Reforma de la Iglesia, a tiempo y fuera de tiempo

Ni bueno para escribir ni hábil para poner títulos. Lo que quiero indicar es que todos nos dediquemos en cuerpo y alma al trabajo, pero sabiendo que no sabemos muy bien qué hacer. Por eso, y no es escape, al final, satisfechos en las manos de quien sabe y lleva a cabo su obra, en la cual nos ha puesto.

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Nuestro tiempo presente, ¿quién lo conoce? Si Abraham hubiera pintado un mapa del mundo, su mundo, ¿qué tendríamos? El padre de la fe no tiene mapa. Lo mismo ocurre con los otros que le siguen. Si avanzamos un poco, ¿qué mapa del mundo pintaría David? Avanzando un poco más, ¿qué mapa del mundo tendría Agustín cuando explica las dos ciudades? (faltan un montón de sitios, mira Latinoamérica); y ya puestos, ¿qué mapa del mundo habría cuando Cristo lo pisaba? (¿Qué mapa le ofreció el diablo a Cristo cuando le dijo “todo esto te daré”?)

No conocemos hoy mucho más. Cierto que tenemos mapas hasta del universo, pero saber, saber, nada de nada, o muy poco. Pues con esto tenemos que trabajar, sabiendo, además, que el trabajo en el Señor nunca es en vano. Se trata de trabajar al máximo, en el espacio donde vive nuestra existencia temporal. Y vivir la palabra de triunfo, el Apocalipsis, en nuestra adoración, sea solos, en la casa con la familia, en la comunidad…

Estamos donde estamos. En el caso de explicar el Evangelio, tenemos a todo un país. El que no trabaja no será por territorio. Además, vivimos una situación formidable, ni buena ni mala, pero muy notable. Están con nosotros un montón de gente de otros países. ¡Podemos predicar a todo el mundo en el barrio! Todas (un buen número al menos) las naciones de la tierra, en nuestro suelo cercano. Parece una ocasión no dada en otros momentos de la historia. Además, con medios audiovisuales que llevan la palabra a todo el mundo. Por ocasión que no quede.

Lo que ya fue, sin embargo, sigue. Un Evangelio de salvación, y un falso evangelio. Ese es el medio donde siempre se mueve la Iglesia. Y de nuestro natural siempre sacaríamos un falso evangelio.

Pensando, pensando, me acordaba de un asunto que viene al caso. Ya hemos hablado de cómo la iglesia antigua se corrompe. Una de sus expresiones es el culto a las reliquias y a los santos. Cualquier reforma en España, con la población latina o musulmana incluida, tiene que tratar la cuestión. Sin reliquias y santos España no es España.

Existe una obra de lectura muy provechosa, obligada, sobre el culto a los santos. La escribió (resultado de unas conferencias) el historiador Peter Brown (1935-), que además es especialista en la relación de la religión con la sociedad en el mundo que forma la cristiandad de los primeros siglos. Se editó en 1981. Me gustaría equivocarme, pero yo no he conocido traducción castellana, hasta la realizada en Sígueme, 2018. No es reproche, solo indicar un síntoma. Aquí en España han trabajado misiones editoriales de fuera que promovieron los sermones, por ejemplo, de algunos puritanos. Bien hecho, y seguro que con buenos frutos. ¿No se consideró por nadie útil la traducción de esa obra para España? Precisamente un trabajo dedicado a presentar el desarrollo del culto a las reliquias y a los santos. (Yo tampoco la traduje. Si alguien lo hizo, achanto, y me alegro.)

Esto que ocurre con algunas obras de lectura y reflexión obligadas, es un síntoma y señal. Pasa, y pasa. (Todavía tengo esperanza de que algunos pastores de la “reforma y las cinco solas” se reúnan en algún sitio para conversar sobre “la revolución intelectual de Lutero”; quizás esperan a que aparezca la “práctica de Calvino”. Esperanza que no falte.)

Sin saber por qué, y qué planes ha dispuesto nuestro Señor, lo que pasa ahora es que muchos latinos están pasando delante de nuestra casa. Y muchos con disposición evidente de compartir las bendiciones del mismo Redentor. Eso es una gran cosa. Eso es gran ocasión para un trabajo fructífero. Habrá, como siempre, un falso evangelio, pero nosotros tenemos el verdadero (yo al menos sí). Hay que trabajar al máximo.

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Sin tener explicaciones para nada, lo que hay es algo evidente. La población latina ha llenado las iglesias evangélicas en España. Si se van, habrá iglesias que tengan que celebrar el culto en mesa camilla. (El colmo es que alguien encima presuma de crecimiento.)

Esto es lo que hoy tenemos para conversar. No sabemos qué pasa, ni qué pasará. Tenemos un montón de trabajo en el espacio inmediato a cada uno. España (y Latinoamérica) con sus cultos a reliquias y santos, latinos con evidente disposición de compartir lo que Dios, en muchos casos, les otorgó en sus tierras antes de salir, musulmanes que pueden escuchar y ver lo que en sus tierras naturales nunca imaginarían. No sé, pero mucho para trabajar, al máximo.