos brindó la oportunidad de realizar encuentros preciosos con otros siervos y siervas del Señor provenientes de otras partes del mundo. Hubo muchas cosas lindas en el congreso de Seúl. Pero no podemos dejar de ver también aquello que se debe mejorar.
Michael Oh, director ejecutivo de la organización Lausana, en su última intervención hizo uso de una metáfora para distinguir dos tipos de asistentes al congreso: Las abejas y las moscas. Se reconocen por aquello que les atrae. Según Oh, Las abejas son atraídas por la belleza de las flores y las moscas por lo que apesta. Así, desafortunadamente nos dividió a los asistentes, y quedamos preguntándonos quiénes serían moscas y quiénes abejas, y cuál de las dos seríamos cada uno en lo particular.
Hizo falta una buena dosis de alterutralidad, para integrar al mismo tiempo la mosca y la abeja, porque en la vida no todo es flor. También hay basura. El pueblo cristiano debe apreciar lo bello del mundo, pero también debe reconocer, señalar y denunciar las injusticias, todo aquello que entristece al corazón de Dios. Sabemos que una de las conferencistas (representante del mundo de habla hispana), que habló sobre la justicia como parte fundamental de la misión cristiana, fue regañada por los directivos del congreso, quienes emitieron una disculpa pública por algunas líneas del discurso de la conferencista. Hasta ahora no hemos recibido una disculpa pública por habernos ido del congreso con la incertidumbre de quiénes somos moscas y quiénes abejas.
En la última noche del congreso, debido a protestas que se estaban realizando en la calle por la salida principal, todos los participantes que íbamos a abordar autobuses tuvimos que salir por la puerta de atrás. Por esa nueva ruta de salida (la puerta de atrás) pudimos ver cientos de bolsas de basura que habíamos generado durante ese día, y nos preguntamos cuánta basura habríamos generado durante todo el congreso. No fue necesario ser moscas para darnos cuenta de la realidad de nuestra basura.
El Señor Jesús nos manda integrar lo sencillo y lo astuto de la paloma y la serpiente. Michael Oh nos obliga a elegir si somos moscas o abejas. Nos dejó con la impresión inhospitalaria de ser ingratos sólo por ver lo que es evidente. Habría sido preferible hablar alterutralmente de cómo somos al mismo tiempo abejas y moscas, moscabejas que reconocemos lo hermoso y también señalamos lo doloroso.
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Es triste que una reunión tan hermosa de líderes evangélicos de todo el mundo haya dejado pasar la oportunidad de celebrar el evangelio con los sonidos del mundo, la musicalidad de todas las regiones y la diversidad de expresiones culturales cristianas, precisamente para dejar de vincular lo cristiano con lo occidental. Es trágico que un congreso heredero del genio de Lausana se haya alejado más de las marcas que hicieron que el movimiento fuera una inspiración de esperanza para el mundo: la misión integral, el liderazgo de servicio en la práctica (no sólo en el discurso) y el estilo de vida sencillo.
Así pues, habremos de sentirnos aludidos como moscas, pero también como abejas, para escuchar, más allá de las palabras de Oh, las palabras de Cristo, que nos llaman a ser alterutralmente al mismo tiempo sencillos como palomas y astutos como serpientes.
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