Istuti rompió con las tradiciones de India y de su familia meitei al renunciar al hinduismo por el cristianismo, y pagó un altísimo precio por ello.
Cuando el mundo contempló con terror cómo la violencia arrasaba el estado de Manipur en el noreste de India en mayo de 2023, muchos se conmocionaron ante el alto número de cristianos asesinados y de iglesias quemadas. Más de 10 000 seguidores de Jesús fueron desplazados por la fuerza y algunos analistas se preguntaban incluso si esto conduciría a una guerra civil en el estado indio.
A pesar de que muchas autoridades trataron de alegar que la violencia era estrictamente un conflicto étnico, la realidad no era totalmente eso. Los grupos tribales en el estado de Manipur (especialmente las tribus kuki y naga) son mayoritariamente cristianos, y los grupos de gente más numerosos (los meitei) son de mayoría hindú.
Entre este último grupo, tan solo hay un 3 % de cristianos. Pero aun compartiendo el mismo origen étnico con los meltei, estos creyentes se convirtieron en el objetivo de sus propios familiares en los disturbios del año pasado.
Alguien que probablemente no estaba sorprendida de que la religión desempeñara un papel importante en los brutales ataques es Istuti*. Esta colaboradora local en Manipur conoce de cerca la violencia contra los creyentes entre los meitei. “Sufren en secreto”, asegura.
Habla desde la experiencia, ya que ella es una de ellos.
De pequeña, Istuti era hindú como la mayoría de gente en la tribu meitei. “Solía adorar a varios ídolos”, recuerda. “Tenemos un templo en nuestra casa y mi padre solía servir ahí como hindú. Entonces, yo hacía lo mismo. No conocía a Dios”.
Sin embargo, la vida de Istuti cambió cuando tuvo la oportunidad de visitar una iglesia y escuchar una predicación sobre Juan 3:16. “Esa palabra me llegó al corazón y sentí que Dios me ama muchísimo. Dio a su hijo por mi pecado”, dice. “Conocí a mi salvador (¡mi Salvador personal!). Estaba tan feliz cuando regresé a casa, tan emocionada, sentía tanta paz en mi corazón y tanto gozo que lo compartí con mi familia”.
Pero la familia de Istuti no compartía su emoción. No pasó mucho tiempo hasta que su padre empezó a pegarle palizas, destruir su Biblia y perseguirla de varias formas. “[Mi nueva fe] provocó la ira de mi familia porque antes solía servir a los ídolos y, de repente, dejé de hacerlo”, explica.
“Cuando leía la Biblia, me la quitaban o la quemaban”, recuerda Istuti. “Quemaron más de cinco de mis Biblias, pero solía tener una pequeña que escondía debajo del heno en nuestra tierra. Tenemos vacas y búfalos y, cuando mi padre me decía que fuera a cortar el heno, me sentía tan feliz por poder leer la Biblia”.
Su familia también le impedía acudir a la iglesia. Le agarraban del pelo y la llevaban de vuelta a casa cuando intentaba ir al culto. Incluso le ataban los domingos para que no pudiese ir a la iglesia.
Durante su adolescencia, Istuti sufrió abusos frecuentemente por su fe en Jesús. Le golpeaban tan fuerte que unas Navidades no pudo ni levantarse de la cama. Su padre la echó de casa en una ocasión y tuvo que estar en la selva. Uno de sus tíos incluso intentó matarla.
Eso fue hace 20 años. Istuti pudo escapar de su situación y acudir a la escuela bíblica. Ahora está casada y pudo huir del hogar de su familia hindú, aunque quiere seguir manteniendo relación con ellos.
Por todo ello, la violencia en mayo de 2023 no fuera una sorpresa para ella, y esa es la razón por la que Istuti sigue orando para que el pueblo de los meitei conozca la paz y la esperanza de Jesús.
Cuando los extremistas hindúes prendieron fuego a iglesias y aldeas cristianas el 3 de mayo de 2023, Istuti estaba en una ciudad vecina en otro estado, realizando una formación con otros creyentes. También estaba esperando un bebe.
“Había mucha tensión aquella noche”, recuerda esta cristiana meitei. “La gente se peleaba... Nuestros voluntarios me llamaron durante toda la noche. ¡No podían dormir! Estuve al teléfono durante todo el 3 de mayo y el día siguiente. Me dijeron que los grupos extremistas de su misma comunidad meitei les estaban forzando a volver a convertirse (al hinduismo). ‘¡Vienen con armas!’, me decían. Golpeaban incluso a mujeres y niños”.
Lo que resulta más descorazonador es que miembros de su propia familia participaron en estos ataques. “Eso es lo que más me dolió”, compartió mientras se le quebraba la voz. “Quemaron la iglesia. Después de ello, les obligaron (a los creyentes meitei) a volver a convertirse… Mi propia familia quemó mi iglesia”.
“Mis vecinos, mis parientes, todos ellos destruyeron la iglesia… Piensan que los meitei cristianos apoyan a los kukis tribales, así que quieren eliminarnos a todos y destruir las iglesias meitei”.
Los extremistas hindúes acorralaron a los meitei creyentes, pidiéndoles que se volvieran a convertir y firmaran una declaración en la que reconocían haber abandonado su fe en Jesús. “(Los extremistas) dijeron que los creyentes meitei debían dejar de ser cristianos y volver a ser hindúes”, afirma Istuti. “Tampoco pueden construir iglesias nunca más. Eso es lo que declararon en un documento que les pidieron firmar. Si no firmaban ese documento, recibían una paliza”.
Istuti estaba destrozada y muy preocupada. Su fe y etnicidad parecían estar en conflicto. No podía ayudar a sus compañeros creyentes en las tribus kuki porque es meitei, y estaba bajo el punto de mira de los meitei extremistas por seguir a Jesús.
“Estaba perdida, así que oré: ‘Señor, por favor, sana a nuestro pueblo, sana a nuestro pueblo’”, recuerda. Istuti no podía volver Manipur a causa de la violencia, y el duelo pasó factura en su cuerpo también. El trauma emocional fue tan intenso que perdió a su bebé.
Meses después de los ataques de mayo, Istuti sigue de luto por la muerte de su bebé y las continuas hostilidades entre su pueblo. Sin embargo, se sigue aferrando con confianza a quién es Dios.
“Recuerdo que la palabra de Dios dice en Isaías 40: ‘No temas, porque yo estoy contigo’. Esas palabras me animaron mucho y me siguen dando fuerzas hasta ahora. Él siempre está conmigo”.
Tampoco ha dejado de orar por su familia. “Les amo mucho”, reconoce. “Oro por ellos. Creo que el Señor los salvará. Mi oración es que un día declaren que Jesús es su Señor”.
Istuti sigue orando por la paz en Manipur, por la restauración de la relación entre las tribus meitei y kuki. Sin embargo, se le rompe el corazón especialmente por los demás creyentes meitei que se ven condenados al ostracismo por su comunidad debido a su fe en Jesús.
“Quiero que todos los que están orando por Manipur sepan que los cristianos meitei están sufriendo mucho. Quiero darles voz para orar y apoyarles. Todos les odian porque son parte de la tribu meitei y la gente no ve cómo están luchando contra la opresión por parte de sus familias y sus parientes. Los pastores se enfrentan a palizas y reciben amenazas de muerte”.
“Incluso en mi comunidad, cuando me hice cristiana, me dijeron que volviese al hinduismo. Mi familia, mis parientes, todos. Pero me mantengo firme porque sé que el Señor estará conmigo. Jesús murió por mí. ¿Cómo voy a rechazarlo? No puedo negarle. No puedo dejar mi fe aunque me maten”.
Como colaboradora local de la Iglesia, Istuti sigue asistiendo a los creyentes kuki y meitei afectados por los actos de violencia todavía vigentes en Manipur con productos básicos, estando con ellos y haciéndoles llegar otras ayudas prácticas. Gracias a las oraciones y apoyos de la Iglesia mundial, ha podido ayudar a cristianos a recuperarse de estos ataques tan horribles.
“Anteayer, hablé con ellos, y a aquellos que habían sufrido daños en sus casas les dimos techos de hojalata”, nos compartió. “Muchas gracias por escuchar mis historias y orar por mí. Cuando pasáis tiempo conmigo, siento que no estoy sola y puedo derramar mi corazón. Gracias por el ánimo que sacáis de la palabra de Dios. Gracias por acordaros de la Iglesia perseguida y apoyarles mediante vuestras constantes oraciones y ayuda; de hecho, somos un cuerpo de Cristo. Gracias por todo vuestro apoyo en oración a Manipur”.
Una de las cosas que por las que nuestra hermana Istuti más se regocija es que su padre, que anteriormente la perseguía, conoció a Jesús antes de fallecer en 2020. “Mi padre me llegó a confesar: ‘Está bien lo que haces’. Me comporté así por miedo y por la presión de la comunidad. Lo siento mucho. Sé que lo que haces está bien’”.
*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad.
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