Comparto algunas de mis primeras reflexiones sobre la importancia de Seúl 2024 (Lausana 4).
Mientras hacía las maletas para el IV Congreso Mundial del Movimiento de Lausana, celebrado del 22 al 28 de septiembre en Corea del Sur, me resultó útil reflexionar sobre cuatro maneras en que Lausana 3 me marcó hace 14 años.
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Y al volver de Seúl y deshacer las mismas maletas, no he podido evitar pensar en lo que el encuentro de la semana pasada significó para mí y para unos 5.000 delegados de más de 200 naciones. El artículo de Morgan Lee para Christianity Today, el de Trevin Wax para The Gospel Coalition y el de Daniel Hofkamp para Protestante Digital captaron con gran perspicacia gran parte de su espíritu.
Aquí os comparto algunas de mis primeras reflexiones sobre la importancia de Seúl 2024.
El tercer congreso de Lausana, celebrado en Ciudad del Cabo, marcó el centenario de Edimburgo 2010. Orgullosamente acogido por África, también encarnó el tan debatido desplazamiento geográfico del cristianismo desde las naciones occidentales hacia el Sur Global. Un sentimiento de celebración y movimiento hacia regiones emergentes como África, América Latina y Asia caracterizó su atmósfera.
En Seúl 2024, la transición hacia el Sur Global parecía consumada. Cuestiones occidentales como la secularización, la riqueza y los debates sobre las nuevas sexualidades ya no ocupaban una parte desproporcionada de la agenda. En lugar del declive de la fe cristiana en las naciones secularizadas, el congreso dio voz a representantes de Ghana, Pakistán, China, Brasil y muchas otras naciones. Su relato más destacado fue el notable crecimiento del cristianismo en su nación anfitriona, Corea del Sur.
En Seúl 2024, diversas regiones del mundo interactuaron como iguales en el programa oficial y en los salones de Incheon Convensia. Oradores tan conocidos como Rick Warren tuvieron tanto tiempo de palabra como los representantes de Camerún y Costa Rica. Y la Iglesia perseguida y los estudios de casos de minorías ocuparon un lugar destacado junto a los contextos de envío de misioneros.
Como resultado, el ethos rector del congreso había evolucionado del «desplazamiento geográfico» al «cristianismo policéntrico». Como explicaba el Informe de Lausana sobre el Estado de la Gran Comisión, la misión cristiana ya no es «de Occidente al resto», sino «de todas partes a todas partes». El evangelicalismo ha alcanzado la mayoría de edad como una fe global distribuida geográficamente.
Conscientes de los retos del momento, los organizadores de Seúl 2024 insistieron una y otra vez en la necesidad de colaboración entre ministerios y regiones del mundo. Una parte importante de las sesiones de la mañana se dedicó a mesas de debate intercultural, y por las tardes, en las sesiones «Cerrando la brecha», se pidió a los delegados que aportaran ideas sobre cómo la colaboración puede ayudar a los evangélicos a cerrar las brechas existentes en la llamada de Jesús a discipular a todas las naciones. Lausana también hizo uso de la tecnología, una aplicación y un centro en línea para ayudar a los participantes a mantener sus conversaciones.
A pesar de todo su dinamismo, una de las debilidades históricas del evangelicalismo es la relativa falta de instituciones que proporcionen un sentido compartido de identidad, fomenten la unidad y ayuden a los cristianos a dirigirse los unos a los otros y al mundo. Desde la Segunda Guerra Mundial, el evangelicalismo se ha esforzado por crear instituciones y movimientos como la Alianza Evangélica Mundial y la Fraternidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, que desempeñan algunas de las funciones que el Consejo Mundial de Iglesias ofrece a los cristianos de tendencia liberal y ecuménica y el Vaticano a los católicos romanos.
En Seúl 2024, el Movimiento de Lausana ha demostrado ser un valioso convocador y representante del evangelicalismo mundial. Pocos órganos evangélicos pueden reunir a cristianos de todo el mundo tan diversos. Por ejemplo, un misionero brasileño en Italia como yo pudo encontrarse en Corea del Sur con amigos de Ruanda y Pakistán que había conocido en anteriores eventos de Lausana.
Desde el Congreso inaugural de Lausana sobre Evangelización Mundial, celebrado en 1974, el movimiento se ha esforzado por mantener el histórico equilibrio del Pacto de Lausana entre evangelización y compromiso social.
Cincuenta años después, ése era también el objetivo de Seúl 2024, bajo el lema «Que la iglesia declare y muestre a Cristo unida». El reto es que los evangélicos se han diversificado y distribuido geográficamente más que nunca. Por ejemplo, consideremos este gráfico de la Enciclopedia Cristiana Mundial.
Como analiza Charles Stanley en The Global Diffusion of Evangelicalism, el siglo XX estuvo «marcado por una creciente diversificación de la tradición evangélica como resultado de su creciente difusión cultural y geográfica, así como de las divergentes respuestas estratégicas de los evangélicos a las incursiones del secularismo en el tejido intelectual, moral y social de la cristiandad occidental».
Como resultado, el congreso de este mes puso a prueba la destreza de los evangélicos para navegar no sólo por temas teológicos, sino también por las diferencias culturales y políticas que a menudo tiñen los debates sobre justicia, inclusión, sexualidad y gracia. En mi opinión, un par de ponentes pusieron demasiado énfasis en cuestiones secundarias y culturalmente teñidas. Pero la gran mayoría se centró en el amplio consenso de los evangélicos sobre la primacía de las Escrituras, el Evangelio y la misión cristiana.
Me impresionaron especialmente los delegados de Gaza y Ucrania, que hicieron gala de una admirable compostura, sabiduría y moderación al hablar del sufrimiento de sus pueblos.
En su discurso final, Michael Oh (Director General de Lausana) desafió a los cristianos a ser como abejas que buscan flores -lo que es encomiable y vivificante en el jardín de Dios- en lugar de moscas que se dan un festín con lo que huele mal y está podrido. Fue una metáfora apropiada para la forma en que Billy Graham describió el ethos constructivo de Lausana como «un espíritu de colaboración, estudio, humildad, esperanza y oración».
Como a muchos otros participantes, me conmovieron especialmente los ejemplos de arrepentimiento cristiano, perdón y perseverancia en el sufrimiento. Los iraníes describieron sus años de prisión con admirable ligereza y alegría. Los coreanos demostraron autocrítica incluso cuando celebraban el notable crecimiento cristiano y el renacimiento nacional, centrándose en historias como la de un hombre que adoptó a un joven que había asesinado a sus dos hijos.
Los llamamientos al arrepentimiento colectivo, como el que compartió mi esposa, Sarah Breuel, resonaron profundamente entre los delegados en Incheon y los que participaron en línea.
Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». (Juan 8:12). Qué conmovedor fue ver a su iglesia del siglo XXI seguir sus pasos y mostrar cómo la luz de Jesús puede brillar en nuestra generación.
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