Alcohol

Tras pulsar el interruptor, la mini-cadena de un local oscuro iluminado por luces intermitentes y cegadoras, comienza a emitir sonidos ensordecedores y repetitivos que rozan la monotonía. Cualquiera que tenga la enorme desgracia de entrar en semejante sitio debería dejar, al menos, que su tímpano escribiera su testamento antes de sufrir la inminente tortura.

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Un gran número de individuos entra en el establecimiento. Son las once de la noche y comienza la diversión.

Tras haber ingerido sustancias líquidas con alto contenido en alcohol, junto a no se sabe qué más, suben a la pista de baile y sin complejo alguno comienzan a menear los michelines (nótese cierto tono irónico), chocando con otros personajes que más que bailar, imitan los pasos de un pato mareado.

Las masas de grasa se balancean de un lado a otro empotrando a los demás usuarios de la pista en las paredes que limitan el recinto.

Pero ese no es el único mal físico que sentirán dichas personas. También les llegará la resaca que, a juzgar por lo que han bebido, desean impacientemente encarar.

Tras dicho manejo magistral de sus michelines, los hábiles desaprensivos deciden alargar el ineludible insomnio de las familias de los alrededores que desde hace horas intentan inútilmente conciliar el sueño ignorando el incoherente martilleo de algo que llaman “música bakalao”.

Por lo visto, dichas personas logran hablar mientras todo esto tiene lugar. No sé cómo, pero en todo caso, la conversación llega a su fin cuando sus rostros acusan un profundo cansancio. Entre los síntomas que delatan la lasitud destacan las ojeras. Con dificultad, cada miembro de la manada retorna a su respectiva madriguera intentando mantener el equilibrio durante todo el trayecto hasta su cama.

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No te dejes engatusar (Génesis 9:20-24, Génesis 19:30-38, Proverbios 20:1, Proverbios 23:29-32, Isaías 5:11-14, Isaías 5:22-23, Romanos 13:13, 1ª Corintios 11:21c, Efesios 5:18, 1ª Pedro 4:3d, 1ª Pedro 5:8). Vamos, que si decides caer en el alcohol, no será por falta de avisos. Pero no lo digo por las consecuencias que experimentarás en tu salud actualmente, por muy serias que esas sean. No, lo digo porque los bebedores no irán al cielo:

“{…} ni Los borrachos {…} heredarán el reino de Dios” (1ª Corintios 6:10c).